Mucho ha llovido desde aquellos tiempos en los que Saceda del Río y La Peraleja eran dos enclaves de un peso relativamente importante, dentro de lo que será la estructura económica que conformaba el área agrícola de esta franja de la demarcación optense. Un espacio geográfico que todavía en los tiempos del Catastro de Ensenada (mediados del siglo XVIII), mantenía muchos de los linajes que desde periodos remotos estaban poblando unas tierras dedicadas casi exclusivamente a lo que hoy denominaríamos como sector primario.
Resulta más difícil imaginar como la localidad de Saceda, y que hace alrededor de unos 270 años contaba con un centenar de casas habitadas por vecinos (lo que nos vendría a dar una cifra de alrededor 300 ó 400 personas), comparada con La Peraleja y que contaba con 233 viviendas, es decir, más del doble de personas, acabara expandiendo sus influencias dentro del término peralejero. Dato que puede llamar la atención si partimos de que en Saceda durante el siglo XVIII la totalidad del término cultivado se componía de 12.210 almudes de tierra, entre los que el trigo y la cebada tenían mucha importancia, a la vez que en La Peraleja la superficie de tierra disponible era de 14000 almudes (un 37% dedicado a la sementera de grano, mientras que sólo un 4% al cultivo de olivos y un 2% al de vid), es decir, cantidades prácticamente similares.
Sabemos por ejemplo que el pósito de pobres de La Peraleja lo fundó un sacedero, miembro de una de las familias más acomodadas del municipio: los López-Lobo. Concretamente se trataba del Licenciado Miguel López-Lobo. Representante de un linaje de curas, labradores y escribanos locales, que si en el siglo XVI eran los mayores aglutinadores de una ingente cantidad de bienes raíces en su localidad natal, hábilmente expandirán su patrimonio en la contornada a través del hacendado Juan López-Lobo, quien creará dos capellanías que llevaban adscritas un centenar y una ochentena de propiedades respectivamente, lo que proporcionaba en su conjunto una cantidad de tierras bastante amplia. Entre los bienes de esta familia hallamos documentadas diferentes viviendas, censos y especialmente tierras en las que el producto que se extraía mayoritariamente era el trigo.
Miguel López-Lobo fundó el pósito peralejero, aglutinando en 1705 un total de 684 almudes de trigo, 8 celemines y un cuartillo -según las cuentas tomadas por Francisco de Hernán-Saiz (su último depositario)-, lo que distaría de la cantidad abarcada en el año 1658, cuando ésta tenía 937 fanegas, 4 celemines y dos cuartillos.
Que un sacedero fuese el artífice de una obra de esa índole a nadie le habría de sorprender, pues hubo más familias de labradores de esta misma localidad muy bien posicionados, que ya remarcan la tenencia de patrimonio en la localidad. Por ello no será casual que otro (precisamente entroncado con estos López-Lobo) creara un patronato en La Peraleja. Nos estamos refiriendo al Licenciado Lorencio Fernández, quien lo dejó con un cargo de 52 misas cantadas anualmente. Recordemos que fruto del matrimonio entre Lorencio Fernández y Ana López-Lobo, nacerá Domingo Fernández, marido de María Vicente del Olmo, también representante de distinguida familia de labradores peralejeros y con la que casará en 1587. A raíz de ese enlace nacerán varios hijos, entre los que cabe mencionar al clérigo Lorencio Fernández y Francisco Fernández, éste último marido en primeras nupcias de Juliana de Olmedilla.
Todo ello sin olvidar que Pedro Felipe, vecino de Saceda del Río se hará durante varias décadas con el control de un vínculo fundado por la peralejera Ana de la Cruz, del cual curiosamente en una visita pastoral de 1728 se nos informa que le lleva sus tierras arrendadas el peralejero Juan Benito. También estaría el caso de la la famosa capellanía de Juan Benito Carboneras, y que era una de las más antiguas del pueblo, además de estar en posesión del licenciado don Bernardo Felipe (también de raíces sacederas).
Obviamente de todo ello se desprende que Saceda del Río, a pesar de haber sido históricamente una localidad más pequeña que La Peraleja, y tener una cantidad similar de tierra disponible para trabajar, supo ver la importancia que jugaba el tener a gente dentro del clero. Y es que a estas alturas nadie dudaría del peso que ha jugado el catolicismo y el tradicionalismo entre sus gentes, cuando en Saceda a mediados del siglo XVIII llegaron a haber hasta 9 curas, cifra elevada teniendo en cuenta que en la localidad no había más que noventa y pico casas. La Peraleja por su parte, a pesar de ser un municipio con fuerte devoción entre los suyos, sólo tenía cuatro clérigos.
Sorprende el poder de estas casas sacederas, y que como veremos en momentos cruciales unirían sus fuerzas como se apreciará en el caso de los Fernández y los Vicente. Igualmente veremos como los Vicente de La Peraleja se afincarán en Saceda, destacando así entre una de las casas de labradores mejor posicionadas del momento.
A grandes rasgos Saceda representará un bloque de familias de curas y labradores acomodados encabezado por linajes que llevarán los apellidos de López-Lobo (ya sin el Lobo), Saiz-Mateo (hoy sin el Mateo), Felipe o Martínez (luego con el compuesto “Unda”), entre otros, y que nada tendrán que envidiarles a las históricas del lugar compuestas por los Jarabo, Vicente, Olmo, Benito, Hernán-Saiz, González-Breto o Vicente, con las que trascurridos los siglos acabarán emparentado, y retroalimentando una serie de alianzas matrimoniales de las que nosotros somos parte de su herencia viva.
David Gómez de Mora
Bibliografía:
* Archivo Diocesano de Cuenca. Libro III de defunciones de La Peraleja (1694-1779), Sig. 30/16, P. 817
* Catastro de Ensenada. La Peraleja. http://pares.mcu.es/Catastro
* Catastro de Ensenada. Saceda del Río. http://pares.mcu.es/Catastro
* Gómez de Mora, David (2018). “Las élites locales en la franja Este de Huete entre los siglos XVI-XVIII. Notas personales y apuntes genealógicos sobre las familias destacadas del área Este de Huete siglos atrás”. En: davidgomezdemora.blogspot.com