sábado, 19 de diciembre de 2020

Las capellanías de La Peraleja en el año 1759

Las capellanías consolidaban una institución y fundación que podía ser de diferentes clases. Su tenencia comportaba el pago de una serie de misas anuales, y que de manera esporádica eran revisadas cuando se efectuaban las visitas pastorales por parte de algún miembro del obispado. En el momento de su creación, el fundador estipulaba una serie de normas que por un lado comportaban quien era el heredero prioritario, así como el conjunto de bienes que la integraban, pues de ellos se obtenían rentas, para que de este modo con las ganancias se pudieran cumplir los pagos de misas para la salvación del alma de su fundador. Éstas formaban parte de los engranajes de un sistema social que algunos estudiosos han acuñado con el término de "economía espiritual", en la que se buscaba además de la salvación de los integrantes del linaje desde una perspectiva religiosa, un crecimiento social que ayudara a tener un mejor estatus y posibilidades de ostentar una influencia en el entorno geográfico en el que residían.

Al fin y al cabo las capellanías daban mucha entidad al nombre de su creador, pues mientras ensalzaban su linaje (el cual por norma general si se permitía este tipo de operaciones, solía ser por pertenecer a una familia con recursos y de por sí acomodada en ese municipio), al mismo tiempo producía un beneficio personal, que a través del pago de misas aseguraba su bienestar en el más allá. Recordemos que las propiedades que se integraban no se podían extraer de la fundación, pues sus ganancias se debían emplear para fondos con fines piadosos.

En el año 1759, gracias a una visita pastoral que se recoge en el volumen III de defunciones de La Peraleja, veremos que existían 6 capellanías. Siendo estas las siguientes:

I) Capellanía fundada por el Maestro don Baltasar Domínguez. En ese momento la poseía Miguel González. Estaba formada por 41 almudes de trigo y cebadales.

II) Capellanía fundada por Jerónimo de Hernán-Saiz. En ese momento la poseía Silvestre de Hernán-Saiz. Estaba formada por unas casas de morada con corrales, bodega y tinajas, 108 olivos, 80 vides y 90 almudes de tierra.

III) Capellanía fundada por Juan Benito de Carboneras. En ese momento la poseía José Benito de Molina. Estaba formada por un cañamar de 2 celemines, 44 olivos y 63 almudes de avena.

IV) Capellanía fundada por Simón Vicente y Juana del Olmo. En ese momento la poseía el presbítero don Pedro Muñoz. Estaba formada por 100 almudes de trigo y cebada.

V) Capellanía fundada por Tomás González y María Herráiz. En ese momento la poseía el presbítero don Pedro Muñoz. Estaba formada por 84 almudes y 300 viñas.

VI) Capellanía de las Ánimas. En ese momento la poseía Juan José Vicente y de la Peña. Estaba formada por un haza de pan trillar, 65 almudes, una alameda y 343 olivos.

Decir que las capellanías de esta localidad se hallaban mucho más repartidas que en otros emplazamientos donde había linajes que intentaron controlarlas en su inmensa mayoría, siendo este el caso de los León en Caracenilla. Además, todos sus poseedores eran nativos del lugar, hecho que por norma general no siempre sucedía cuando habían trascurrido varias generaciones, pues como era habitual, aparecían parientes lejanos que a través de líneas segundonas intentaban revindicarlas.

Las familias que las fundan, y posteriormente poseen (independientemente del baile de apellidos), son todas en su totalidad linajes que conforman el grupo de las élites locales peralejeras: Benito, Domínguez, González-Breto, Hernan-Saiz, Muñoz y Vicente.

Iglesia de San Miguel Arcángel de La Peraleja (foto del autor)

Los únicos tratados como hidalgos eran los González-Breto, el resto miembros de la burguesía agraria local, a pesar de que algunos prácticamente llegaban a asemejarse a representantes de la pequeña nobleza, tal y como sucederá con los Vicente, quienes en alguna de sus líneas resguardan su patrimonio bajo la figura de un mayorazgo. Los Hernán-Saiz, eran una casa de labradores asentados en el municipio desde el medievo. Los Benito comenzaremos a tenerlos documentados a través de un progenitor que les daría el apellido durante la primera mitad del siglo XVI. Su escala de proyección no abarcaría más allá del radio municipal, tal y como sucede con el resto de familias citadas (a excepción de los González-Breto y que llegaron a consolidar su nombre en Huete), cosa que les permitió relacionarse con gente que partía de posibles como los Jarabo, sin olvidar su enlace con los Carbonero, una familia que no llegaría a dejar descendencia por línea recta de varón en generaciones futuras, pero que ya veremos documentada en la primera mitad del XVI, y de la que uno de sus integrantes casará con una miembro de la familia Osorio (naturales de Osa de la Vega). Pensamos que este linaje es posible que ya estuviera intentado medrar al contar con cierta cantidad de patrimonio tras buscar alianzas en casas foráneas, de ahí que no sea de extrañar que la fundación que crearán los Benito procediese en buena medida de la riqueza que poseía Francisca de Carboneras (la esposa de Juan Saiz de Benito). Planteamos esta cuestión por el hecho de que la documentación señala que el lote patrimonial está vinculado con los Carbonero, además de que los Benito hasta la fecha son una familia de labradores, pero que obviamente comenzarían a buscar de alguna forma una consolidación social, pues no olvidemos que su hijo (el fundador) Juan Benito de Carboneras, era nieto por el costado paterno de Magdalena Ayllón de Ribatajada, un linaje converso, que precisamente en ese emplazamiento de la Serranía conquense ya tenía algún familiar formando parte de la corporación municipal. Esta estrategia surtiría efecto cuando poco tiempo después éstos acabarán haciéndose con el control de una escribanía.

Como conclusión, y a la vista de lo que hemos esbozado en estas líneas, no cabe duda que para poder medrar y mantener cierto estatus dentro de este tipo de pueblos, era muy importante conseguir que algún miembro del clan familiar consiguiera insertarse dentro del brazo eclesiástico.

David Gómez de Mora

Referencia documental:

* Archivo Diocesano de Cuenca. Libro III de defunciones (1694-1779), Sig. 30/16, P. 817

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).