Una de las fuentes de información de mayor relevancia con la que contamos para reconstruir parte de la historia de esta localidad es su fondo parroquial, y que como ya hemos comentado en alguna ocasión se halla custodiado en el Archivo Diocesano de Cuenca, conservando mayormente parte de lo que era la antigua colección de volúmenes sacramentales que a lo largo de los siglos fueron anotando los curas de la Iglesia de San Bartolomé. Sin lugar a dudas una referencia esencial para conocer un modesto vecindario con el trascurso de las centurias, que a través de detalles como las últimas voluntades y distintas alianzas matrimoniales que se irían celebrando entre sus gentes, nos refleja parte del modo de vida que desempeñaron muchos de nuestros ancestros.
Al respecto hemos estudiado con bastante detalle lo que sería el segundo libro de defunciones, pues en el mismo aparecen datos de interés que nos hablan sobre algunas de las familias más importantes del municipio. Ejemplo de ello son los Sainz, Sanz, Saiz o Sánchez, idéntico linaje y que como podemos apreciar se escribirá de distintas formas. Los Sainz fueron entablando relaciones que crearían varias ramas del linaje, como ocurrirá con la de los Saiz-Grueso, una de las más prósperas del lugar. Conocemos el caso de María Saiz, fallecida en 1583 y casada con un labrador de esta misma estirpe (fol. 24 y 24-v.). Según su partida, María haría su testamento ante el escribano de Valdecolmenas de Arriba Domingo de Palomares. En el mismo podemos ver como se encargan varias fiestas de aniversario que acabarán recayendo sobre sus hijos, dos para Julián Saiz (los días de San Sebastián y San Miguel), y la otra para su vástago Domingo Saiz en el día de San Juan.
Ese mismo año moría Isabel Sainz de la Peña, mujer de Lázaro Sainz. Esta dejaría por cabezaleros a su hijo Francisco Saiz, junto a Francisco de la Peña. Entre sus mandas podemos leer la creación de una memoria para el día de la transfiguración sobre unas casas que compró y lindaban con las de Pedro Marín, parte de cuya mitad serán para su hija Ana Sainz, creando así un vínculo perpetuo que recaerá sobre el hijo mayor de su descendencia. Como dato de interés remarcar que Julián Saiz-Grueso morirá en 1586 (fol. 36) haciendo su testamento en Valdecolmenas de Arriba ante el escribano Domingo de Palomares.
La familia Saiz había entroncado con la casa de los Peña, otro linaje local que durante la centuria posterior se proyectará de un modo satisfactorio en las filas del Santo Oficio de la ciudad de Huete, espacio desde el que mejorará notablemente sus políticas matrimoniales y aspiraciones de futuro. Bartolomé de la Peña fallecía en 1588 teniendo por cabezaleros a su hijo Francisco de la Peña y a Pedro Saiz-Grueso, solicitando una fiesta de aniversario, dejando además una memoria anual a su vástago Antonio Saiz de la Peña sobre una finca de 12 almudes de cebada. También será destacada la partida de defunción de Bartolomé Sanz (fol. 44-v), quien redactó su testamento ante el escribano Juan Ruiz de Barcana, y que cita a su hijo Domingo Sanz informando de como una de sus propiedades linda con la de la capellanía de Miguel Sanz de Ortega.
En 1591 fallecía María Martínez, esposa de Julián Sainz (fol. 52), esta hizo su testamento ante Francisco Agudo, escribano de Abia, pero que como hemos podido averiguar años antes estuvo de paso en esta villa, dejando por cabezaleros a su marido y al clérigo Juan Fernández de Castro, quien se encargaría de decir las 75 misas que esta pediría por su alma y las de sus seres queridos. Otro testamento fue el encomendado por Ana Sanz, esposa de Juan Sanz, quien falleció el 3 de julio de 1592 (fol. 53). Esta solicitará poco más de sesentas misas, indicando que algunas se encargara de realizarlas Pedro de Castro, a quien también nombra como uno de sus cabezaleros. Hará recaer sobre su hijo Miguel Saiz una fiesta de aniversario sobre un mazuelo que lindaba por abajo con las tierras del citado Pedro. No olvidemos que esta familia de la nobleza local y que en Gascueña ya había intentado demostrar su impronta hidalga fue otra de las más importantes que apreciaremos en el vecindario villarejeño. No es por ello casual que todavía se conserve en una de las principales viviendas y que quedaba anexa al antiguo palacio de los Señores de Villarejo su escudo de armas. Y es que los Castro vieron en la familia Saiz uno de los principales cimientos desde los que fortalecer su estatus.
En el año 1592 fallece Juan García (fol. 56-v), personaje de interés que mandó 127 misas y que tenía por suegro a Martín González. Este solicitará la construcción de una pequeña ermita en unos terrenos que habían pertenecido a la familia (“el parralejo”) bajo la advocación de Santa Lucía. Para que esto se cumpliese exige que la “sustente mi hijo o sus herederos factiblemente”. Como inversión inicial dedicará 10 ducados más la venta de su hacienda si resultase necesario (fol. 57). Su hermana era María García, esposa de Julián Sanz. Su mujer era Ana González, mientras que su sobrina María de Alcázar. Juan destinará otras donaciones económicas a las ermitas de Santa Catalina (en Abia), con media docena de ducados, y a la de San Miguel con cuatro ducados, además de una misa de aniversario anualmente para la Virgen de las Nieves. En 1594 moría María López, mujer de Bartolomé de la Peña (fol. 63 y 63-v), esta pedirá más de 70 misas, las cuales distribuirá entre Villarejo (40), y Villar del Maestre (20), de donde podría ser natural, ya que para las ánimas de sus padres y hermanos solicitará otra decena en este mismo lugar. Por aquellas fechas era escribano en Villarejo Martín Sánchez.
David Gómez de Mora
Bibliografía
* Archivo Diocesano de Cuenca. Volumen II de defunciones de Villarejo de la Peñuela (1578-1595). P. 2125, Sig. 113/14