viernes, 20 de diciembre de 2019

Notas sobre linajes sacedeños


Saceda del Río fue uno de los varios municipios de la Alcarria Conquense que antaño contó con un reducido vecindario, pero a su vez destacado número de representantes, poseedores de un influyente patrimonio agrícola dentro de su modesta sociedad local.

Apellidos como García, González, Martínez, López, Saiz, Muñoz y Fernández, pueden parecernos muy comunes, no obstante, durante el pasado de esta localidad, reflejan una dilatada historia que a lo largo del tiempo los hizo populares, incluso en los pueblos de alrededor.

Sabida es la mentalidad de aquella antigua sociedad rural, con escasos medios tecnológicos, pero hábil, trabajadora y ampliamente capacitada a la hora de explotar los recursos que le brindaba su medio geográfico, un patrimonio que celosamente supo controlar y que le valió para proyectar a muchos de sus hijos más ilustres. 

A finales del siglo XVI, desde Gascueña un representante de los Jarabo, se desplazó hasta La Peraleja, para conseguir acrecentar el nombre e historia de esta familia. La clave de aquel éxito se centraba en la riqueza y control de sus tierras. La situación era igual de palpable e incluso con una mentalidad mucho más liberal en su Gascueña natal, donde todo aquel que entraba en su casco urbano, tras llegar a la plaza de la casa consistorial, tenía bien presente quien mandaba en el pueblo…, así bajo una clara consigna en la que rezaba “No consienten nuestras leyes hidalgos, frailes, ni bueyes”, proliferaron casas de fuertes labradores, que miraban con malos ojos a todo aquel que se adjudicara un origen hidalgo, y por lo tanto, pretendiera escabullirse de pagar cualquier tipo de impuesto.

Portada de un libro donde aparecen algunas de las propiedades de los Saiz-Mateo de Saceda. Archivo Eclesiástico de Huete

El poder de algunas de estas familias rivalizaba en ocasiones con el de los Señores del entorno, quienes al mismo tiempo tenían vastas propiedades en la misma zona o en el área perimetral. La falta de un territorio señoralizado, donde el labrador aprovechaba la disponibilidad de fincas que podía ir acumulando en vínculos y fundaciones eclesiásticas del tipo capellanía, fomentaban un crecimiento social, que contrastaba con el disponible en los espacios donde la presión nobiliaria era mucho mayor, al verse parte de su término municipal bajo el control de un mayorazgo.

Así sucedió con la cercana Carrascosilla, y que hasta el siglo pasado era designada como “la aldea millonaria” debido a la disponibilidad de tierras y calidad de vida de algunos de sus residentes. Una situación que distaba mucho de la que hubo en la época durante la que los Amoraga propiciaron una fuerte fiscalización en el siglo XVII. Una presión insostenible, y cuyas consecuencias llevaron hasta la misma despoblación del enclave, a pesar de que tiempo después volviese a cobrar vida.

De lo que no cabe la menor duda es que muchos de los labradores de Carrascosilla que no podían proyectarse o alcanzar un nivel de vida aceptable, veían en Saceda una fuente de oportunidades, pues se esquivaba la imposibilidad de heredar cualquier bien raíz, al ausentarse la selecta élite de labradores e hidalgos que en otros puntos dominaban todo el marco geográfico. Este escenario, favorecía a las gentes de Saceda, fomentándose la instalación de campesinos carrascosilleros, que tanto por su escasa distancia y prestaciones, veían en Saceda una oportunidad en la que mejorar su posición social.

Sobre este emplazamiento se forjó la sociedad sacedeña, complementando sus bienes gananciales con los recursos ganaderos, especialmente de carácter lanar. Todavía a mediados del siglo XIX, el trigo junto con la cebada eran el principal producto que se recolectaba en los campos.

Sabemos que cien años antes, todavía en tiempos del Catastro de Ensenada, son precisamente regidores del ayuntamiento los señores Matías González y Tomás Muñoz, acompañados por el jurado Pedro Saiz. Reforzándose su representación con vocales como don Juan Martínez Garrido, Manuel García, Nicolás García y Sebastián García, entre otros.

El municipio contaba con un solo molino, que era propiedad del mismo don Juan. A diferencia de otros enclaves, las colmenas estaban repartidas entre cuatro familias, una de ellas era del referido amo del molino, junto con Matías González (el regidor) y Pablo Martínez.

Tampoco deberíamos olvidar la existencia de una cooperativa industrial, de nuevo controlada por los Martínez. En lo que concibe al ámbito religioso, había más de media docena de clérigos. Y es que precisamente, y volviendo a los siete apellidos antes mencionados, y que tan comunes pueden parecernos, surgieron linajes muy bien posicionados, tanto que por ejemplo tres de ellos consiguieron reconocer su privilegio de nobleza. Los García (como García-Vaquero) con asiento en Portalrubio, los González (como González-Breto, en Huete, La Peraleja o Villalba del Rey) y los Martínez (que lo hicieron desde dentro del municipio, por ser sacedeños de pura cepa).

Desde luego ni que decir tiene que entre Saceda y Gascueña existían numerosas diferencias, a pesar de que sus estructuras sociales guardaban ciertos paralelismos, pues en Saceda hubo sacerdotes, y en gran abundancia. Probablemente las ideas de la pequeña burguesía rural diferían bastante, lo que explicaría porque los Martínez nunca contaron con los mismos problemas que los Parada con los gascones, respecto a la hora de pretender demostrar su hidalguía.

En ese espacio fueron moviéndose los Fernández, una familia que llegó a medrar a través del clero, como de la escribanía que desde tiempos tempranos tuvo bajo su control. Esta casa desarrolló enlaces bien planificados con familias de labradores con recursos. Conectando con gente foránea del municipio, que les permitieron ampliar su radio de influencia.

Desde luego Lorencio Fernández supo que tipo de políticas matrimoniales había de establecer cuando casó con Ana López-Lobo, permitiendo que su hijo Domingo Fernández y López casara con una miembro de los Vicente del Olmo, naturales de La Peraleja.

Uno de los grandes patrimonios agrícolas que se atesoraron en Saceda era el de la fundación de María Rojo, y que precisamente tuvo como patrón a Juan Fernández. Juan el mozo era hijo de Juan Fernández, y como toda familia con recursos, su lugar de enterramiento se eligió en un espacio privilegiado dentro de la Iglesia Parroquial, concretamente la capilla mayor. El referido Juan efectuó una manda de ni más ni menos que 1212 misas antes de fallecer.

Sobre los López ya hablamos en el anterior artículo, remarcando su adscripción a una de las líneas que mayor patrimonio adquirió, además de notable peso dentro del campo sacedeño, pues muchas de sus propiedades giraban en torno a la creación de capellanías, donde un miembro privilegiado podía formarse como sacerdote. Sus vecinos los Martínez, y con los que mantuvieron estrechas relaciones, pasaron por una estrategia de medraje escalonada y diferente, que a partir del siglo XVIII los convierte como los más populares y ricos del entorno. Su salto a la alta política madrileña durante el siglo XIX, realzó aún más su nombre. Sin lugar a dudas, su asociación con familias como los García fue crucial para el mantenimiento y mejora de su estatus.

Éstos últimos con una proyección muy fuerte durante el siglo XVII, consolidaron diversas plazas de clérigos, así como vínculos locales. Los García remontan su origen en Saceda a la primera mitad de dicha centuria, cuando Francisco García, celebró nupcias con María García (viuda de Juan Martínez) en 1617. La boda se pudo efectuar, previa dispensa matrimonial, por existir “un tercer y cuarto y segundo y tercer grado de consanguinidad”, ya que los padres de Francisco eran Sebastián García y María García (vecinos de Portalrubio), así como los de su esposa María, Asensio García y María García (naturales de Valdemoro del Rey). De entre los personajes destacados de esta familia, y que vemos documentados en los libros de defunciones, tenemos a dos hijos de Ignacio García-Vaquero fallecido en 1682, quien fundó un vínculo y pagó un total de 520 misas, enterrándose en la sepultura de su padre Francisco, y que sitiaba en la capilla mayor. Su hermana Isabel muere en 1683, con manda de 574 misas. El referido Ignacio tuvo varios hijos, dos de los cuales estuvieron vinculados con el clero, remarcando en nuestro caso a José García-Vaquero, doncel que en 1699 falleció y al igual que su padre mandó 520 misas, además de ayudar a la construcción del Retablo Mayor de la Iglesia.

La familia Saiz-Mateo (Saiz a posteriori) fue también otra de las más importantes de aquellos tiempos. Su influencia en el ámbito eclesiástico, y su patrimonio acumulado les llevó a ser una de las más insignes. Resulta imposible obviar al Licenciado don Juan Mateo-Sánchez, y que llegó a ser canónigo de la Catedral de Coria. Del mismo modo que las casas anteriores, los Saiz o Sánchez mantuvieron enlaces muy estrechos con los López (López-Lobo) y Martínez (Martínez de Unda). Gracias a sus fundaciones y libros de vinculaciones conocemos numerosas genealogías que los conectan con labradores bien posicionados. Otra de las estirpes con la que establecerán nexos muy directos serán los Muñoz, propietarios agrícolas que en determinadas casas albergaron representantes destacados de la vieja sociedad sacedeña.


David Gómez de Mora


Referencias:

* Archivo Histórico Nacional. Catastro de Ensenada (1749-1756)

* Gómez de Mora, David (2018). Las Élites locales en la franja Este de Huete entre los siglos XVI-XVIII”. En: davidgomezdemora.blogspot.com

davidgomezdemora@hotmail.com

Mi foto
Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).