domingo, 22 de septiembre de 2019

Breves notas sobre familias de caballeros hidalgos en la franja Este de Huete

El pasado 27 de septiembre del año 2018 publicamos un artículo donde se redactó un modesto compendio sobre las familias más importantes que habitaban el área periférica del marco geográfico de la ciudad de Huete. Un entorno con una importancia destacada siglos atrás, donde a pesar del escaso peso demográfico existente si se compara con otros puntos de nuestra península, pudieron consolidarse diferentes localidades, que potenciadas a través de un conjunto de familias, y que mayoritariamente se adscribían a lo que denominaríamos como la pequeña burguesía rural, jugaron un papel crucial en el desarrollo de los engranajes de la economía local de aquellos tiempos, puesto que en muchos casos eran propietarios de un patrimonio rústico que representaba la verdadera riqueza albergada por este territorio. 

Desde ese modesto, pero influyente entorno de poder, algunas familias, bien a través de sus influencias dentro del clero, o simplemente por sus lazos con gentes de un estatus superior, generaron un entramado social, que permitió el afloramiento y reconocimiento de varios linajes, que a pesar de no extender sus dominios más allá del ámbito municipal y comarcal, pudieron ingresar en el eslabón de lo que designaríamos como la pequeña nobleza. 

Estos linajes que en un momento concreto de su historia medraron de forma satisfactoria y reclamaron una superioridad social que se les fue reconocida (bien por la confirmación que otorgaba una ejecutoria de hidalguía, por su ingreso en una orden de caballeros, o simplemente, por haber demostrado su vinculación con familiares de un mismo apellido que se extendían por otros pueblos de los alrededores donde su reputación era incuestionable), les sirvió como un privilegio personal, que trascendía mucho más de la suerte que suponía no haber de pechar. 

Sobre ese contexto, y especialmente a lo largo de los siglos XVI y XVII, un conjunto de linajes se catapultaron en un espacio intermedio que se encajaba en un lugar preciso, posicionado por encima de las familias de la burguesía local, pero que estaba por debajo de quienes eran los señores del lugar, llegando en ocasiones a ofrecerles vasallaje o emparentando con ellos en el mejor de los casos. En esta ocasión, de forma breve, hemos querido referirnos a algunas de esas familias, que enmarcaríamos entre los municipios que comprenden el área de La Peraleja, Saceda del Río, Carrascosilla, Caracenilla y Villarejo de la Peñuela. 

Empezando con la primera localidad, notable fue el pasado de algunas casas allí asentadas, tal y como sucedió con los Suarez-Carreño, Daza, González-Breto, Oliva y Patiño. Sin lugar a dudas la escala de proyección de estos linajes en su mayoría consiguió sobrepasar el ámbito municipal, integrándose entre las líneas más fuertes asentadas en la capital de la Alcarria conquense: Huete. 

Sabemos que los Suárez-Carreño durante el siglo XV llegaron a ser alcaides de la fortaleza de esta población, demostrando con pruebas de nobleza que se adentraban documentalmente hasta lo que conocemos como el final de la Edad Media, una dilatada historia, que dejando la puerta abierta a una hipotética relación con un linaje de idéntico apellido que habría de llevarnos según sus tradiciones hasta tierras asturianas, los convirtió por aquellas fechas en uno de los linajes más importantes del lugar. Fenómeno parecido ocurría con los Daza, otra familia de peso entre la nobleza optense, y que como los Patiño supieron sacar rédito de su estatus. 

En un grupo parecido tendríamos a los Oliva junto con los González-Breto, estos últimos representantes de un linaje numeroso, que les permitió ser una de las cabezas visibles de los caballeros hidalgos que existían en el cabildo optense durante muchos años. 

Armas de los Daza de Huete y de La Peraleja. Imagen de heraldica-hispana.com 

En Saceda del Río la situación guardaba un enorme paralelismo con La Peraleja, pues mientras pequeñas casas de la nobleza local como los Felipe no se movían de su marco natural, otros como los García-Vaquero habían conseguido despuntar fuera de Portalrubio, entablando alianzas con gentes de un nivel social similar o incluso superior. Tampoco se nos ha de escapar el caso de los Martínez (apellidados a posteriori como Unda), puesto que tras ennoblecer a finales del siglo XVIII, pretendieron remontar sus raíces hasta las tierras vascas, donde existía un linaje portador de idéntico nombre. 

La historia podía parecer diferente en Carrascosilla, donde la baja densidad demográfica y un conjunto de políticas erróneas llevadas por parte de sus señores, pusieron en riesgo su propia existencia en más de una ocasión. Familias como los Graciano y Gaona tenían un reconocimiento nobiliario que ensombrecía el del resto de habitantes, pero que en sus lugares de origen si consiguieron demostrar (es el caso de los Cantero o los Agraz de Gernika). El caso de los primeros ya fue estudiado por el cronista oficial de la Ventosa, así como el de los Agraz fue sonoro durante la segunda mitad del siglo XVI, cuando llegaron a exigir en Huete su incorporación dentro del Cabildo de Caballeros de la ciudad, como legítimos descendientes de nobles que decían ser. 

Más hacía el sur, en un pequeño municipio, pero con una cantidad considerable de familias con patrimonio, teníamos a la línea de los Alcázar, que si bien no fueron identificados como miembros del estado noble, entroncaron con diferentes familias que si lo eran, y de las que se tirará de sus apellidos. Así sucedió a través de los Arcas y los Montoya, empadronados en Huete como miembros de este grupo social. 

Tampoco se nos debería de pasar por alto la situación de los Albendea, y que en Caracenilla solaparán su apellido bajo la forma Pérez de Albendea, arrastrándonos sus raíces hasta la vecina localidad de Verdelpino, donde eran una de las familias más fuertes, y cuya hidalguía en Huete era indiscutible. Los León eran otro de esos linajes de la nobleza municipal, que en Valdemoro del Rey ya gozaba de un largo recorrido. Más modesta podría habernos parecido la situación de Villarejo de la Peñuela, pues la presión ejercida por sus Señores complicaba toda operación de medraje social por parte de sus habitantes. No obstante, veremos apellidos y líneas que fuera del lugar, alcanzaron su reconocimiento como hidalgos, así lo apreciaremos en el caso de los Molina, de la Peña y Rincón.


David Gómez de Mora

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).