Esclarecer el origen de los Barba supone una tarea bastante compleja si partimos de las principales reseñas que se han escrito sobre sus raíces en algunos tratados clásicos, donde apreciamos, como se ensalzaban, exageraban y tergiversaban episodios, además de las figuras de personajes, que tenían como propósito promocionar el nombre de aquellos integrantes que estaban medrando socialmente. Conocidos y accesibles para una consulta rápida son los trabajos de Suárez de Alarcón o las genealogías de Salazar y Castro, eso sí, ahí entran muchos matices, en los que no vamos a extendernos en este escrito, pero que nos obligan a ser cautelosos a la hora de aceptar muchos de los datos que nos aportan, especialmente en lo que concibe a las generaciones más antiguas de cada familia.
Este tipo de estrategias eran más habituales de lo que nos podemos llegar a imaginar. Una situación que define de manera muy clara Fargas (2019), cuando dice que “la literatura genealógica, a través del encargo de tratados o de árboles, o de ambos a la vez, constituía un ritual de poder; cuando convenía también era un invento. Se ensalzaba a unos, se ocultaba a otros, en principio un proceder lógico para los sistemas hereditarios excluyentes, pues la genealogía siempre aspiró a clasificar”.
Sin lugar a dudas uno de los mejores estudios que existen sobre este linaje es el efectuado por Mariano A. Barba, quien desgrana su raíz y evolución. Es precisamente gracias a algunas de sus referencias cuando podemos apreciar como empieza a gestarse documentalmente la historia de la línea de los Barba más destacada dentro del ámbito nobiliario. Al respecto, la primera reseña de interés proviene de Alvar García de Santa María, quien en su “Crónica de Juan II de Castilla”, relata como en 1407, Pedro de Barba Campos ejercía como patrón en una de las galeras de las campañas de don Fernando de Antequera en el estrecho de Gibraltar.
Sus gestas militares le habían dado un nombre, que será recompensado por la casa real, por lo que es fácil de entender que su hija Constanza gozara de buena posición e influencias, al respecto, Ortega Cervigón (2006, 197) nos recuerda como gracias a la infanta doña Catalina (esposa del rey Enrique III, y de la cual era una de sus damas de corte), su dote ascendió a 162.000 maravedíes, lo que le permitió consolidar sus propiedades en tierras conquenses. Doña Constanza casó alrededor de 1428 con Lope de Alarcón, siendo hija del citado capitán don Pedro de Barba. Por desgracia en la crónica medieval (pero que se acabará publicando con muchas lagunas en el siglo XVI), nada se dice con detalle sobre la esposa de este caballero, de ahí que tengamos que recurrir a los tratados clásicos, donde obviamente caben muchas dudas que no podemos afirmar con rotundidad desde la perspectiva historiográfica. Desde luego nadie pone en tela de juicio la vinculación de Pedro con la familia de los Quijada, pues hay documentación en el Archivo General de Simancas al respecto, como sucede con una demanda por unas joyas en la que se cita al nieto del capitán, de ahí que resulte necesario destacar algunas cuestiones, sobre que tipo de ligazón de sangre pudo haber existido entre el primer Pedro y esta línea concreta de dicho linaje.
Salazar y Castro modifica la genealogía que se sigue en algunos tratados, lo que no sabemos si evidencia cierta confusión, por ejemplo Constanza continúa figurando como hija de Pedro Barba de Campos y María Quixada, aunque añade al famoso Ruy de Barba que recogen los tratados, y que se asigna como esposo de Teresa Ortiz de Calderón. En este caso le da como mujer una tal Ana de Escobar, posicionando a Teresa como madre de éste. Lo cual dejaría a Teresa como abuela de Pedro, haciéndola por tanto hija de doña Furtada, ésta según se dice vástago de Diego Hurtado, hermano de Gonzalo Íñiguez de Mendoza. Hemos de advertir que toda esta información no hay manera de contrastarla documentalmente, de ahí que a fecha de hoy el capitán sigue siendo el progenitor más antiguo que se conoce para establecer la conexión genealógica de la familia.
Un dato que si parece tenerse más claro es la notoriedad alcanzada por el sobrino de Constanza de Barba y Lope Ruiz de Alarcón, don Pedro de Barba y Acuña, pues ya veremos como ostentará el control del Señorío de Castrofuerte y Castilfalé. Incluso todavía se conserva su testamento del año 1512, y que podemos consultar en el Archivo General de Simancas.
Por aquellas fechas la familia Barba había conseguido medrar de modo muy satisfactorio, pues sus alianzas con casas de la nobleza conquense como los Ruiz de Alarcón o los Acuña, eran credenciales más que suficientes para reafirmar su estatus.
Sin lugar a dudas el gran catalizador de este ascenso fue el matrimonio que Constanza tuvo con Lope, un personaje que a nosotros nos interesa, y que ya hemos estudiado en alguna ocasión, por las vinculaciones de tipo social que implicaba el portar la sangre de su familia, así como por las estrategias que estos llevarán a cabo con tal de crecer y mantenerse entre las élites conquenses.
Recordemos que Constanza permitió que una de sus hijas casara con un hijo de una prima hermana de su marido. Esta era Guiomar de Alarcón, quien había establecido alianzas matrimoniales con un miembro de la familia González del Castillo. Un linaje de la nobleza local, pero que llevaba aparejada una tacha que como veremos tiempo después comportará severos problemas a los descendientes de la estirpe, por ser éste portador de sangre conversa. Décadas después la Inquisición emprenderá una serie de investigaciones que implicarán de lleno a la familia, obligando seguramente a sus integrantes a que el apellido Ruiz de Alarcón se antepusiera al de Castillo, puesto que en las tierras del sur de Cuenca a esas alturas ya era sinónimo de judaísmo.
No sabemos hasta que punto esto tuvo una afección en la toma de diferentes estrategias por parte de la familia para esquivar la marca que acarreaban aquellos sambenitos. Lo que si nos ha llamado tremendamente la atención, es que existen dos tipos de armas heráldicas de la familia, y que dependiendo de a que personajes nos dirijamos, apreciaremos como unos u otros las acabarán tomando.
Por un lado veremos aquellos que invocarán al blasón de los Ceballos, en alusión a la leyenda que relata como los Ruiz de Alarcón descienden de Fernán Martínez de Ceballos, quien se cuenta que tras la toma de Alarcón, dejó en el lugar una serie de descendientes que serían quienes acabarían conformando esta familia de la nobleza conquense. Los Ceballos tienen en campo de plata tres fajas de sable, con bordura jaquelada de oro y gules en dos órdenes, añadiendo los Alarcón la orla con las aspas, según se dice para rememorar la toma de la ciudad el día de San Andrés. Obviamente este diseño heráldico sólo será una de las diversas variantes que se irán extendiendo, pues también podremos comprobar como los mismos Alarcón emplearán en campo de gules una cruz flordelisada de oro, con bordura de gules, además de las aspas de oro anteriormente citadas.
A partir de ahí surgen varias cuestiones, una es la de cuando se origina el relato de la toma de Alarcón, ¿es a raíz de las persecuciones contra la familia Castillo a finales del siglo XV?, desde luego faltan datos para fundamentar con mayor rigidez este tipo de hipótesis, pero lo que muchos ya no ignoramos es que los Ruiz de Alarcón tirarían de tratados clásicos para promocionar y limpiar la mancha de su linaje al asociarse con la principal rama conversa de Cuenca por línea recta de varón. Ya el propio King (197o), advertía de los problemas que podía causar para la familia el arrastrar un sambenito como aquel, lo cual tuvo que traducirse en una serie de acciones que mediante los engranajes heráldicos como de la construcción histórica del apellido, sirvieran para ahuyentar cualquier fantasma que pusiera en peligro su reputación.
Si nos dirigimos hacia Valera de Arriba, apreciaremos como las armas de la familia invocan al diseño del relato del conquistador. Desde luego sería interesante estudiar a fondo si hay una asociación heráldica entre determinadas personalidades de la estirpe, con las vivencias de tipo socioal o religioso a las que en su momento se tuvo que enfrentar la familia. Lo que si podemos apreciar, es que todas ellas proceden de un mismo tronco genealógico que emanan de la descendencia de Fernán Ruiz de Alarcón y su esposa Elvira Ruiz de Castilblanque, no obstante, dependiendo de los intereses o simplemente continuación generacional, cada uno de los miembros irían adoptando un diferente escudo, al que en algunos casos añadirían variantes, que multiplicarán las formas de entender su representación por ramas.
David Gómez de Mora
Bibliografía:
* Archivo General de Simancas. CCA,DIV,37,22
* Barba García, Mariano A. “Genealogía de los Barba”. En: BARBAGEN (google.com)
* Fargas Peñarrocha, Mireia. Desordenando el género de la genealogía: conflictos entre élites y desafíos a propósito de la dote (Barcelona, s. XVI-XVII). Genre et Histoire, 2019, vol. 23. Universitat de Barcelona
* García de Santa María, Álvar. Crónica de Juan II de Castilla.
* King, Willard F. (1970). “La ascendencia paterna de Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza”. Nueva Revista de Filología Hispánica, Vol. 19, Nº1 (1970), 49-86 pp.
* Ortega Cervigón, José Ignacio (2006). La acción política y la proyección señorial de la nobleza territorial en el Obispado de Cuenca durante la baja Edad Media. Tesis doctoral Universidad Complutense de Madrid.
* Salazar y Castro, Luis. Real Academia de la Historia - Signatura: 25, fº 91 v. y 92 (2ª foliación). Signatura anterior: D-25, fº 91 v. y 92 (2ª foliación). Tabla genealógica de Barba, señores de Castrofuerte y Castrofalle. Índice de la Colección Salazar y Castro, 23482