Conocemos un padrón de la villa de Buenache de Alarcón fechado durante 1794 del Archivo Provincial de Cuenca, en el que los alcaldes Miguel Saiz de Villora y Manuel López realizan un recuento de los arrendamientos de tierras, olivares, viñas, casas y demás bienes patrimoniales que los vecinos junto forasteros poseían en el término municipal. En el mismo podemos extraer un largo listado de personas, que en función de sus posesiones, irían obteniendo diferentes beneficios, variando desde el alquiler de una vivienda hasta los lotes de tierras más destacados, valiéndonos como un claro indicador de que linajes gozaban de buena posición prácticamente a principios del siglo XIX. Nosotros sólo hemos recopilado aquellos casos, cuyos propietarios sobrepasaban una cantidad de renta superior de más de 1000 reales. Sabemos por ejemplo que la Iglesia parroquial de Buenache “tuvo de renta por sus heredades de tierras adquiridas antes del año treinta y siete, treinta y cuatro fanecas de trigo y por los réditos de los censos de igual adquisición 1700 reales”.
Más adelante leemos que Bartolomé de la Orden por arrendamientos de tierras, y réditos recibe 1400 reales. Por otro lado don José Gallego, vecino de Honrubia, percibió por el arrendamiento de tierras 18 fanecas de trigo, junto con dos huertas valoradas en 1200 reales, cuya hacienda tiene contra si la carga anual. Juan García de Villora, quien en ese momento estaba en Granada poseía una huerta de la que percibió 25 fanecas de trigo. Por encima se encontraría don Pedro de Buedo, quien por el arrendamiento de tierras y que tenía a medias sacó 35 fanecas de trigo.
Tampoco se podía pasar por el alto el vínculo de don Francisco Ximénez, el cual estaba compuesto por tierras de viñas, olivares y que junto con su casa le producían un total de 4750 reales. También habría propietarios forasteros, como era el caso de don José Clemente de Arostegui, canónigo de Cuenca y que gracias al vínculo fundado por su antecesor junto con otros bienes que eran suyos, generaba 1250 reales de ganancia. Otros foráneos como el Señor Marqués de Palacios percibieron por el derecho de florines y arrendamiento de una huerta 3083 reales. Este iría seguido del señor don Miguel Burriel, residente en Valladolid, quien en arriendos de viñas, olivares y un par de casas obtuvo en un año 2220 reales.
Finalmente, otra de las familias bien posicionadas durante este momento y siguiente centuria serán los Coronado. Al respecto destacaron especialmente don Gregorio Fermín Coronado y don Marcos Coronado, pues eran poseedores conjuntamente de 65 fanecas de trigo y 21 de cebada. No cabe duda que los apellidos citados entre los mayores receptores de capital por el arrendamiento de sus tierras eran familias con una buena posición social, quienes junto con los labradores acomodados que vivían en el lugar y que trabajaban sus propias tierras conformaban las élites del municipio.
Sabemos que los Gallego, además de los de la Orden y Coronado celebrarían una serie de matrimonios que irían mejorando su posición social. No hemos de olvidar que los primeros estaban instalados en diferentes enclaves de la zona, como será el caso de Hontecillas o Castillo de Garcimuñoz, donde ya tendrán reconocida su condición de caballeros. Igualmente los Coronado ya habían adquirido el tratamiento de miembros del estado noble, al ser reconocidos como hidalgos de sangre. La consecución de una escribanía, sumada a la incorporación de diversos miembros dentro del clero, fueron sin lugar a dudas un conjunto de catalizadores que iban adscritos paralelamente a la posición determinante dentro de la Iglesia bonachera de alguno de sus integrantes, además de la representación como alcaldes o mayordomos en las principales cofradías del pueblo. Sólo por citar un ejemplo, en 1732 Gregorio Coronado era el alcalde más antiguo que había en la villa. Así mismo, a finales del siglo XVIII Gregorio Fermín Coronado controlaba la capellanía fundada por Catalina Pacheco, mientras que Marcos José Coronado la de don Rodrigo Pacheco. En lo que respecta a la familia de la Orden, conocemos como la línea principal del linaje estaba afincada en Barchín del Hoyo, donde una estirpe de ganaderos había expandido por municipios como Piqueras y Buenache diferentes líneas, y que en muchos casos conseguirán medrar satisfactoriamente. Veremos por ello como este conjunto de casas, no por designios del azar irían estableciendo una serie de políticas matrimoniales que les permitirán destacar entre los propietarios mejor asentados del lugar.
Tampoco faltaban otros linajes de la pequeña nobleza local como podían ser los Ximénez-Moreno, y cuya descendencia en algunas ramas seguía disponiendo de recursos. El control de la fundación de don Francisco Ximénez por aquellas fechas se hallaba sumida en un pleito. Del mismo modo, poco nos queda por aportar de los Buedo, quienes durante el siglo XVIII seguirán siendo reconocidos como uno de los escasos linajes de la localidad que habían conseguido su reconocimiento nobiliario a través de una ejecutoria de hidalguía. Estos desde el siglo XVI comenzarán a extender su nombre por diferentes lugares de la Manchuela, lo que con el trascurso del tiempo les llevaría a pactar enlaces matrimoniales con familias destacadas de la zona.
Ahora bien, estos no serán los únicos que dispondrán de recursos, pues nos encontraríamos con familias de forasteros, y que tras heredar las tierras de sus antepasados, optarían por arrendárselas a nativos de Buenache. Un negocio que les resultaba productivo, pues la extensión de sus fincas todavía les permitía extraer beneficios. Una situación que veremos como con el paso de los años iría complicándose más si cabe, especialmente a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
Los Clemente de Arostegui eran una familia de la nobleza conquense con raíces en Villanueva de la Jara. Las posesiones del canónigo don José Clemente le venían por sus antepasados los Salonarde, más concretamente del matrimonio entre el regidor de Cuenca don Antonio Clemente de Arostegui Salonarde y su esposa Josefa Juliana de Herrera Salonarde, cuyas madres eran a su vez hermanas e hijas de don Benito Salonarde de la Torre y doña Catalina Salonarde Cerrillo, estos también primos entre sí.
Por último tendríamos el caso de los Burriel, una familia que sin haber estado afincada durante mucho tiempo en este municipio, conseguiría demostrar su pertenencia al estado noble, entroncando con los López de Gonzalo, linaje bonachero con cargos dentro del Santo Oficio, hecho que pensamos que tuvo que ser decisivo para el incremento de sus bienes. En este sentido, importante fue la figura del jurista, consejero real del Consejo de Castilla y presidente de la Real Chancillería de Valladolid, don Pedro Andrés de Burriel y López de Gonzalo, quien casaría con la noble doña María Antonia de Montemayor y Sandoval. Su hermano era el historiador don Andrés Marcos de Burriel. A pesar de que este acabaría su vida desterrado en Buenache, los componentes de la familia siguieron medrando tanto en el ámbito político como militar.
David Gómez de Mora
Bibliografía:
* Archivo Diocesano de Cuenca. Libro de capellanías y fundaciones de Buenache de Alarcón (1791-1864). Sig. 24/50. P-598
* Archivo Provincial de Cuenca. Padrón de hacendados de Buenache de Alarcón de 1794
* Genealogía familiar Gómez de-Mora Jarabo. Inédito
* Gómez de Mora, David (2020). “Notas sobre las capellanías de Buenache de Alarcón a finales del siglo XVIII”. En: davidgomezdemora.blogspot.com