En diversas ocasiones
hemos comentado que Piqueras es un municipio donde la ganadería y la
agricultura sostuvieron la mayoría de las familias que habitaron este lugar
desde tiempos inmemoriales. Esto nos conduciría hasta la misma fundación
cristiana de la Edad Media.
Sobre ese enclave montañoso,
donde la rigidez de un clima frío en las estaciones de otoño e invierno acecha
a sus vecinos, se moldeó una sociedad local, que siguiendo con la pauta de
muchos entornos de su área geográfica, potenció un conjunto de alianzas
matrimoniales bastante herméticas.
Como ya hemos tratado
en multitud de ocasiones, el desarrollo de políticas natalistas de carácter
local, conducían a una mentalidad conservadora en la que se consideraba
necesario promover alianzas entre los vecinos del mismo enclave, en parte por
comodidad, así como también para que los bienes raíces heredados no se
dispersaran entre manos forasteras, sin olvidar que este tipo de hábitos se
efectuaban automáticamente siguiendo un principio de naturalidad, por
trasmitirse de manera mecánica generación tras generación.
Sobre ese escenario de
fondo, las pocas familias que habitaron Piqueras fueron aglutinando y
repartiendo sus bienes. Si hablásemos de medianos propietarios, y que en este
caso ocuparían los puestos más destacados del campo piquereño, son sin lugar a
dudas sus señores del lugar, los Ruiz de Alarcón, quienes acumulaban una mayor
cantidad. En este sentido popular fue la fortuna amasada por don García Ruiz
Girón de Alarcón, donde se concentraban viviendas arrendadas, trigales, campos
de cebada y cañamares.
Dentro de ese mismo
grupo social entrarían otros linajes locales, como es el caso de los Gil,
quienes siguiendo nuestras investigaciones sobre los Ruiz de Alarcón, sabemos
que generaron una línea segundona, procedente del referido párroco don García, hijo
de los III Señores de Piqueras, don Garci Ruiz de Alarcón y su esposa doña
Guiomar de Valencia y Girón. Tenemos constancia de que el capellán dejó descendencia por una
relación mantenida con la piquereña María Gil, tal y como ya reconocería en su
testamento uno de sus hijos, Fernando Ruiz Girón de Alarcón y Gil.
Los Gil fueron una casa
de labradores, que no sabemos si bien por su enlace con la casa de los señores,
o ya directamente por las tierras que éstos portaban, o incluso por una suma de
ambos factores, generaron la fundación de un conjunto de posesiones que los
convirtió en labradores acomodados. Veremos como a finales del siglo XVIII este
vínculo estará controlado por unos vecinos de Rubielos Bajos, fenómeno que por
norma general no era habitual cuando se acababa de crear la fundación, pero que
solía ser más corriente a medida que crecía la descendencia, y se multiplicaban
las generaciones que pudieran reclamar u opositar a su legítimo derecho de
posesión. Fundaciones como las de la familia Ruiz, Fernández, López o Barambio
estuvieron controladas mucho tiempo por nativos de Piqueras.
Resulta interesante el
caso del cura don Miguel Sánchez Abad, que volcó toda su herencia hacia la
familia de los Crespo, fenómeno que motivó un ascenso social de este linaje
recién llegado a Piqueras durante la segunda mitad del siglo XVI, permitiendo
la proliferación de diversas generaciones donde la familia se vio representada
por un párroco con estudios, y cuya influencia del linaje en el ámbito local les
ayudó a crecer de forma destacada. La mayoría de aquellas tierras estaban
dedicadas al cultivo de trigo, conociéndose sus dominios como el de los bienes
de “la capellanía de los Crespo”.
Tampoco deberíamos
pasar por alto otra familia de buena posición, los Barambio. Una estirpe de
religiosos y labradores, cuyo origen radicaba en el vecino Buenache, donde ya
eran famosos por su influencia y cargos dentro del ámbito eclesiástico. Los
Barambio crearon un vínculo de propiedades bastante grueso, que llegaba a
amasar una producción de unos 210 almudes de trigo en su mayoría, es decir,
cerca de unas 70 hectáreas, a las que se habían de sumar viviendas en lugares
privilegiados del municipio, y que si lo deseaban podían arrendar para sacar
mayor provecho. Los Barambio enlazaron con otras casas de pequeños labradores
del municipio que les dieron un mayor empuje, es el caso de los Lizcano o
Zamora, con los que mantuvieron políticas matrimoniales muy estrechas. La
fundación de don Matías de Barambio, cura de Piqueras, se formó en 1752.
Incluía la casa que hizo nueva en la plaza del pueblo, junto con más de 100
fincas. Su sobrino Matías de Barambio fue a quien se la adjudicó, para lo que
se desplazó desde Valera para asentarse aquí y dar origen al linaje de este
apellido que todavía perdura en la localidad. Don Matías (el sobrino) casó con
Ana Serrano Valero (también vecina de Valera), y fruto de este matrimonio
nacerá el siguiente poseedor de los bienes, su hijo Celedonio de Barambio
Serrano, marido de María Antonia López y López, con la que casó en 1774.
Piqueras
del Castillo. Verpueblos.com
En cuanto a la
presencia de pequeños propietarios con cantidades que comprenderían entre 15 y
30 hectáreas tenemos algunas familias, que genealógicamente están entremezcladas
con las anteriores. Ese será el caso de la línea no reconocida de los Ruiz de
Alarcón, quienes además de controlar de manera ininterrumpida la escribanía
municipal durante casi cuatro centurias, consiguieron fundar un vínculo, como
fue el caso de don Julián Ruiz de Alarcón y que tras ampliarse los convirtió en
medianos propietarios destacados, así como una de las casas más ricas e
influyentes del pueblo.
Será precisamente esta
familia la que llegado el siglo XIX despuntará, tal y como apuntaba de modo tan
acertado el piquereño Evelio Chumillas (2013, 212) “eran los mandamases del pueblo, el clan más influyente y respetado del
lugar. En el curso de tres generaciones, tuvieron al menos cinco Alcaldes,
cuatro secretarios, un juez de paz, tres maestres… etcétera. Y concentraron
casi todo el poder municipal -que era poco- en sus manos; pero lo mismo habría
sucedido (presiento) de haberse tratado de una ciudad más importante”.
Tenemos constancia que
la familia Nieves llegó a poseer un vínculo en tiempos antiguos de más de 25
hectáreas. Igual de interesante es el caso de los Fernández, cuya fundación no
distará mucho de los anteriores, y acabará recayendo en los Martínez nativos de
Piqueras. Del mismo modo que con el resto de tierras cultivadas, el trigo era
la producción agrícola más extendida entre los campos de la localidad.
Por otro lado los
López, a través del labrador Manuel López y López, comenzaban a tener un papel
importante en la explotación de gramíneas. Con sus 45 almudes, básicamente centrados
en trigo, gracias a la fusión de tres pequeñas fundaciones reclamadas, entre
las que se hallaba una de los Cano y otra de los Fernández de Peralta, la
familia de Manuel iba prosperando. No debemos olvidar las propiedades de Isabel de
Moya y de Buedo, que se agruparon en un vínculo a finales del siglo XVI,
estando en posesión durante mucho tiempo de sus descendientes de Barchín del
Hoyo, la familia de los Cambronero.
David
Gómez de Mora
Referencias:
* Archivo Diocesano de
Cuenca. Capellanías y fundaciones de Piqueras del Castillo (1759-1769). P-2593,
Sig. 130/13
* Moreno Chumillas,
Evelio (2013). Crónicas de Piqueras.
Bubok Publishing, SL.
* Gómez de Mora, David
(2018). Las élites locales de Piqueras
del Castillo siglos atrás. Notas personales y apuntes genealógicos. En:
davidgomezdemora.blogspot.com
* Gómez de Mora, David
(2019). Los Lizcano y los Ruiz en
Piqueras del Castillo. Apuntes históricos de dos linajes locales con solera.
En: davidgomezdemora.blogspot.com
* Gómez de Mora, David
(2019). Linajes, tradicionalismo y forma
de vida en la sociedad local de Piqueras del Castillo durante los siglos
XVI-XIX. En: davidgomezdemora.blogspot.com