A lo largo de los últimos cien años el paisaje de Vinaròs ha cambiado de forma drástica, algo que se irá produciendo paulatinamente a través de la alteración de numerosos elementos arquitectónicos y que por desgracia albergaban parte de la esencia por la que se caracterizó el quehacer diario de nuestros ancestros.
Ni que decir tiene que el aspecto de la franja litoral que quedaría dentro del casco urbano, no tendrá nada que ver con la imagen de la playa que esta localidad poseía siglos atrás. Simplemente basta observar como desde la zona de Aigua Oliva hasta Sòl de Riu se levanta una plataforma acantilada que dependiendo de la zona en la que nos encontremos, irá variando con una mayor o menor potencia. Es por ello que si nos ceñimos a un análisis detallado de esta cuestión dentro de lo que sería la parte septentrional del área urbana (donde entraría el área del antiguo barrio de pescadores), observaríamos como décadas atrás todavía afloraban resquicios rocosos de un antiguo acantilado, fruto de una extinta línea serpenteante conformada sobre salientes y entradas encastadas por cantos rodados, que a pesar de contar con una potencia baja, en algunos puntos ofrecía niveles que oscilaban entre los dos y tres metros de altura.
Sin lugar a dudas ese era el verdadero litoral de Vinaròs, un relieve costero accidentado, del que todavía la cartografía histórica nos ofrece ciertas pistas, además de algún topónimo que la memoria oral ha fosilizado, es el caso de la antigua platgeta del Fart, ubicada en un entrante de lo que hoy es el Passeig de Fora Forat.
Desde el punto de vista geográfico, cabría hacer una serie de distinciones entre lo que sería el antiguo casco urbano, y los barrios periféricos que como arrabales se irán asentando en sus inmediaciones. Es ahí pues donde deberíamos insertar el que se conocía popularmente como de los marineros o Sant Pere, el cual iría experimentado un crecimiento voluntario, pero manteniendo cierto “orden” al adaptarse a las zonas del margen fluvial por donde discurrían una serie de barrancos que influirían en su distribución.
Por otra parte, tendríamos una franja externa adyacente, y que quedaba “fora del forat”, un paisaje de huerta litoral, tan característico de los emplazamientos rurales costeros donde la noria y las balsas eran construcciones características que se acompañaban con sus respectivas casetas de campo, en las que el agricultor se tomaba su merecido descanso debajo del porche. Parcelas separadas por una red de acequias que daban todavía más personalidad a un entorno del que los más mayores todavía conservan buenos recuerdos.
El barrio de los marineros de Vinaròs era una zona modesta, apartado del centro urbano. Encarado hacía el mar, y del que sus moradores vivían simbioticamente. Las casas eran de fábrica simple y muy próximas a la línea de playa.
Respecto al topónimo Fora Forat, sabemos por una referencia que cita Joan Bover, que éste aparece documentado en el año 1773, al darse licencia al Justicia, Procurador y Síndico de la villa para su uso como embarcadero tras haberse estropeado el que tenía la población. Teniendo en cuenta que la etimología se remonta al siglo XVIII, queda claro que su designación es anterior al periodo de las guerras carlistas, hecho que descartaría algunas teorías románticas que buscan vincular su origen toponímico con sucesos posteriores en el tiempo.
Los habitantes de aquel antiguo barrio eran los foriños, moradores de un sector urbano que agolpaba a las familias de marineros, distribuidos entre la zona donde hoy están las calle de San Pedro y las Almas.
La parte que quedaba más al norte de la calle las almas era una franja dedicada a tierras de huerta, donde algunos propietarios poseían sus norias. Un espacio que siglos atrás quedaba fuera del sistema amurallado.
Ese barrio aislado por barrancos y zonas de escorrentía, atesoraba cierta personalidad. Y es que hemos de recordar como desde la antigua calle del barranco (calle de San Pascual), se encajaba una rambla que antaño tenía su desembocadura sellada por una restinga donde el agua quedaba aislada del mar. Una zona de marjal y que le valió el nombre de barranc del Estany.
Intuimos que la evolución de su trama urbana arrancaría a partir del siglo XVII entre el espacio que quedaba sobre los barrancos de la calle San Pascual y una rambla ubicada en la zona de la calle de las Almas, comenzando a levantarse de forma paralela al barranco diferentes casas que rellenando y colmatando ese espacio buscarían una proximidad a su lugar de trabajo. El barrio crecería por naturaleza hacia al norte, dando luego pie a lo que sería estrictamente la calle de las almas, así como una serie de viviendas frontales que miraban de cara al mar, y que harían de avanzadilla, ante la disponibilidad de un terreno que todavía estaba sin urbanizar.
Mientras tanto nuestra hipótesis urbanística nos hace pensar que las residencias pudieron distribuirse hacia arriba de la parte norte de la calle San Pascual y zona sud de un barranquillo que hoy sería la actual calle de San Sebastián, de manera que se iría aterrando la superficie, conectando con la línea de la actual calle de las almas, donde ya se habrían alzado varias viviendas pegadas contra la zona de playa, justo en la parte que quedaba más al norte.
David Gómez de Mora