Durante el siglo XVII Carrascosilla era un pequeño lugar que había pasado por las manos de diferentes señores que desde sus haciendas solariegas afincadas en ciudades como Huete, gestionaban un amplio patrimonio agrícola que les proporcionaba la figura del mayorazgo. Este en buena medida se encontraba arrendado a diversos linajes de labradores, que siguiendo con sus obligaciones como renteros, intentaban salir adelante en busca de un balance positivo lo suficiente apto para mejorar su calidad de vida, no obstante, tal y como veremos, aquella situación no siempre llegaba a resultar provechosa. Desde la modestísima administración de Carrascosilla, aquellos campesinos eran gente que adquirieron cierta notoriedad, ya que sus intereses estaban subyugados a los acuerdos establecidos en un enclave donde quedaba poca tierra disponible para uso personal, tras insertarse una parte de la misma dentro de los inamovibles dominios estáticos que protegían aquellas figuras de fundaciones patrimoniales. Conocemos el caso de agricultores independientes que aglutinaban tierras de las que sacaban rédito, sin necesidad de rendir cuentas a familias como los Sánchez de Amoraga y posteriormente los Galindo-Piquinoti, caso que apreciaremos con los Gascueña, Jarabo, Rodríguez de la Encina y Graciano (entre otras).
Es cierto que Carrascosilla era un entorno frágil desde la perspectiva económica, pues contaba con pocos recursos que le hicieran presagiar un futuro prometedor. Por un lado seguía fallando su ubicación, al quedar apartada de las principales redes de comunicaciones que existían en esta franja del extrarradio optense, y eso que el pueblo no estaba levantado en una área geomorfológicamente accidentada, pues no olvidemos que esta aldea lindaba con enclaves en los que había una presión demográfica aceptable, es el caso de la referida ciudad de Huete, y que en cuestión de una hora y media podía recorrerse a pie (unos 8 kilómetros), siendo además dependiente de la misma. Tampoco podemos obviar Saceda del Río, y que quedaba un poco más cerca, pues a menos de seis kilómetros, podía cubrirse el trayecto con la ayuda de un animal de carga en menos de una hora. Obviamente esto explicará la relación tan estrecha que históricamente ha existido entre ambas localidades. Por otro lado, Caracenilla distaba a 10 kilómetros, mientras que Bonilla rebajaba en una hora y cuarto los siete kilómetros que las separaban. Tampoco podemos olvidar la ausencia de grandes afloramientos de agua, factor en nuestra opinión clave para entender la falta de un crecimiento que cambiara en algún momento el destino de este lugar, pues todavía a mediados del siglo XIX la cifra de habitantes a duras penas no sobrepasaba las 80 personas.
A día de hoy, en este lugar deshabitado, todavía podemos apreciar la surgencia de un manantial anexo al poblado, pero que debido a su mala calidad, era únicamente destinado a uso animal, además, su principal arteria fluvial era un modesto torrente que todavía recibe el nombre de arroyo Onorio. Contando únicamente con un pozo, y que era el principal reservorio de agua que complementado con aljibes sustentaba el consumo de los habitantes en épocas pasadas.
Sobre las gentes que habitaron sus calles, conocemos el caso de los Arana, quienes estaban emparentados con los Agraz, así, Juan de Arana, alcalde ordinario en los años setenta del siglo XVII y rentero de los Amoraga, era hijo de Asensio de Arana y María Cantero. La familia Arana procedía en origen de Canalejas, mientras que los Agraz nos conducían hasta la ciudad de Huete. Sabemos que durante el siglo XVIII tanto los Cantero como los Arana se mudarán hacia la localidad de Saceda del Río, cuestión que por ahora no hemos podido investigar a fondo, pero que nos revela como estas familias se movían dentro de un mismo espacio geográfico, sin necesidad de recorrer grandes distancias. Sobre sus hijos tenemos claro que José de Arana casaría en 1696 con Catalina Mateo, mientras que un hermano de este, Antonio de Arana, lo haría con la sacedera María Felipe. Las políticas matrimoniales entre Saceda y la Ventosa fueron más estrechas de lo que podríamos imaginar. Al respecto nos parece interesante la familia de los Cantero, quienes por aquel entonces tenían como principal cabeza del linaje a Sebastián Cantero, alguacil de Carrascosilla e hijo de Francisco Cantero y María del Rincón. Será precisamente su nieto Sebastián Cantero, marido de doña María de Sevilla y Mochales quien seguiría dejando parte de la descendencia familiar. María tenía por tío al presbítero y beneficiado de la parroquia de San Salvador de Cuenca, don Juan Manuel de Mochales. Por otro lado, el hijo de ambos, Sebastián Cantero de Sevilla, lo tenemos documentado como diputado local y hombre de confianza de los propietarios más ricos de Saceda del Río, los Martínez-Unda.
David Gómez de Mora
Bibliografía:
* Archivo Eclesiástico de Huete. Libro I de bautismos, matrimonios y defunciones de Carrascosilla (1550-1693).
* Archivo Eclesiástico de Huete. Archivo Eclesiástico de Huete. Libro III de matrimonios de Saceda del Río.
* Gómez de Mora, David (2018). “Las élites locales en la franja este de Huete entre los siglos XVI y XVIII”. En: davidgomezdemora.blogspot.com
* Gómez de Mora, David (2020). “Los Mochales y los Sevilla en Saceda del Río”. En: davidgomezdemora.blogspog.com