jueves, 7 de enero de 2021

Notas de interés sobre el carlismo en el área de Vinaròs-Peñíscola durante la primera guerra

A pesar de la fuerte aceptación y difusión de las ideas carlistas en las tierras del norte de Castellón, los liberales consiguieron hacerse con dos bastiones, desde los que defenderían su posición en esta franja del área septentrional valenciana. Estos puntos fueron las localidades de Vinaròs y Peñíscola. Dos emplazamientos estratégicos, sobre los que hay muchos matices a resaltar. Primeramente, por lo que concibe a Vinaròs, decir que por aquellas fechas éste era el enclave mejor posicionado económicamente, donde una nueva burguesía había aflorado, proclive a la aceptación del discurso cristino y la renovación ilustrada. No obstante, a diferencia de la gran mayoría de lugares que conforman este territorio y ser la zona más poblada, todavía seguía persistiendo un evidente tejido económico asociado al mundo rural, hecho que hizo proliferar numerosos partidarios por la causa carlista, al margen de que mayoritariamente y desde el punto de vista político, fuese el bando liberal quien afianzó su posición. Por otro lado, Peñíscola era un mundo a parte. Allí las tropas de la reina tenían controlado su acceso, pero no precisamente contaban con el apoyo de su vecindario, pues son varias las reseñas que definen el municipio como un caladero para los facciosos, donde conspiraciones e intereses favorables a Carlos V estaban continuamente presentes entre sus habitantes.

Y es que, a diferencia de Vinaròs, Peñíscola era un lugar sumido en una profunda estructuración económica propia de cualquier espacio ruralizado, en el que la pesca se complementaba con la agricultura, y una modesta, pero perceptible producción vinculada a la fabricación de textiles, que veremos manifestada mediante tejedores y sastres en muchas de las casas del pueblo.

Como decíamos, ambas localidades, eran en realidad la noche y el día, lo que sucedía es que la posición geoestratégica de Peñíscola premiaba por encima de cualquier argumento, aunque para ello sus soldados estuvieran mirando que riesgo podía venir desde fuera, a la vez que desconfiaban de todos sus convecinos por los nexos tan estrechos que se habían efectuado con reductos adeptos a la causa, como sucedía al norte con Benicarló, o al sur con Alcalà de Xivert (sin lugar a dudas uno de los grandes núcleos duros litorales del carlismo castellonense).

Obviamente los peñiscolanos no iban a ser menos, y éstos tanto por sus ideas, como características sociales, fueron otro más de los brazos que permitió la convergencia de un reducto faccioso, a pesar del control y desconfianza constante desde Madrid, de lo contrario, que nadie dude que de no poseer una prestación geográfica tan imponente como la fortaleza y consiguiente peñasco sobre el que se erige el pueblo, poco interés hubiera desplegado el bando cristino por su control.

Como decimos, a pesar de que los liberales intentarían establecer esta zona costera como uno de los principales puntos de control, veremos en las dos localidades una creciente salida de milicianos volcados con el pretendiente, lo que hará replantearnos la idea divulgada desde la historiografía general por designar dichos espacios como puestos incondicionales a la descendencia de Fernando VII. Recordemos que en noviembre de 1833 ya estaba activo el batallón de Vinaròs. Este se hallaba encabezado por el que ya fuera previamente Jefe de los voluntarios realistas, don Cosme Covarsí i Membrado, integrante de una familia de la pequeña nobleza local. Gracias a Meseguer (1989) y Delgado (1996), sabemos algunos detalles específicos acerca de su trayectoria militar. Igualmente en el Aula Bermúdez de Castro, se nos adicionan reseñas sobre su persona. Veremos con todo esto como en octubre de 1827 la compañía de voluntarios realistas de Vinaròs estaba integrada en el Batallón de Peñíscola nº 20.

En el año 1836, un bergantín toscano (el Santa María), desembarcaría 150 barriles de pólvora, dato que recoge Caridad (2013, 182) en la obra de Córdoba (1844-1846, vol. II, 43). No olvidemos que "Cabrera llegó a tener una línea de comunicación que iba desde Vinarós y Castellón a Sant Mateu" (Caridad, 2013, 277), gracias a una red de jinetes. Obviamente los carlistas tanto de Vinaròs, como especialmente la población de Peñíscola (y que Fernández San Román ya califica de devotísima a la causa), tejieron una serie de nexos ideológicos, aflorantes tanto en la primera como la tercera contienda.

Los intentos de conspiración y apoyo incluso los veremos produciéndose después del abrazo de Vergara, ejemplo de ello es la referencia de "un paisano detenido en enero de 1840, cerca de Peñíscola, que llevaba dos arrobas de acero (25'7 kg) destinadas a la facción" (Caridad, 2013, 165-166; Diario Mercantil, 1840).

Otro detalle que nos aporta en su trabajo Caridad (2013, 294) sobre la disponibilidad de armas y medios por parte de los facciosos de esta zona litoral, es una flotilla que en diciembre de 1837 estaba dirigida por el padrastro de Cabrera, Felipe Calderó, quien era marinero y realizó algunas incursiones por nuestra costa. Será precisamente junto a las playas de Vinaròs, cuando finalizaría una de ellas, debido a que "el 29 de diciembre los laudes carlistas fueron apresados por dos faluchos liberales, tripulados por milicianos de Vinaròs" (Caridad, 2013, 295; en Ayguals de Izco, 1849, pp. 285-286). Sabemos que este personaje no desistiría en su estrategia de ejecutar acciones por vía marítima, pues posteriormente y tras alcanzar el nombramiento de Comandante de Marina, siguió desarrollando acciones de piratería entre esta zona y los Alfaques (Caridad, 2013, 295; en Diario Mercantil de Valencia, 14 de julio de 1838).

Al respecto Borràs Jarque (1931, 83) nos relata un suceso precisando que los carlistas “amos del mar desde Alcanar a los Alfaques”, armaron dos embarcaciones, dos muletas y una lancha grande para atacar a las cuatro de la mañana del día 28 de diciembre (es decir, una jornada al suceso antes descrito), apresando tres naves de València, cargadas de harina, arroz, alubias, azafrán, cáñamo y seda. El resultado de aquella acción hizo que una de las barcas que pudieron escapar llegara hasta la playa de Vinaròs con dos marineros en grave estado que al poco tiempo acabaron muriendo. Parece ser que una semana después todavía seguía presente el temor en la zona por una posible actividad de pirateria, lo que obligaría a que dos faluchos vinaroceses armados con un par de cañones hubieran de escoltar otras embarcaciones hasta la boca del Ebro.

Durante la tercera guerra, Borràs Jarque justifica en cierto modo la presencia de vinarocenses que abrazaron las ideas carlistas cuando tras la celebración de los carnavales de 1874, éste dice que se efectuaron diversos actos escandalosos contra la moral católica ante las libertades tomadas por los republicanos, de ahí que informe como “en las filas carlistas figuraban no pocos vinarocenses, los cuales reunieron Vallés y Segarra, para que, como conocedores de las calles dirigieron el asalto” (Borràs Jarque, 1931, 160). Este asalto al que se refiere el autor marcó buena parte de aquel año, pues los facciosos gracias a una ofensiva sobre la que se podrían escribir muchas historias, conseguirían tomar la plaza de Vinaròs. Sobre este hecho, Borràs argumenta que “dos sargentos gubernamentales encargados de la muralla, desde la calle de Càlig a la torre de Sant Francesc, estaban en connivencia con los carlistas: se dijo que uno cargó la batería sin balas, y que el otro dio la señal a los carlistas encendiendo una cerilla en una aspillera, para que al momento asaltaran la muralla, sorprendiendo al cuerpo de guardia que estaba jugando a las cartas” (Borràs Jarque, 1931, 160).

Tropas carlistas recibiendo la bendición (Augusto Ferrer-Dalmau)

Parece ser que los carlistas no estaban tan incómodos en la localidad, lo que nos lleva a pensar obviamente que habría muchas personas que les respaldarían. Como anécdota, pasadas unas jornadas, el carlista Segarra daría libertad a los prisioneros de la tropa liberal, junto a los oficiales como al mismo Coronel Navarro, a lo que éstos empezaron a vitorear su nombre (Borràs Jarque, 1931, 162).

El propio historiador (1931, 163) reconoce que era indudable que aquella acción que había llevado a que los carlistas se asentaran en esta plaza fue previamente planificada entre muchos de los vecinos que componían la milicia liberal de Vinaròs, de ahí que según su propio testimonio, las escusas de los guardias en la batería del portal de Càlig a la Torre de Sant Francesc o la partida de cartas a la que estaban jugando el cuerpo de guardia en circunstancias tan críticas, para él, son sin lugar a dudas una muestra más que significativa de una sospecha que confirmaría esta hipótesis.

Hay también que explicar como los carlistas fueron bien recibidos por muchos vecinos, cuando por ejemplo estos tras tomar el control del pueblo, entraron en la Iglesia Arxiprestal y como cita Borràs Jarque (1931, 164) “la libraron del abuso cometido por el bando republicano”. No olvidemos que los radicales habían profanado el templo, rompiendo bancos, destrozando el mobiliario de la sacristía, quemado los frontales del altar y otros tantos objetos que encontraron a su psao, dejando prácticamente la Iglesia como una cuadra. Poco después, restablecida la normalidad gracias a las fuerzas carlistas, se volvería a desarrollar el culto sin ningún problema.

Igualmente, otra de las muestras de la devoción carlista que había en el interior de la localidad se reflejará el 28 de marzo de 1834 cuando Vallés llegó de nuevo a Vinaròs tras haber estado ausente unos días, efectuándole nuestro vecindario “una bienvenida entusiasta, con volteo de campanas y manifestación sin distinción de partidos, presidida por el Ayuntamiento” (Borràs Jarque, 1931, 167).

La rutina continuaba en las calles, hasta que el día 8 de junio “entraron triunfalmente en Vinaròs los Infantes de la rama carlista (Don Alfonso y Doña Blanca), quienes venían acompañados desde Catalunya por dos hijos del infante don Enrique (…) Para honrarlos dignamente se habían levantado arcos de laurel encima del destruido portal del camino del Puente, delante de la puerta de la Iglesia Arxiprestal y delante del palacio de la calle Socorro. Todo el paseo se adornó con las banderas de los barcos, y se pusieron cobertores por todos los balcones, ventanas y hasta algunos terrados, acudiendo el pueblo en masa”(Borràs Jarque, 1931, 169). Creemos que con ese recibimiento, al margen de los diversos matices y discrepancias que pudieran surgir (pues este tipo de escenas en periodos de guerras muchas veces resultan muy subjetivas), no cabe duda de que el carlismo no era tan mal visto en esta localidad como se ha divulgado desde la historiografía general.

Otra cosa son los intereses y la fuerza ejercida desde la primera contienda por figuras de la burguesía local con un enorme poder de acción como será el caso de los Ayguals u otros linajes de su órbita social, quienes organizarán y dirigirán sin muchas complicaciones la profusión de un ideario fiel al discurso liberal, ejecutado por una eficaz toma de decisiones hacia el resto del municipio, convirtiéndose por tanto en sus figuras más representativas.

El día 24 de julio de 1874 se efectuó un volteo de campanas por la entrada de los carlistas en Cuenca, del mismo modo que un mes después por la rendición del castillo de la Seu d'Urgell (Borràs Jarque, 1931, 170). El dominio carlista de la población se alargaría hasta el 10 de diciembre de ese mismo año, lo que comprendió un periodo total de nueve meses y 21 días.

Para finalizar, no olvidemos que un año antes (el dos de enero de 1873), a las cuatro y media de la tarde entraba Cucala con 300 hombres en Vinaròs sin recibir ningún tipo de resistencia (Borràs Jarque, 1931, 152).

David Gómez de Mora


Bibliografía

- Aula Bermúdez de Castro. "Otros castellonenses militares (II)"

- Ayguals de Izco, Wenceslao (1849). El Tigre del Maestrazgo, o sea de grumete a general”. Madrid. Imprenta de don Wenceslao Ayguals de Izco.

- Borràs Jarque, Joan M. (1931). Història de Vinaròs. Vol. II. Edició facsímil (2001). Ajuntament de Vinaròs

- Caridad i Salvador, Antonio (2013). El ejército y las partidas carlistas en Valencia y Aragón (1833-1840). Universitat de València.

- (de) Córdoba, Buenaventura (1845). Vida militar y política de Cabrera. Madrid, Imprenta de Eusebio Aguado.

- Delgado i Agramunt, Agustín (1996). "Vinaròs: sus hombres, sus nombres". Vinaròs. Tomo I

- Diario Constitucional de Zaragoza

- Diario Mercantil de Valencia

- Fernández San Román y Ruiz, Eduardo (1884). Guerra Civil de 1833 a 1840 en Aragón y Valencia. Campañas del General Oráa (1833 a 1840). 400 páginas.

- Meseguer i Folch, Vicente (1989). "Los Realistas de Vinaròs (1823-1833)”. Boletín del Centro de Estudio del Maestrazgo, nº 25, pp. 48-55

davidgomezdemora@hotmail.com

Mi foto
Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).