El Catastro de Ensenada indica que durante el año 1752, en El Picazo vivían 281 familias, de las cuales 21 se dedicaban al oficio de arriero. Lo cierto es que la cantidad comparada con otros municipios es bastante elevada, de ahí que la arriería pudo ser una característica más de la economía local que incentivó la proyección de algunas familias afincadas en este lugar. Además, cabe recordar que tanto aquí como en Sisante, tuvieron un peso importante los empleados en el transporte de mercancías hacia lugares en los que había una demanda garantizada de productos básicos, tal y como era por aquel entonces la producción de vino y trigo, siendo por ejemplo este el caso de la ciudad de Madrid. Hecho que ya nos comenta en su estudio Benedicto Collado, y que explicará como llegaron a medrar socialmente casas de picaceños como la de los Jiménez.
A pesar de haber consultado algunos de los libros parroquiales de la localidad, y que se hallan en el fondo del Archivo Diocesano de Cuenca, resulta imposible no citar el gran trabajo de recolección genealógica efectuado por los hermanos Collado, además del referido libro publicado años atrás por Benedicto, donde su autor trata a lo largo de diferentes apartados, el trascurso de la historia del Picazo desde sus orígenes más remotos hasta entrado el siglo XX. Una obra fundamental de obligada consulta para quien desee indagar sobre cualquier aspecto que concierna a este pueblo.
En el caso que nos ocupa intentaremos analizar la importancia que en ocasiones llegaron a tener las políticas matrimoniales, partiendo del interés en que un oficio se extendiera o estuviese relacionado con el resto de parientes que formaban el núcleo familiar. Los arrieros transportaban mercancías a diferentes lugares que iban desde la misma provincia conquense hasta el territorio levantino o en dirección hacia el interior peninsular. En ese sentido desde El Picazo surgirán una serie de linajes, que acabarán especializándose y transmitiendo el oficio de padre a hijo, a pesar del árduo y sacrificado esfuerzo que suponían aquellas travesías en las que el arriero se desplazaba con su recua por caminos tortuosos, polvorientos y pocas veces no exentos de peligros.
Recordemos que en muchas ocasiones los arrieros no eran simples transportadores de mercancías, ya que ejercían como verdaderos hombres de negocios de la época, es decir, un conjunto de comerciantes que alimentaban las profesiones liberales, con las que creció y se consolidó la burguesía local de tantísimos lugares del país. Con la definición de carreteros, muleros o acemileros podemos ver una misma definición para esta ocupación.
Cabe decir que las caballerías en El Picazo por aquellos tiempos normalmente solían estar tiradas por mulas (si eran caballerías mayores), así como menores en el caso de llevar asnos. El mulo era sin lugar a dudas el preferido por los profesionales de este gremio, ya que era más dócil y soportaba una mayor carga de peso respecto al asno, no obstante podían combinarse en trayectos largos.
El traslado de estas caballerías solía hacerse en forma de cordón o fila india, siendo el primero del grupo aquel animal más dócil y lleno de experiencia, al cual se le cargaba un cencerro o cascabeles para que así guiara al resto del grupo.
En el caso del Picazo, además de mulas y asnos, también se hacía uso de los bueyes, quienes además de las labores agrícolas, se podían emplear para el desplazamiento de carretas. Así pues en 1752 la población contaba con 45 bueyes, de los cuales 38 trajinaban con 16 carretas. Si hablamos de caballería mayor, en El Picazo preferían la mula antes que el caballo. No obstante, aquí la mayoría empleaban el asno.
Los Martínez involucrados con este oficio, descenderán mayoritariamente de un mismo tronco genealógico, y que será el representado por Benito Martínez Villena y su esposa Catalina Martínez, surgiendo del mismo diferentes integrantes que se volcarán mostrando su apoyo al bando noble de los Montoya y Villanueva tras los conflictos acaecidos con el paso de los siglos.
Uno de los hijos de Benito y Catalina fue Gabriel Martínez Moya, quien en 1597 celebró sus nupcias con María Saiz, dejando una importante descendencia que llevará este apellido en la localidad. De entre sus familiares destacarán los entronques con la casa de los Jiménez-Granero, como con los Granero-Sevilla, además de los referidos Jiménez, quienes como luego veremos, serán la otra línea principal de arrieros que había en el lugar. Remarcable era la rama de Benito Martínez Villena, involucrada también en el alboroto de los bandos. Dicho personaje fallece en 1696 con pago de 115 misas. Su padre, Benito Martínez Saiz murió como su mujer Ana López, en 1665 con pago de 102 misas.
Tampoco podemos olvidar a Teresa Martínez, mujer de Andrés Jiménez, y cuya descendencia entablará alianzas con los Granero. Teresa (la esposa de Andrés), falleció en 1676 con pago de 226 misas, mientras que su hija de igual nombre y apellido, lo hizo cinco años antes con manda de 200 misas.
Los datos sobre arrieros que hemos podido recoger abarcan el periodo de mediados del siglo XVIII, no obstante, queda claro que no es casual como este tipo de políticas matrimoniales entre dichas familias viene arrastrándose desde mucho antes, lo que partiendo de que por tradición bastantes veces los oficios se acababan transmitiendo de padres a hijos, nos lleva a pensar que muchos de los componentes de estas familias, ya venían ejerciéndolos desde antes de la reseña que efectúa el Catastro de Ensenada, de ahí que no sería descabellado plantear que en algunos casos nos encontremos antes verdaderas sagas de arrieros con varios siglos de historia.
Entre los integrantes de esta agrupación de arrieros, tenemos reseñas precisas gracias al Catastro de Ensenada, de donde extraemos que Pedro Martínez Sevilla tenía tres caballerías menores, así como José Martínez Andrés otras seis de las mismas características. La de su hermano Francisco era de dos caballerías menores, mientras que la de Juan de Olivares se complementaba con una caballería mayor y seis menores. Benito Saiz tenía dos caballería menores, Miguel Parreño cinco de la misma clase y Lucas Martínez Villena una mayor y otra menor.
Otra de las familias dedicadas al oficio era la casa de los Granero, quienes entroncarán en sucesivas ocasiones con los Jiménez. La línea afincada en Alarcón estaba reconocida como integrante de la nobleza local, de ahí que una de sus líneas entroncará con otros linajes del mismo municipio, tal y como sucederá con los Zapata, Lorca y Velázquez de Cuellar. En ese sentido especialmente destacará la descendencia de Lucas Granero y María Rabadán, y que volverá a reiterarse con otras líneas de Granero asentadas en El Picazo.
Los Granero desde su origen fueron una familia acomodada, que sabrá mantener su posición trascurridos los siglos, pues tal y como ya nos indica Benedicto en 1745, “cuando el Ayuntamiento quiso realizar un reparto entre todos los vecinos para pagar el sueldo del médico, se opusieron los nobles y los más ricos, encabezados por D. Francisco Portillo Pacheco, D. Mateo Jerónimo Villanueva y Francisco Granero Cisneros” (Collado, 2004, 257). Este Francisco que fue alcalde de la población en 1740 y 1747, era descendiente directo de su homónimo y que también ostentó idéntico puesto en la localidad durante 1660, Francisco Granero Cisneros, el marido de María López Agraz, fallecido en 1695 con pago de 132 misas. Descendiente del mismo tronco fue el Licenciado Roque Granero, presbítero de la localidad, fallecido en 1732, con manda de 260 misas.
Sobre Juan Granero, marido de Leonor Benítez, Benedicto Collado nos señala que el 20 de enero de 1637, otorga junto con su esposa, una escritura de censo a favor de la Pía Memoria que fundó Don Diego de Andrade, cura de la Santísima Trinidad de Alarcón.
La familia Granero-Sevilla, es otra de las líneas fuertes que nacerán en la localidad. Sus orígenes documentados a través de los libros de matrimonios, nos conducen hasta Juan Sevilla, marido de María García. A partir de ese enlace comienzan a surgir descendientes que intercalarán la forma Granero, Granero-Sevilla o Sevilla. Entre éstos veremos diferentes arrieros, que mantendrán políticas matrimoniales con gentes agrupadas dentro del mismo gremio.
La vinculación de los Granero con los Muñoz tampoco será un hecho casual, pues la casa de los últimos procedía de Sisante, donde también ejercieron el oficio de transportadores de mercancías, lo que nos hace suponer que ya desde el siglo XVI algunos de los miembros se dedicarían a los mismos quehaceres.
Como decíamos anteriormente, uno de los linajes que entroncó con los Granero fueron los Jiménez, quienes acabarían expandiendo su prole con el trascurso de las generaciones. Éstos en origen nos conducirían hasta Andrés Jiménez Chumillas, nacido alrededor de mediados del siglo XVI en Zafrilla, y que tras casar con Agueda Martínez dejará una notable descendencia que en algunas de sus líneas acumulará bastantes bienes. Siendo ejemplo de ello la casa de los Jiménez Cisneros, y que veremos en la figura de Alonso Jiménez Cisneros y su esposa Ana Granero Muñoz (enlace donde de nuevo se fusionan tres de los linajes que aquí describimos). Juan Jiménez, fallecido en 1702, y marido de María Rabadán, mandó un total de 352 misas.
Otra de las líneas que destacará será la del transportista y comerciante Francisco Jiménez, quien a finales del siglo XVIII alzará una bonita vivienda en la calle San Mateo, dándole si cabe más renombre a su familia. Su hija doña Elvira Jiménez, casó con el que años más tarde fue el alcalde de la localidad. El padre de Francisco (Andrés Jiménez), además de las tierras, también se dedicaba al transporte de mercancías, pues disponía de varios animales para desempeñar su actividad laboral. Así lo refleja el Catastro de Ensenada, cuando nos informa que tenía una caballería mayor y dos menores, sin olvidar la fuerza animal de su hijo Francisco, quien a principios del siglo XIX, poseía cuatro mulas de labor y tres de recua. Andrés Jiménez falleció en 1684 con pago de 156 misas, éste era primo hermano del bisabuelo del mismo Andrés Jiménez, que trabajando como arriero aglutinó una riqueza importante.
Además de los Jiménez, veremos como las familias que entroncan con éstos tampoco se quedaban atrás, pues si Diego García poseía dos caballerías menores, José Lucas tenía tres de la misma clase, así como otros entre los que estaba Alonso Martínez Blanco Granero poseían dos mayores y cuatro menores, o su cuñado Patricio García Granero que tenía cuatro caballerías menores.
Valgan estos datos para reflejar una parte de los intereses económicos que inmiscuyeron a un sector del vecindario de esta localidad, y que sirven para entender mejor la importancia de las políticas matrimoniales en enclaves rurales con una baja presión demográfica, donde los intereses vinculantes con la economía local eran decisivos a la hora de entender las agrupaciones familiares, originadas con el paso del tiempo.
David Gómez de Mora
Bibliografía:
-Archivo Diocesano de Cuenca. Libro I de testamentos y entierros de la parroquia del Picazo (1566-1610). P-2739.
-Archivo Diocesano de Cuenca. Libro II de testamentos y entierros de la parroquia del Picazo (1611-1666). P-2740.
-Archivo Diocesano de Cuenca. Libro III de testamentos y entierros de la parroquia del Picazo (1666-1684). P-2741.
-Archivo Diocesano de Cuenca. Libro IV de testamentos y entierros de la parroquia del Picazo (1684-1708). P-2748.
-Archivo Diocesano de Cuenca. Libro V de testamentos y entierros de la parroquia del Picazo (1708-1734). P-2749.
-Biblioteca Nacional de España. Catastro del Marqués de la Ensenada. Municipio: El Picazo (Cuenca), año 1752.
-Collado Fernández, Benedicto (2004). Picazo, un lugar en tierra de Alarcón. 373 páginas.
-Collado Fernández, Benedicto y Collado Fernández, Ricardo. Genealogías del Picazo. Elpicazo.net
-Gómez de Mora, David (2019). “Los Granero, Jiménez, Martínez y Muñoz del Picazo”. En: davidgomezdemora.blogspot.com