Ya hemos comentado en más de una ocasión, que si hubo un linaje destacado de labradores con presencia en el ámbito religioso a través de algunos representantes, esa fue sin lugar a dudas la casa de los López. Entre los muchos personajes que dio la familia, quisiéramos centrarnos en aquellos que hemos visto referenciados en el libro de defunciones de la localidad, entre el periodo de 1725 y 1750. Es precisamente en el inicio de este intervalo cuando leemos la partida de fallecimiento de José López y López, quien hizo su testamento en Villarejo Sobrehuerta el 30 de julio de 1725. Éste mandaría que su cuerpo fuese enterrado en la sepultura donde se hallaba su padre, solicitando un total de 625 misas, de las que medio millar habían de decirse en uno de los conventos de la ciudad de Huete. Elegirá como única heredera a Manuela Delgado, miembro de una familia importante, con la que ya había casado en 1693. Poco tiempos después fallecía Isabel López, quien tenía por hermano al citado José López, y estaba casada con Juan Delgado Saiz, pidió 300 misas, e hizo su testamento ante Andrés López, quien en aquel momento era escribano del lugar.
Las relaciones entre Delgados y López eran más estrechas de lo que parecía, pues por ejemplo en 1727 moría Bernarda Delgado, mujer de José López, mandando un total de 244 misas. De nuevo volvemos a tener noticias sobre Andrés López en 1736, esta vez para certificar su defunción, y acabar enterrado en la tumba de su hijo Antonio López.
El marido de Isabel López (Juan Delgado) , y que estuvo viudo durante unos trece años, moría en 1738 con pago de 350 misas. En 1743 moría María López Saiz, hija de María Saiz, y que exige enterrarse con mortaja del hábito de Nuestra Señora del Carmen, ésta mandará un total de 400 misas, además de una bula de difuntos para tres años, y 20 reales de vellón a cada cofradía del pueblo. Un testamento característico de una devota católica, preocupada por la salvación de su alma, además de propietaria de ciertos bienes que le ayudaron a cumplir con esas obligaciones propias de quien deseaba invertir en un entierro que garantizara una salida rápida del purgatorio. No obstante, si hubiésemos de destacar un testamento que nos parece muy interesante de este mismo linaje ese es el de José López Saiz, fallecido en 1746, quien nos aporta bastantes datos sobre su familia. Por un lado indica que sus últimas voluntades fueron redactadas ante Domingo López Saiz, exigiendo enterrarse en la tumba de su hermano Antonio López Saiz. Pagó 130 misas, y cita como hermanos al presbítero don Pedro López y Andrés López.
Campanario de Villarejo de la Peñuela. Imagen: Paloma Torrijos
En 1747, veinte años después de que muriese Bernarda Delgado, lo hacía su hija Teresa López, que solicitó enterrarse en la sepultura donde estaba su progenitora. Tiempo después, concretamente el 12 de diciembre de ese mismo año, fallecía Domingo López Saiz, quien no tendrá tiempos de solicitar la extrema unción, ni la eucaristía, pero si el sacramento de la penitencia por el estado en el que se encontraba. Éste poseía sepultura propia, a lo que añadió una novena de tres misas cantadas con tres nocturnos, así como anual y rogativa de dos años con una misa cantada un nocturno. Pide que se le lleven “dos luces” todos los días de trabajo durante dos años sobre su sepultura, así como los domingos y festivos “dos candelas y una vela”. Mandó 120 misas, de las que un centenar eran para su alma.
Otra Delgado casada con un López era María, quien en 1748 ya estaba viuda, y pidió enterrarse en la sepultura de su primo Juan Pérez de Torrecilla. Finalmente, en 1749, tenemos noticias de la muerte de Isabel López, solicitante de 80 misas e hija soltera del señor Domingo López Saiz, quien había muerto dos años antes y estaba casado con María Herráiz. Isabel era natural de Valdecolmenas de Arriba, por lo que redactó allí su testamento. Sus tíos, y por tanto, hermanos de Domingo eran don Pedro López y don Andrés López. Familia a la que hemos dedicado este artículo, y donde no cabe duda como durante la primera mitad del siglo XVIII, llegan a ser una de las casas mas influyentes y mejor posicionadas de Villarejo de la Peñuela.
Relaciones genealógicas entre los López y los Delgado de Villarejo de la Peñuela (elaboración propia)
A modo de conclusión, y como reflexión sobre las políticas matrimoniales y consiguientes estrategias sociales entre ambas familias, vemos que en enclaves de estas características premiaba una mentalidad conservadora y tradicional, fundamentada en el “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Cierto es que había otras tantas poblaciones en los alrededores, medianamente comunicadas en las que uno podía ser capaz de hallar otras posibilidades conyugales, además tampoco valía un argumento como el de que en el pueblo viviese gente a mansalva (pues en 1752 Villarejo sólo contaba con 71 hogares), pero, como en otros tantos lugares de la geografía conquense, la tierra no estaba disponible para los forasteros. El campo simbolizaba una vida llena de sacrificios, esfuerzos y quebraderos de cabeza, pero también un elemento que otorgaba identidad al linaje, reputación y por encima de todo, el engranaje con el que poder crecer desde abajo. La tierra se amaba y protegía como a un hijo más. La tierra daba la personalidad y carácter que enorgullecía a las personas destacadas de cada pueblo. La tierra era el seguro de vida que mantenía a toda una familia cuando estallaban súbitamente conflictos bélicos. En síntesis, la tierra era una de las cosas más preciadas que una persona podía aguardar en su tránsito por este mundo.
David Gómez de Mora
Referencias:
* Archivo Diocesano de Cuenca. Libro III de defunciones (1623-1764), Sig. 113/15, P. 2126