Los Pintado, como muchos de los linajes que se movían en su círculo social, se dedicaron a trabajar los campos, invirtiendo mucho esfuerzo en la producción y cultivo de tierras en las que se explotaban diferentes gramíneas, las cuales irían traspasando generacionalmente. Gracias a los testamentos del Archivo Municipal de Huete, podemos hacernos una idea de como funcionaba este proceso.
Otra fuente de información que nos ayuda a entender el destino que correrá la propiedad de la tierra, se halla en los libros sacramentales del Archivo Diocesano de Cuenca. Más concretamente, los volúmenes que para nosotros guardan mayor interés son los tomos de defunciones, en los que se aportan datos decisivos para establecer las relaciones de poder, como la situación económica en la que se encontraban muchos de sus integrantes.
Concretamente, en el año 1717, fallecía don Jerónimo Pintado, hacendado que volcaría los bienes rústicos y su hogar sobre su sobrino el Licenciado Juan Pintado, presbítero del municipio. El lote comprendía un total de siete vínculos que Juan administraría, hasta que los acabaría repartiendo entre sus hermanas y primos.
Es importante conocer esta línea de la familia Pintado, ya que los veremos de manera asociativa con los Muñoz. Dos casas de labradores acomodados que en esos instantes gozaban de cierta entidad en la localidad, pues además de tener miembros dentro del clero, ya habían obtenido en años pasados el control de la alcaldía, además de diferentes regidurías.
El licenciado Juan Pintado, por la escritura entregada ante el escribano Juan Nicasio Parrilla, invocando a la figura de su tío don Jerónimo, recordaba como el lote patrimonial de su estirpe se dejaba divido en siete fundaciones.
La primera era un vínculo sobre una yunta y media de tierras, donde se adscribía la mitad de la casa en la que vivía don Jerónimo, y cuyas ganancias iban directamente hacia la fábrica de la Iglesia de La Peraleja.
La segunda fundación es un vínculo de otra yunta y media de tierras, y que comprendía la mitad restante de la casa. En esta ocasión recaía sobre el primo hermano del licenciado Juan, Manuel Muñoz, también natural de La Peraleja.
El tercer vínculo se consolidaba por varias tierras que irían destinadas a la sobrina del licenciando (Isabel de la Peña).
El cuarto vínculo es otro lote de tierras para una hermana de Juan.
El quinto es un vínculo en origen fundado por Alonso Parrilla, pero que según desprendemos acabaría cayendo en manos de los Pintado. En esta ocasión se trataría de una viña que de nuevo pasaría a formar parte de los bienes de la hermana del cura.
En cuanto al sexto vínculo este irá adscrito a la hermana de Juan, Jerónima Pintado, estando compuesto por un conjunto de tierras.
Finalmente, el séptimo era una huerta dada a su primo Julián Muñoz.
La importancia de los vínculos como fuente de riqueza no es un tema baladí, especialmente si analizamos en realidad que suponía su creación. Estas fundaciones estaban cedidas a las autoridades eclesiásticas, desde donde se velaba por el cumplimiento de unas cargas impuestas, las cuales eran como podemos leer en los libros de defunciones, una de serie de diferentes misas, y que habían de rezarse o cantarse en determinadas onomásticas o festividades. Esta actividad era algo habitual y constante en sociedades católicas como la que estamos estudiando, pues movilizaba ingentes cantidades de dinero, sin olvidar la dedicación de miembros al brazo clerical, para en cierto modo, además de conseguir un nombre o estatus que realzaba el linaje, pudieran también rezar de manera permanente por sus familiares o seres queridos, consiguiendo así acelerar la limpieza del alma que reducía el tiempo de estancia en el Purgatorio.
Decir que igualmente otros linajes emplearán la figura del vínculo para conseguir desviar una parte de su patrimonio hacia las líneas segundonas de la casa, permitiendo de esta forma que no todas las tierras fuesen destinadas a una misma persona (el primogénito). Y es que no hemos de olvidar que los mayorazgos impedían cualquier tipo de partición, por lo que la capacidad de generar múltiples vínculos dentro de una misma familia, era la solución con tal de repartir de manera más equitativa aquel patrimonio del que se disponía.
David Gómez de Mora
Referencias:
* Archivo Diocesano de Cuenca. Libro III de defunciones (1694-1779), Sig. 30/16, P. 817