Durante
el siglo XVII una de las familias que se había proyectado dentro de
Villarejo de la Peñuela era la casa de los Redondo. Una estirpe de
labradores con ciertos recursos, que sin perder de vista las
costumbres de la época, consiguió mejorar la posición y nombre del
linaje, especialmente cuando algunos de los suyos conseguirían
insertarse dentro del brazo eclesiástico.
De
forma satisfactoria así lo lograría don Francisco Redondo, quien
ejercerá como presbítero en la misma ciudad de Cuenca. Por aquel
entonces la familia ya había establecido alguno de sus integrantes
en la capital. Tanto es así que Juan Redondo (hermano del referido
Francisco), se encargaría de redactar su testamento allí mismo ante
el escribano Juan González, además de recibir los Santos
Sacramentos de la Penitencia, Eucaristía y Extrema Unción por el
Teniente Cura de la Parroquial de la Santa Cruz de Cuenca.
Juan
solicitó un total de 123 misas por la salvación de su alma y demás.
El hecho de tener entre los suyos a un religioso siempre fue bien
visto en una sociedad rural donde existía una gran predilección por
la vida tradicional y el catolicismo, pues aquello les suponía
disponer de un rezo continuo por la memoria de sus seres queridos, ya
que esto aceleraba el tránsito de su alma en el purgatorio.
Sabemos
que Juan mandaría ser enterrado en la sepultura que tenía en
Villarejo de la Peñuela. Y es que al fin y al cabo, allí era donde
descansaban sus raíces, cosa que no quitaría que para el ritual
interviniese un religioso y compañero de su hermano afincado en la
ciudad de Cuenca, hecho nada casual, puesto que realzaba más si cabe
la ceremonia de despedida del difunto.
No
hemos de olvidar que todos estos rituales y protocolos guardaban un
enorme peso desde el punto de social, donde la preocupación por
demostrar a la gente del lugar que papel desempeñaba y posición
ocupaba cada familia se calibraba al milímetro, incluso llegada la
muerte.
El
vínculo del apellido Redondo en Villarejo con la devoción cristiana
era más estrecho de lo que nos podemos imaginar, pues sabemos que en
1570 falleció en la localidad la que era conocida popularmente como
la Beata María Redondo, ésta hija de María Grueso, otro linaje
villarejeño de la época sobre el que en un futuro iremos
desentrañando más datos.
David
Gómez de Mora