Uno de los personajes más destacados del Villarejo de la segunda mitad del siglo XVI y sobre quien se ha escrito muy poco, será la esposa de don Perafán de Ribera, Señor de Villarejo de la Peñuela, Cabrejas y Valmelero. Parada (2010, 103) ya nos informa de que ésta era hija de Hernando de Cuenca (Sánchez de Cuenca en otros documentos), y doña María de Pisa, originaria de Almagro.
Doña Isabel fallecía el 29 de mayo de 1564, con una serie de mandas propias de una persona vinculada a la nobleza acomodada. Solicitó misas con novenario, letanías, y vigilia diaria con presencia de ocho clérigos. En total mandó medio millar de éstas, un centenar por la memoria de sus padres y las 400 restantes por su alma. Todo sin olvidar la clásica ofrenda de pan, vino y cera sobre su sepultura que se había de producir de forma permanente, con misa de rogativa los domingos.
Ahora bien, ¿qué sabemos realmente sobre los Pisa?. Al respecto, Parello aporta datos de interés (1999), indicándonos que se trataba de un linaje judeoconverso almagreño, que durante el siglo XV parte su tronco de don Juan Rodríguez de Pisa. Personaje que dejará una nutrida descendencia, y de la que muy probablemente procederá la referida Señora de Villarejo. Veremos como la familia ya comienza a moverse por la Alcarria Conquense desde inicios del siglo XVI, así sucederá con Manuel de Pisa, de quien Parello (1999), nos informa que era bachiller en leyes, teniendo entre sus hijos a un Juan Rodríguez de Pisa, quien fue vecino de Cuenca, además de Regidor, guarda mayor y procurador, o García de Pisa, regidor de Huete. Otro hermano de Manuel fue Miguel de Pisa, quien tendrá por hijo a Julián de Pisa, abogado en Huete por las mismas fechas.
Como tan acertadamente define Velasco (2013, 250) en su artículo dedicado a la historia de las generaciones iniciales de este clan, veremos como se nos informa de que “las primeras noticias que tenemos de la familia Pisa nos trasladan a las últimas décadas del siglo XV en Almagro. Prontamente los vemos actuar sobre tres ejes que les permitían influir en su entorno: la riqueza de sus negocios vino acompañada por una progresivamente mejorada posición, primero económica (que permitiría estudios universitarios y un temprano control de oficios municipales mediante la venalidad de cargos) y después social, basada en relaciones de parentesco. Posteriormente, entraba en juego la vinculación de bienes de sus grandes fortunas y posesiones raíces, que se había aprobado en Toro en 1505, oportunidad jugosa que se ofrecía perfectamente a hacer pensar, con el tiempo, que esos vínculos se poseían por nobleza; en especial si se completaba con otras estrategias que ayudaran al prestigio y distinción del linaje (como la fundación de patronatos con beca o capellanías, u obras pías con una renta asignada para segundones y sobrinos, a veces con normas muy estrictas sobre el orden y condiciones de los beneficiarios). Por otro lado, la política matrimonial –especialmente de las hijas– fue el eje axial de las estrategias familiares, pues permitían establecer relación con otros linajes con intereses comunes, adaptados a las necesidades de cada momento (grandes propietarios con ambiciones nobiliarias, familias empobrecidas de la oligarquía, concentración patrimonial mediante matrimonios consanguíneos…)”.
El linaje sigue un patrón clásico de proyección si nos atenemos a sus orígenes, donde normalmente comenzamos con un primer personaje perseguido o sentenciado una vez muerto, en donde no hay rastro de ninguna nobleza como la que posteriormente la familia acabará invocando con tal de promocionar su nombre, y esconder un pasado que a los ojos de la época era algo sumamente deshonroso. Así pues, sobre el progenitor que tenemos referenciado, se nos dice que “Juan Rodríguez de Pisa, que había muerto en 1461, fue condenado y penitenciado por la Inquisición, acusado de herejía, en 1485. Este hecho trastocaría para siempre la vida de sus descendientes, que trataron de ocultarlo por todos los medios” (Velasco, 2013, 250). A partir de ahí, y como solía ser habitual, la familia al disponer de posibles y una buena red de contactos, comenzaría a gestar un conjunto de políticas matrimoniales endogámicas que siempre les solían resultar beneficiosas, manteniendo así su estatus y conseguir ir medrando con el trascurso de las generaciones. Obviamente que una mujer como doña Isabel casara con el Señor de Villarejo, es una prueba más que refleja en qué esfera social se movían lo Pisa por aquellas fechas, y es que como bien ha definido la autora anterior en su título sobre el estudio de este linaje, los Pisa pasarán de financieros, a convertirse en miembros de una nobleza titulada que los emparentará con muchas de las grandes casas de una aristocracia, pero sobre las que muy sabidas eran las manchas judeoconversas que arrastraban bastantes de sus integrantes.
Sobre el padre de doña Isabel también hay poco que añadir, y es que los Cuenca eran por aquellos tiempos un linaje bien aposentado en la ciudad de Huete, con unas tachas muy similares, ya que igualmente procedían del mundo judeoconverso, tras haber ennoblecido y mutado sus atributos socio-religiosos durante el siglo XV. “Tuvieron capilla y enterramiento en la parroquia de San Nicolás de Almazán, con escudo de armas en que se veía un cáliz bajo veneras y un águila dorada” (Parada, 2010, 103).
David Gómez de Mora
Bibliografía:
* Archivo Diocesano de Cuenca. Libro I de defunciones (1557-1578), Sig. 113/13, P. 2124
* Parada (de) y Luca de Tena, Manuel (2010). “Naturales y vecinos de la ciudad de Huete que pasaron a Indias durante los siglos XV y XVI”. Revista de la CECEL, 10, 2010, pp. 91-134
* Parello, Vincent (1999). “Sociología conversa en los siglos XV y XVI: La dinámica de las familias manchegas”. Sefarad Vol. 59, Fasc. 2 (1999)
* Velasco Tejedor, Rocío (2013). “De financieros judeoconversos a nobleza titulada. Las estrategias de ascenso social de la familia Pisa (siglos XVI – XVII)”. Historia y Genealogía Nº3 (2013), pp. 243-261