La
historia de la Banískula sarracena debemos estudiarla desde el marco geográfico
de una zona de frontera bastante confusa, sobre la que a lo largo de todo el
periodo de dominio de la cultura islámica, aparecen multitud de interrogantes y
cuestiones que no sabemos si algún día podrán esclarecerse de forma precisa. Por
desgracia, el vacío documental junto la ausencia de estudios que profundicen en
un tema tan complejo, acaban convirtiéndose en un gran aliado para todas
aquellas corrientes de historiadores que cimientan sus intereses personalistas
en contra de la verdad, apartándonos por tanto de una aproximación lo más
fehaciente posible sobre cualquiera de los hechos que acaecieran en el lugar estudiado.
Pretender
establecer paralelismos de tipo geográfico entre la actual sociedad capitalista
y global del siglo XXI (en la que cada día se percibe de modo más políticamente
incorrecto el establecimiento de cualquier hito territorial, marca o frontera),
en relación con épocas del pasado (que poco o nada tienen que ver con la forma
de entender nuestro presente), nos pueden acabar conduciendo hacia un escenario
desdibujado, en el que se desvirtúa por completo la verdadera labor del
historiador. Un hecho que podemos presenciar a la hora de relatar el desarrollo
y evolución de todo un conjunto de fortificaciones como alquerías musulmanas
ubicadas en la franja norte de Castellón.
El
alzamiento de un conjunto de asentamientos reforzados en un corto espacio de
territorio, estrechamente conectados y en los que se apreciarían unas evidentes
pautas de carácter defensivo que los acabará enlazando con sus consiguientes
vías de comunicación, resultarán imposibles de obviar sin la influencia de la
Peñíscola musulmana. Un territorio complejo, escasamente estudiado a fondo,
sobre el que pocas referencias conocemos, integrado en un escenario inestable y
afectado por susceptibles cambios, que a lo largo del tiempo se moverá entre
los intereses de las ciudades de Turtosa y Balansiya.
Para
nosotros no cabe ninguna duda de que la Serra de Irta se convirtió en una zona
de elevado peso estratégico, en la que se invertirán notables esfuerzos por
controlar sus vías de acceso, al ser un punto de confluencia con tierras
interiores, donde muy probablemente Banískula ejercería la función de portal
marítimo.
Los
castillos y fuertes de lo que hoy denominaríamos los yacimientos de la ermita
de Santa Llúcia, Polpis y Xivert, se complementaban con los de les
Coves y Cervera. Ello consolidará una línea defensiva formada por varios
distritos, indispensables para garantizar la seguridad dentro de este corredor cercano
al litoral.
Para
nosotros es innegable el protagonismo ejercido por Peñíscola dentro de una
configuración geográfica que conectaba con una red de asentamientos, que
establecidos mayoritariamente entre los siglos IX-XI, verían en su playa la
disponibilidad de recursos a través de su zona portuaria. Un enclave destacado,
del que a lo largo de su historia florecerán personalidades, como sucedería con
el Rey Lobo (Muhammad b. Mardanis), hijo del gobernador almorávide de Fraga Sa‘d ibn Mardanís.
Antigua imagen de la ciudad de Peñíscola
Recordemos
que el Amal era una pieza importante dentro de este complejo rompecabezas, y es
ahí donde Banískula seguramente tenía mucho que decir. Como remarcábamos al
inicio, la ubicación fronteriza resulta compleja por la falta de una definición
de unos lindes que nos indiquen el inicio y fin del dominio administrativo al
que ésta se irá adscribiendo con el trascurso del tiempo.
La
zona más delicada desde el ámbito geoestratégico se posicionará tierras al
norte, donde la ausencia de grandes accidentes obligará a la instalación de
puntos de defensa, cuya prioridad era subsanar el vacío e inicio de otras marcas
geográficas.
Sin
lugar a dudas los contrastes de la geomorfología que quedaba al norte, acompañados
por las bajas presiones demográficas en los que se incrementaba la inseguridad,
delimitarían de manera natural un espacio que nada tendrá que ver con la idea
concebida que nos llegará en tiempos de la conquista.
Hemos
de partir una idea, y es que el río Ebro siempre ha representado una de las
grandes arterias hidrológicas de nuestra geografía peninsular. Desde luego no
tiene sentido infravalorar sus características fluviales, pues estamos hablando
de un accidente difícil de salvaguardar hasta incluso en siglos posteriores a
los que estamos tratando, lo que obligará a mantener una distancia o "zona muerta", que ante la ausencia de un confort defensivo, harán de su perímetro
hasta llegar a la franja del Monstià, un espacio poco provechoso, en el que sus
pobladores preferirán las cimas de relieves montañosos, al encontrarse en ellos
más seguros.
En
nuestra opinión la disposición estratégica de los fuertes castellonenses a lo
largo de diferentes épocas, así como su respectiva conexión dentro de un
cinturón castrense conformado por las tierras del norte y el área del Monstià, nos
ofrece pocos paralelismos respecto a la trama establecida en el territorio
tortosí.
Esta
cuestión vendría remontándose desde los inicios de la instalación musulmana,
cuando a través de las koras (demarcaciones territoriales establecidas durante
el periodo del Emirato y Califato de Córdoba), el área de lo que hoy es el
territorio adscrito a la provincia de Castellón, se emplazaba en una kora que
la historiografía ha identificado con el nombre Marmaria, y que hasta entrado
el siglo X, pudo perfectamente extenderse entre los límites de lo que hoy es la zona de la desembocadura del Ebro. Un entorno que no conoceremos con precisión hasta los Reinos de Taifas, y que en
determinados momentos iría variando, sosteniendo su punto de apoyo en la zona
limítrofe sobre las fortalezas de Kasteli, Banískula y lo que hoy sería el
entramado de la Serra del Monstià y Godall.
Tras
la instauración del Califato surgen muchas dudas, que no sabríamos definir,
pero que vuelven a evidenciarse tras los momentos iniciales de las Taifas,
cuando el dominio de Balansiya con Mubárak, podía volver a recoger parte de esa
herencia septentrional de la época emiral. No olvidemos que el Ebro seguía
siendo un espacio de frontera, y que tuvo que reflejarse cuando el régulo
turtusí Labīb, y en parte “socio” del referido
Mubárak, fue atacado por Al-Mundir al-Tuyibi, quien en su maniobra de anexionar
el área de Tortosa a Zaragoza, fue atacado por Mubárak, al poner disposición del turtosí medio millar de jinetes en un intento de frenar la ofensiva.
No
nos cabe duda de cómo durante los inicios de los Reinos de Taifas, y viendo la
consonancia entre ambos régulos, que el peso de Balansiya se extendía hacia una
debilitada Turtosa, que comenzó a expandirse y descender hacia el sur, una vez
que Mubárak falleció, marcándose un punto de inflexión, que ahora si anexionaba
parte de los dominios que fortaleció el régulo de Balansiya hasta el momento de
su defunción.
Vistas de Tortosa y el río Ebro desde
la zona del Monstià. Zona fronteriza durante los tiempos de la kora de Marmaria
Desde
luego los sucesivos procesos de cambios de poder, poco ayudan a asentar modelos
rigurosos y estáticos como siguen pretendiendo establecer muchos historiadores
a la hora de explicar la fragilidad de las zonas de frontera, especialmente en
un entorno que abarca un periodo de más de cinco siglos de historia.
Para
nosotros resulta crucial entender la evolución de los distritos emplazados en
este punto de la actual área meridional catalana y septentrional castellonense,
ya que al fin y al cabo representarán un conjunto de bastiones, desde los que
se divisarán unos accesos que se estirarán hasta el inicio del corredor del
Monstià. Y es que en este sentido cobra un protagonismo indispensable el
yacimiento fortificado de Ulldecona.
Un
asentamiento con un peso importante, y que la historiografía parece no haber
valorado debidamente. Afortunadamente veremos estudios que apuntan en esa línea
en la que se remarca su impronta, como será el caso de Antoni Forcadell (2017),
quien argumenta su presencia desde época musulmana, incidiendo en la
identificación del enclave de Kuna citado por Al-Idrisi con el lugar de
Ulldecona. Además, este arqueólogo esboza algunas ideas esenciales que
respaldan la existencia de este yacimiento durante el periodo de dominación sarracena.
Nada
más iniciarse el siglo XII el entorno que quedará al sur del Ebro comenzará a presenciar
la existencia de vida cristiana, motivo por el que se configurará otro
escenario (todavía bastante desconocido), en el que por un lado se vislumbran
los planes de avance de Ramón Berenguer III, y que tiempo después se materializarán
con la consolidación y toma de Tortosa, al conseguirse su control por parte de
su hijo, y que inmediatamente intentará extender hacia el área meridional.
Creemos
que esta presencia no consolidará un control netamente cristiano hasta los
lindes de lo que luego será la frontera del Reino de València, pues hay que
entender el área del Monstià durante la segunda mitad del siglo XII como un
espacio de dominio cristiano bastante difuso, en el que habrían instaladas
comunidades musulmanas, de las que poco o casi nada sabemos.
Al
respecto, en el cinturón defensivo de la tierra norte del actual territorio
castellonense, es imposible obviar el área ocupada por el llano de Vinaròs,
donde los modestos accidentes geográficos que ofrecía su relieve, servirán para
consolidar las labores defensivas del área portuaria de Banískula. Motivo por
el que no hay que ignorar el papel de los “puigs” o cerros islas, al funcionar
como singulares accidentes geográficos, aprovechados como nexo entre dos
regiones naturales de similares características geomorfológicas, a través de
las que desde la época Emiral se conectaba el corredor del Montsià y la Serra
de Irta.
Zona del corredor del Monstià e Irta (Google Earth)
Como
ya indicamos hace más de diez años, el punto de unión entre ambos focos pudo
ser una de las fortalezas sobre la que ya hace tiempo se han planteado
diferentes discusiones a cerca del lugar en el que se instaló. Nos referimos al
fuerte de Kasteli, y que Al-Idrisi precisa en su obra geográfica con bastante
detalle:
1) De Tarragona, dirigiéndose al occidente, a la
desembocadura del Ebro, río que es aquí muy ancho, 40 millas (Ubieto, 1974,
181).
2) Desde esta desembocadura, dirigiéndose al
occidente y cerca de la mar, al castillo fuerte de Casteli, 16 millas (Ubieto,
1974, 181).
3) Este
último castillo fuerte, es bello y sólidamente construido sobre la orilla del
mar. La guarnición es brava. Cerca de allí hay una gran villa rodeada de
cultivos (Ubieto, 1974, 181).
4) Desde el castillo de Casteli, dirigiéndose al
E. hasta el villaje de Yana, cerca del mar, 6 millas (Ubieto, 1974, 181).
5) De Casteli a Peníscola, plaza fuerte sobre la
costa, rodeada de cultivos y de villas, donde se encuentra el agua en
abundancia, 6 millas (Ubieto, 1974, 182).
Bien
es cierto que los números que nos aporta el geógrafo ceutí no han de acogerse
de forma estricta, no obstante tampoco hemos de menospreciar su valor como
parámetro orientador, al cobrar especial interés si apreciamos que nos reflejan
una triangulación desde diferentes lugares, a la hora de abordar la cuestión de
dónde estaba Kasteli. Para ello, si acogemos con esas reservas que el trazado
de 1 milla de Al-Idrisi equivale a 2000 metros de distancia, observaremos como
éste al describir la mencionada fortaleza, nos está indicando datos de sumo
interés, que merecen la pena ser tenidos en cuenta.
Comenzaremos
indicando los poco más de treinta kilómetros que separaban lo que por aquel
entonces era la desembocadura del Ebro respecto al Puig de la Misericòrdia de
Vinaròs, y que nada tienen que ver con los 14 que habría hasta Sant Carles de
la Ràpita, donde multitud de autores señalan la ubicación de este puesto
defensivo.
Según
los datos de Seró y Maymo (1972), la desembocadura del Ebro se encontraba un
poco más arriba de la actual isla de Gràcia (a unos 19 kilómetros de Tortosa),
es decir, a una distancia de 34 kilómetros del Puig de la Misericordia. Además,
cuando el geógrafo ceutí nos habla de que esta estructura se localiza “cerca del mar”, puede estar haciendo
referencia a una zona que no se halla en la misma línea de costa, sino que en un
punto próximo a ella.
Continuando
con la descripción observamos cómo “desde
el castillo de Casteli, dirigiéndose al E. hasta el villaje de Yana, cerca del
mar, hay 6 millas”. Evidentemente aquí hemos de realizar un matiz, y es que
cuando su autor habla de dirección “este”, está en realidad haciendo referencia
a la orientación “oeste”, puesto que en caso contrario nos estaríamos moviendo
mar adentro de la costa.
Por
lo que respecta al trayecto indicado desde el núcleo urbano de Vinaròs hasta el
área de la Jana, contabilizamos unos veinte kilómetros, pero nos vamos a
cuestionar qué ocurriría si marcásemos esta distancia desde el punto planteado,
es decir, el Puig de la Misericòrdia de Vinaròs. Es entonces cuando apreciamos
que si extraemos el patrón de distancia de Al-Idrisi, y tomamos la referencia
de 1 milla idrisiana como el equivalente a 2000 metros, este tramo encaja de
manera casi precisa con el lugar en el que se debería de posicionar el fuerte de
Kasteli.
Para
finalizar, la triangulación de este lugar se confirma todavía de forma más
clara con la reseña geográfica que nos aporta desde “Casteli a Peníscola, plaza fuerte sobre la costa, rodeada de cultivos y
de villas, donde se encuentra el agua en abundancia, y en la que hay 6 millas”.
Comparando
las distancias, seguimos pensando que la zona de nuestro Puig sin lugar a dudas
es el candidato más idóneo respecto a cualquier otro foco planteado, de ahí que
mantenemos nuestra idea en abogar por la hipótesis de que Kasteli pudo haber ocupado
la zona donde posteriormente se alzaría el área de la Ermita de la
Misericordia.
Distancias
ofrecidas por el geógrafo Al-Idrisi entre Kasteli y sus respectivos puntos de
referencia. Elaboración propia
Hemos
de entender que incluso aunque no tuviésemos la referencia de la Jana, el
simple hecho de que ese punto se situase a unos 15 kilómetros de Peñíscola y 32
de la desembocadura del Ebro, ubica dentro o muy cerca de nuestro término
municipal este emplazamiento. Nada novedoso, y que el propio Ubieto (1974) ya
destacó en su momento. Además, como es obvio, este territorio tiene la
peculiaridad de asentarse en un extenso llano, que casualmente se ve alterado
por la existencia de un resquicio montañoso que se eleva por encima del resto
del territorio, siendo precisamente ese lugar nuestro Puig de la Misericordia.
Parece
ser que Al-Idrisi no sería el único que citaría esta construcción, y que a lo
largo de su historia podría haber adoptado diferentes usos. Aquí entraría la
referencia que se hace sobre el ribat de Kaski, y que otro geógrafo musulmán
describirá como un punto fortificado de esta región. Sabemos que con el paso de
los años diferentes autores han defendido la tesis de que el citado ribat habría
que posicionarlo en la Rápita del Cascall que Ramon Berenguer III concedió
al Monasterio de Sant Cugat del Vallès en la campaña contra Tortosa en 1097.
El topónimo “Rápita” ha
llevado consecuentemente a la aceptación automática de muchos estudiosos en
querer asociar ambos topónimos en este mismo punto, a pesar de la incoherencia
con los hitos geográficos que nos proporciona el geógrafo ceutí, al no encajar
ni por asomo con cualquiera de las tres distancias que refleja en su obra. En
esta línea, autores como Gómez Sanjuan (1981, 29) en su día ya se atrevieron a cuestionar
este relato a pesar de los detractores que emergieron en su contra. El erudito
vinarossenc desechaba tal posibilidad, afirmando que la rápita de Cascall nada
tendrá que ver con el fuerte de Kasteli, para lo que desarrollará una
explicación concluyente en la que venía a reflejar que ambos enclaves eran lugares
distintos. Una cuestión que defenderá en base a un planteamiento etimológico de
los dos topónimos.
Como
anteriormente decíamos, tampoco cabe duda de que en determinados momentos los
límites de la circunscripción de Tortosa estiró sus dominios hacia tierras meridionales, que absorbieron toda la trama septentrional del actual territorio castellonense,
especialmente durante la época de los Reinos de Taifas tras la muerte de Mubárak. Por ahora resulta imposible
averiguar si en esta región existieron otros pequeños distritos además de los
que dominaban Banískula, Xivert, Cervera y les Coves de Vinromà, lo que de ser
así fragmentaría mucho más el área de influencia que jugaron estos
emplazamientos. No es descabellado el caso de Ulldecona como otro foco que
resguardaba la entrada por el corredor desde la desembocadura del Ebro.
Estos espacios son complejos de
entender, si tenemos en cuenta la estructura jerarquizada y cambiante de esta
zona. La disposición de nuestra área, sobre un hábitat claramente ruralizado,
carente de grandes enclaves urbanos, explicará la importancia desempeñada por
los hisn, al funcionar como puestos fortificados (que a pesar de tener una
menor envergadura), aseguraban la marca defensiva de su respectiva jurisdicción.
Unos espacios de control para garantizar la tranquilidad de un poblamiento
variado y basado en pequeñas alquerías diseminadas.
Los diversos husun del actual
territorio castellonenses consolidaron un sistema defensivo formado por
pequeños distritos adscritos a una jurisdicción cambiante dependiendo del
periodo, que mayoritariamente se integró entre el espacio de Turtosa y la zona
de Balansiya. Es de suponer que las alquerías que giraban a su alrededor eran
sociedades segmentadas, compuestas por comunidades familiares que verían en
estos emplazamientos sus principales zonas de resguardo en momentos de
inestabilidad.
Tras
la toma de Tortosa buena parte del territorio que delimita la zona del sur tarraconense
comenzará a ser anexionada al perímetro cristiano, siendo a partir de ese
instante cuando ese sector más apartado al norte del control baniskulano se
verá críticamente presionado.
No
olvidemos que Peñíscola será el foco irreductible que por su potencial
geoestratégico interesó desde el primer instante al rey Jaume I, con ello nos
remitimos al gran fiasco con el que inició la intentona de su toma, cuando tras
un asedio que duró varios meses y que se inició en verano de 1225, éste comenzó
a ser consciente de la dificultad de hacerse con el lugar, a pesar de la pobre
defensa que guarnecía la plaza.
Este
episodio acarrea una enorme significación si queremos entender la dificultad e
importancia que comportaba el dominar un área como ésta. De ahí que su
ubicación resguardada por diferentes fortalezas que se irían alzando en
diferentes puntos montañosos del entorno, son lo que nos lleva a pensar en esa
articulación defensiva, vertebrada por Peñíscola como principal punto de salida
hacia el exterior a través del mar.
Sabemos que durante el periodo de Taifas será cuando este espacio
sufrirá cambios convulsos, como sucederá durante el periodo en el que estaba al
mando el régulo Labīb, pues en ese momento la Taifa de Tortosa alcanzó cierto
protagonismo. No obstante, con la llegada de la dinastía de los amiríes el área
de la administración territorial de esta zona comenzaría a mirar hacia
Balansiya, hasta la absorción de la Taifa de Toledo en el año 1065 y
consiguiente anexión a la de Zaragoza en tiempos de Abú Yaáfar Áhmad ibn Sulaymán al-Muqtádir bi-L·lah.
Probablemente
tras la muerte de este personaje Tortosa volverá a estirar sus dominios bajo el
poder de Al-Mundir ibn al-Muqtadir al-Hayib Imad ad-Dawla. Trascurridas
las décadas y tomada Tortosa por los cristianos, la población musulmana de los
alrededores seguiría resistiendo los embates de Ramón Berenguer IV, a pesar de
que Ulldecona décadas después tenemos constancia de que estará en manos
cristianas. Esto no quitaría que siguiera manteniéndose una relación de convivencia
entre ambas culturas, pues recordemos que Banískula se convertiría en el
principal baluarte de la resistencia musulmana en la franja septentrional del
litoral, ejerciendo la función fronteriza de cara a los intereses jurisdiccionales
de Balansiya.
Este
espacio funcionará como un entorno limítrofe difuso y poco definido, en el que
apreciaremos la instalación de comunidades musulmanas que como veremos en su
flanco más septentrional seguirán existiendo, algo que interpretamos a través
de una referencia recogida por Bonet (1991, 565-566), donde se nos habla de un
eventual residuo de población andalusí “(…)
et cum omnibus hominibus et feminibus ibi habitantibus et habitaturis tam
cristianis quam sarracenis quam iudeis et cum terris (…)”. No olvidemos
además que con anterioridad pudieron existir comunidades de mozárabes, que en
esta zona difícilmente delimitada, fomentarían la permanencia de asentamientos
que la toponimia parece respaldar, un ejemplo de ello sería la alcaníssia y
canèssia, derivada del mote Kanisa, donde nosotros creemos ver la raíz de lo
que luego será el municipio de Alcanar. Hay que decir que esto sólo sería una
muestra más, que deberíamos insertar dentro de la corriente que el historiador
Penyarroja (1995) presenta en su obra “Cristianos bajo el Islam”, donde queda
constancia de la infravaloración que la historiografía general ha sometido a
hipotéticos núcleos de asentamientos mozárabes a lo largo del actual territorio
valenciano en tiempos de la dominación musulmana.
David Gómez de Mora
Bibliografía:
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PENYARROJA TORREJÓN, L., (1995). “Cristians valencians baix l´islam: De l’ any
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l´Ebre. Servei d´estudis de banca catalana. Barcelona
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UBIETO ARTETA, A. (1974). Idrisi. Geografía de España. Textos Medievales, 37.
Ed. Anúbar. Valencia. En esta obra se reproduce el trabajo de Saavedra (pp.
67-152) y Blázquez (pp. 153-214), además del texto árabe editado por Dozy (pp.
15-66).