Una de las familias afincadas en
este municipio desde siglos atrás es la de los Gómez, una estirpe de labradores
que con el trascurso del tiempo fue esparciendo su descendencia a lo largo de
este enclave malagueño, adscrito a la jurisdicción hispalense de Osuna siglos
atrás. Ya comentamos en un artículo anterior que la presencia de un volumen manuscrito en el archivo municipal, y que lleva por título: “Relación de los caballeros hijodalgos que se alistaron en esta villa para
servir a su Majestad en los años de 1638, 1640, 1647 y 1707”, se ha
convertido en una fuente informativa de una inmensa riqueza tanto en lo que
concierne a su uso histórico como genealógico, puesto que recoge los nombres de
una parte considerable del vecindario que paulatinamente iría conformando el
corpus de una modesta nobleza local, y que prácticamente pasará desapercibida.
Entre estos apellidos nos encontraríamos
con el de los Gómez, quienes aprovechando los llamamientos para inscribirse en
las levas con motivo de los múltiples frentes abiertos en los que se encontraba
la Monarquía Católica (Guerra de Catalunya, los alzamientos napolitanos,
sicilianos, como los surgidos dentro de la propia Andalucía, entre otros), urgieron
a la búsqueda de hombres que engrosaran los batallones de infantería. El
reconocimiento de aquella participación, veremos que podía traducirse en la
consecución de una hidalguía, fenómeno reflejado en el citado legajo, y que
gracias a una labor recopilatoria del escribano local, servirá para justificar
el ennoblecimiento de muchas casas que arriesgaron su vida por los intereses de
una corona, que difícilmente era capaz de sostener unas ambiciones
imperialistas que empezaban a desbordarla.
Al respecto, en el listado de la leva
de 1639, aparecen inscritos los nombres de Juan Gómez Bonilla (quien se
presentó a las filas con todas las armas que podían portar), Juan Gómez de
Vivar (con espada y daga), Fernando Gómez (con espada y daga), así como Juan
Gómez (quien también lo haría con todo el armamento disponible a su alcance).
Es obvio suponer que los
voluntarios de este linaje eran en realidad labradores y ganaderos que mucho
distaban de esa imagen idolatrada y retroalimentada por la mitología
caballeresca del momento. Sabemos que algunos de los descendientes de estos
personajes prosperaron de manera satisfactoria, pues su apellido quedará vinculado
con algunos de los oficios destacados a los que se podía optar dentro del
ámbito local. Además, hemos de recalcar que en el citado documento, durante la
segunda mitad del siglo XVIII se alude a la nobleza de los Gómez, indicándose
que éstos junto con otros linajes “ya
constaba que en esta dicha villa habían estado sus antecesores tenidos en la
claridad de hijosdalgos, y que como a tales se les habían guardado las
excepciones que les correspondían”.
Todavía a principios del siglo
XIX, veremos por un padrón de 1805 que éstos serán reconocidos como miembros
del estado noble, a pesar de los intentos de la fiscalía de la Chancillería de
Granada por reducir al máximo la cantidad de familias que pudieran acogerse a
las exenciones de pagos que implicaba el portar una nobleza. No olvidemos que
la involucración de Cañete y otros municipios de la Serranía de Ronda en los
llamamientos de la corona fue notoria, convirtiéndose en aquel momento más bien
una carga por la que habrían de aceptar muchas peticiones, pero que en su
inmensa mayoría carecían de alguna carta de hidalguía o documento que las acreditara
de manera rigurosa.
malagapuebloapueblo.com (Cañete la Real)
El escribano Gregorio de Luque
dejará entrever que en Cañete estaba aceptada la presencia de numerosos
hidalgos, especificando además que en el lugar no existía una distinción
estricta de clases. Un vacío que el mismo aprovechará, y a través del que se
encargará de determinar quiénes de aquellos residentes podían ostentar tal
privilegio, y que a pesar de ser minimizado, llegó a extenderse hasta alrededor
de una sesentena de casas, y eso que como decimos muchas más deberían haberlo
obtenido. Una medida selectiva y que tuvo que emplearse, puesto que de lo
contrario pocos vecinos habrían hecho frente al pago de impuestos. Como
decíamos los Gómez tuvieron suerte, pues consiguieron que su apellido
apareciese reconocido entre las varias decenas de cañeteros que invocaban a un
pasado noble.
Es por ello, que conocemos los
casos de don Nicolás Gómez, don Francisco Gómez, don Joaquín Gómez y don Juan
Gómez, quienes podíamos considerar como los cabezas de algunas de las casas más
acomodadas y representativas de este linaje durante la segunda mitad del siglo
XVIII. Sabemos por ejemplo que el referido Joaquín estaba casado con doña
Antonia Jiménez, fruto de cuya unión nacerá alrededor de 1791 su hijo don
Miguel Gómez Jiménez, y que siguiendo nuestras investigaciones descubrimos que
ejerció como sacerdote en la localidad de Campillos. Por otra parte, el
labrador don Juan Rodríguez y Gómez, era uno de los mejor posicionados. Sabemos
que éste nació alrededor de 1778, además de ser vástago de don Miguel Rodríguez
y su esposa doña Rosa Gómez.
Entre los entronques de la
familia Gómez durante la primera mitad del siglo XIX, destacamos las siguientes
líneas que hemos podido encontrar entre las referencias de la documentación recopilada
del apellido. Por un lado apreciaremos como sus políticas matrimoniales giraron
en torno a miembros de familias muy cercanas con las que ya habían establecido
nexos anteriores, haciendo principal hincapié en la casa de los Ruiz. Al
respecto, sabemos que por ejemplo una hija de José Gómez y Josefa Gil casó con
Juan Ruiz y Ruiz, o que Juan Ruiz era el esposo de María de la Aurora Gómez,
por no decir que Francisco Gómez celebró sus nupcias con María del Carmen Ruiz
de Osuna, o que el hijo de Antonio Gómez y Ana Ferrete, repetiría idéntica
operación con Isabel Ruiz de Osuna (ésta hermana de la citada María del
Carmen).
Otros matrimonios fueron los
celebrados entre el labrador Juan Gómez y María Sebastiana Rodríguez, así como
Diego Gómez con María Ramírez. Tampoco podemos olvidar el caso de Juan Gómez e
Isabel de Torres, o el de Cristóbal Gómez, quien estaba casado con la noble
Rita Guerra (otro de los apellidos que engrosaron la lista de los hidalgos del
municipio), además de Francisco Gómez, esposo de María de Solís.
David
Gómez de Mora
Bibliografía:
* Archivo Municipal
de Cañete la Real, número 25. Registro de los caballeros hijosdalgo que se
alistaron en esta villa para servir a su Majestad (1638, 1640, 1647, 1706) y
confirmaciones de pureza de sangre.
* Archivo Municipal
de Cañete la Real. Libro de difuntos del Pre-registro Civil de Cañete la Real,
años 1849-1854.
* Gómez de Mora, David (2020).
Hidalgos en Cañete la Real. En: davidgomezdemora.blogspot.com