La evolución de la metafísica ha sido constante durante estos últimos siglos. De ello no cabe duda, pues han cambiado muchas cuestiones desde los tiempos de Aristóteles, cuando esta era definida como la “primera filosofía”. La metafísica es imposible de entender sin la ontología, una de sus dos partes fundamentales, encargada de investigar qué entidades existen. Su síntesis se completa con la teología, desde donde podremos analizar los fines de cada realidad.
A pesar de las funcionalidades que arrastra la metafísica, todavía siguen habiendo filósofos que desacreditan su utilidad de cara a un mundo cada día más materialista, en el que sólo se abre la puerta a las diferentes concepciones que parten desde una visión científica. Grave error que no hace más que alejarnos de la verdad.
La metafísica desde la visión kantiana nos recuerda como el hombre por naturaleza se ve sumido en la misma, pues ésta forma parte de nuestra naturaleza y existencia como seres, preguntándonos hasta donde llegan los límites de aquellas cosas que nos hacen indagar y plantearnos dudas de forma insaciable, a pesar de que ello nos comporte alejarnos de esa visión tangible, física y materialista, en la que no conseguimos dar con una solución específica.
El interés por comprender quienes somos, qué nos ha llevado hasta aquí y profundizar que supone la trascendencia desde una inteligencia racional que contiene unas limitaciones, actúan en pro de las inquietudes que nos despierta incesantemente esta forma de pensar.
Si se desea avanzar hacia planteamientos que no llega a alcanzar la razón, se necesita partir de la metafísica. Que nadie lo dude, puesto que de lo contrario viviríamos estancados en un espacio orquestado por un conjunto de ideas empíricas y limitadas, que no harían más que sentenciar una capacidad de mirar más allá de hasta donde llegan nuestros ojos.
Los enigmas o dudas que acechan nuestra mente deben de intentar responderse. Sellar con una negativa algo que a través de la experiencia o la creencia personal uno considera que es más complejo de lo que parece, es otra de las tantas facetas que nos ofrece esta disciplina.
Hemos de recordar que la metafísica no sólo se reduce al campo de la religión, pues aquí también forma parte de la ecuación la vertiente que inmiscuye a la razón, que como herramienta auxiliar ayuda a mejorar nuestras definiciones para conseguir unas verdades que deseamos demostrar o defender. Desde luego hemos de suprimir esa concepción dual en la que enfrentamos fe y razón, pues la metafísica se apoya en ambas para ir desarrollándose.
El uso de la fe, es al final la búsqueda de la verdad. Quien crea que la solución es la aplicación de una corriente filosófica moderna que tire por tierra la importancia o imprescindibilidad de la metafísica para comprender nuestra existencia, está muy equivocado, pues en realidad con esa actitud lo que está haciendo es amputar una parte considerable de la razón, y consiguiente manera de llegar al entendimiento de aquellos enigmas a los que no encontramos una respuesta clara.
David Gómez de Mora