Mucho ha cambiado el municipio de
Villarejo en los últimos cien años, una metamorfosis que no sólo se traduce en
su viario, casas, hábitos y costumbres, sino también en otras cuestiones más
abstractas de las pequeñas sociedades rurales, donde todavía se conserva alguno
de los apellidos históricos que han forjado su historia, tal y como sucede con
el caso de los Torrijos (afincados aquí como mínimo desde el siglo XVI).
En el presente artículo nos
gustaría tratar este tema más a fondo, con varias familias que en el pasado se
asociaron entre las gentes del lugar, y sobre las que es escasa la información que
nos ha llegado. Recordemos que Villarejo era un modesto núcleo, ubicado a medio
camino entre el territorio optense y el área que conecta con la ciudad de
Cuenca. El puerto de Cabrejas ofrece un microclima que modelaría parte del
poblamiento y economía de sus alrededores, un elemento geomorfológico que choca
de lleno con el área de ribera sobre la que se asentarían sus primeras casas,
donde se acabaría fundando durante el medievo la base de un asentamiento
cristiano.
Como su propio nombre indica,
aquel conjunto de residencias de labradores que conformarían un pequeño villar,
y que la toponimia popular ya se encargaría de remarcar con el sufijo “-ejo”
por su escaso tamaño, serían los cimientos de una localidad que raramente
viviría grandes variaciones demográficas con el trascurso de las centurias.
Tal y como hemos podido apreciar
en el momento del estudio de su población a través de los libros parroquiales
que se hallan presentes en el Archivo Diocesano de Cuenca, el enclave mantendría
un poblamiento sin excesivos cambios, pero no por ello estático, puesto que
como sabemos en momentos puntuales pudieron presenciarse altibajos, a veces
traducidos por una expansión de su crecimiento poblacional, como alterado por
las clásicas caídas demográficas que se agudizaban en tiempos de epidemias.
Sabemos que Villarejo siempre
intentó mantenerse fiel a un modelo de políticas matrimoniales conservador, característico
de las zonas rurales, en los que la consanguinidad era muy estrecha. Una de las familias que
antiguamente hizo de este espacio su lugar de vida fueron los Delgado, linaje
que podríamos considerar entre los más importantes del municipio. Éstos los
veremos entroncando con las casas de mayores recursos, hecho que apreciamos en
los apellidos de sus conyugues, junto con sus pagos de misas, puesto que en más
de una ocasión reflejarán disponibilidad de bienes. Sobre su origen no tenemos
datos concluyentes, aunque todo parece apuntar a que una línea procedería de la
localidad de Valdemoro del Rey. Entre las personas destacadas, tenemos varias
referencias extraídas de las partidas de defunción. Uno de sus nombres fue el
de Martín Delgado, quien casó con la bien posicionada Leocadia de Molina.
La familia de Leocadia era
bastante conocida por la cantidad de patrimonio que poseyó. Recordemos que los
Molina durante la segunda mitad del siglo XVI eran los hombres de confianza de
los Señores de Villarejo, fenómeno que se reflejará en la figura del clérigo
Domingo de Molina, quien dejó todos sus bienes, casas y viñas sobre Miguel
Sánchez; teniendo su testamento en la vivienda del mismo Señor de Villarejo,
don Fernando de Ribera. En 1650 falleció Isabel de Molina, con pago de 138
misas. Suponemos que Isabel descendería de la línea de Juan de Molina y María
Fernández, quienes tendrían varios vástagos que casaron con familias destacadas
como los Saiz, además de los Peña, y que después aparecerán ejerciendo el puesto
de familiares del Santo Oficio en esta zona.
Campos
de Villarejo de la Peñuela. Imagen del autor
Otro linaje que no podemos pasar
por alto es el de los Redondo, componentes de la pequeña burguesía rural, y de
donde surgieron algunos personajes importantes como sucedió con la beata María
Redondo, quien falleció en 1570, siendo hija de María Grueso. Escasos años
antes fallecería Catalina Redondo, que en 1567 dejó un testamento reseñable con
pago de 123 misas. Tampoco podemos pasar por alto que en 1689 moría Juan
Redondo, hermano de Francisco Redondo (presbítero de Cuenca) y casado con
Isabel López, cuya hija Inés celebró nupcias con Manuel Delgado. Esta familia
estableció nexos con las casas mejor asentadas, lo que junto con su proyección
dentro del brazo eclesiástico les permitió tener cierto estatus a pesar de
moverse dentro de una escala bastante limitada.
Este tipo de familias mayoritariamente
estaban asociadas a la vida del campo, aunque tal y como ya comentamos, sabían
aprovechar su ubicación intermedia y conexión con puntos de influencia, a los
que vendían parte de los excedentes de sus cosechas. No olvidemos que Villarejo
se ubica en una zona de vega, donde la producción hortícola gracias a las aguas
del río que regaba sus tierras de forma permanente, potenciaría una serie de
recursos agrícolas que no todos los enclaves de sus alrededores tenían a su
alcance.
David
Gómez de Mora
Bibliografía:
* Archivo Diocesano de Cuenca.
Libro I de matrimonios de Villarejo de la Peñuela (1626-1764), Sig. 113/10, P.
2121
* Archivo Diocesano de Cuenca.
Libro I de defunciones de Villarejo de la Peñuela (1557-1578), Sig. 113/13, P.
2124
* Archivo Diocesano de Cuenca. Libro
II de defunciones de Villarejo de la Peñuela (1578-1595), Sig. 113/14, P. 2125
* Archivo Diocesano de Cuenca. Libro
III de defunciones de Villarejo de la Peñuela (1623-1764), Sig. 113/15, P. 2126