viernes, 24 de julio de 2020

La influencia geográfica de la Peñíscola musulmana y sus alrededores

La historia de la Banískula sarracena debemos estudiarla desde el marco geográfico de una zona de frontera bastante confusa, sobre la que a lo largo de todo el periodo de dominio de la cultura islámica, aparecen multitud de interrogantes y cuestiones que no sabemos si algún día podrán esclarecerse de forma precisa. Por desgracia, el vacío documental junto la ausencia de estudios que profundicen en un tema tan complejo, acaban convirtiéndose en un gran aliado para todas aquellas corrientes de historiadores que cimientan sus intereses personalistas en contra de la verdad, apartándonos por tanto de una aproximación lo más fehaciente posible sobre cualquiera de los hechos que acaecieran en el lugar estudiado.

Pretender establecer paralelismos de tipo geográfico entre la actual sociedad capitalista y global del siglo XXI (en la que cada día se percibe de modo más políticamente incorrecto el establecimiento de cualquier hito territorial, marca o frontera), en relación con épocas del pasado (que poco o nada tienen que ver con la forma de entender nuestro presente), nos pueden acabar conduciendo hacia un escenario desdibujado, en el que se desvirtúa por completo la verdadera labor del historiador. Un hecho que podemos presenciar a la hora de relatar el desarrollo y evolución de todo un conjunto de fortificaciones como alquerías musulmanas ubicadas en la franja norte de Castellón.

El alzamiento de un conjunto de asentamientos reforzados en un corto espacio de territorio, estrechamente conectados y en los que se apreciarían unas evidentes pautas de carácter defensivo que los acabará enlazando con sus consiguientes vías de comunicación, resultarán imposibles de obviar sin la influencia de la Peñíscola musulmana. Un territorio complejo, escasamente estudiado a fondo, sobre el que pocas referencias conocemos, integrado en un escenario inestable y afectado por susceptibles cambios, que a lo largo del tiempo se moverá entre los intereses de las ciudades de Turtosa y Balansiya.

Para nosotros no cabe ninguna duda de que la Serra de Irta se convirtió en una zona de elevado peso estratégico, en la que se invertirán notables esfuerzos por controlar sus vías de acceso, al ser un punto de confluencia con tierras interiores, donde muy probablemente Banískula ejercería la función de portal marítimo.

Los castillos y fuertes de lo que hoy denominaríamos los yacimientos de la ermita de Santa Llúcia, Polpis y Xivert, se complementaban con los de les Coves y Cervera. Ello consolidará una línea defensiva formada por varios distritos, indispensables para garantizar la seguridad dentro de este corredor cercano al litoral.

Para nosotros es innegable el protagonismo ejercido por Peñíscola dentro de una configuración geográfica que conectaba con una red de asentamientos, que establecidos mayoritariamente entre los siglos IX-XI, verían en su playa la disponibilidad de recursos a través de su zona portuaria. Un enclave destacado, del que a lo largo de su historia florecerán personalidades, como sucedería con el Rey Lobo (Muhammad b. Mardanis), hijo del gobernador almorávide de Fraga Sa‘d ibn Mardanís.

 Antigua imagen de la ciudad de Peñíscola


Recordemos que el Amal era una pieza importante dentro de este complejo rompecabezas, y es ahí donde Banískula seguramente tenía mucho que decir. Como remarcábamos al inicio, la ubicación fronteriza resulta compleja por la falta de una definición de unos lindes que nos indiquen el inicio y fin del dominio administrativo al que ésta se irá adscribiendo con el trascurso del tiempo.
La zona más delicada desde el ámbito geoestratégico se posicionará tierras al norte, donde la ausencia de grandes accidentes obligará a la instalación de puntos de defensa, cuya prioridad era subsanar el vacío e inicio de otras marcas geográficas.
Sin lugar a dudas los contrastes de la geomorfología que quedaba al norte, acompañados por las bajas presiones demográficas en los que se incrementaba la inseguridad, delimitarían de manera natural un espacio que nada tendrá que ver con la idea concebida que nos llegará en tiempos de la conquista.
Hemos de partir una idea, y es que el río Ebro siempre ha representado una de las grandes arterias hidrológicas de nuestra geografía peninsular. Desde luego no tiene sentido infravalorar sus características fluviales, pues estamos hablando de un accidente difícil de salvaguardar hasta incluso en siglos posteriores a los que estamos tratando, lo que obligará a mantener una distancia o "zona muerta", que ante la ausencia de un confort defensivo, harán de su perímetro hasta llegar a la franja del Monstià, un espacio poco provechoso, en el que sus pobladores preferirán las cimas de relieves montañosos, al encontrarse en ellos más seguros.

En nuestra opinión la disposición estratégica de los fuertes castellonenses a lo largo de diferentes épocas, así como su respectiva conexión dentro de un cinturón castrense conformado por las tierras del norte y el área del Monstià, nos ofrece pocos paralelismos respecto a la trama establecida en el territorio tortosí.
Esta cuestión vendría remontándose desde los inicios de la instalación musulmana, cuando a través de las koras (demarcaciones territoriales establecidas durante el periodo del Emirato y Califato de Córdoba), el área de lo que hoy es el territorio adscrito a la provincia de Castellón, se emplazaba en una kora que la historiografía ha identificado con el nombre Marmaria, y que hasta entrado el siglo X, pudo perfectamente extenderse entre los límites de lo que hoy es la zona de la desembocadura del Ebro. Un entorno que no conoceremos con precisión hasta los Reinos de Taifas, y que en determinados momentos iría variando, sosteniendo su punto de apoyo en la zona limítrofe sobre las fortalezas de Kasteli, Banískula y lo que hoy sería el entramado de la Serra del Monstià y Godall.
Tras la instauración del Califato surgen muchas dudas, que no sabríamos definir, pero que vuelven a evidenciarse tras los momentos iniciales de las Taifas, cuando el dominio de Balansiya con Mubárak, podía volver a recoger parte de esa herencia septentrional de la época emiral. No olvidemos que el Ebro seguía siendo un espacio de frontera, y que tuvo que reflejarse cuando el régulo turtusí Labīb, y en parte “socio” del referido Mubárak, fue atacado por Al-Mundir al-Tuyibi, quien en su maniobra de anexionar el área de Tortosa a Zaragoza, fue atacado por Mubárak, al poner disposición del turtosí medio millar de jinetes en un intento de frenar la ofensiva.
No nos cabe duda de cómo durante los inicios de los Reinos de Taifas, y viendo la consonancia entre ambos régulos, que el peso de Balansiya se extendía hacia una debilitada Turtosa, que comenzó a expandirse y descender hacia el sur, una vez que Mubárak falleció, marcándose un punto de inflexión, que ahora si anexionaba parte de los dominios que fortaleció el régulo de Balansiya hasta el momento de su defunción.
Vistas de Tortosa y el río Ebro desde la zona del Monstià. Zona fronteriza durante los tiempos de la kora de Marmaria
Desde luego los sucesivos procesos de cambios de poder, poco ayudan a asentar modelos rigurosos y estáticos como siguen pretendiendo establecer muchos historiadores a la hora de explicar la fragilidad de las zonas de frontera, especialmente en un entorno que abarca un periodo de más de cinco siglos de historia.

Para nosotros resulta crucial entender la evolución de los distritos emplazados en este punto de la actual área meridional catalana y septentrional castellonense, ya que al fin y al cabo representarán un conjunto de bastiones, desde los que se divisarán unos accesos que se estirarán hasta el inicio del corredor del Monstià. Y es que en este sentido cobra un protagonismo indispensable el yacimiento fortificado de Ulldecona.

Un asentamiento con un peso importante, y que la historiografía parece no haber valorado debidamente. Afortunadamente veremos estudios que apuntan en esa línea en la que se remarca su impronta, como será el caso de Antoni Forcadell (2017), quien argumenta su presencia desde época musulmana, incidiendo en la identificación del enclave de Kuna citado por Al-Idrisi con el lugar de Ulldecona. Además, este arqueólogo esboza algunas ideas esenciales que respaldan la existencia de este yacimiento durante el periodo de dominación sarracena.

Nada más iniciarse el siglo XII el entorno que quedará al sur del Ebro comenzará a presenciar la existencia de vida cristiana, motivo por el que se configurará otro escenario (todavía bastante desconocido), en el que por un lado se vislumbran los planes de avance de Ramón Berenguer III, y que tiempo después se materializarán con la consolidación y toma de Tortosa, al conseguirse su control por parte de su hijo, y que inmediatamente intentará extender hacia el área meridional.

Creemos que esta presencia no consolidará un control netamente cristiano hasta los lindes de lo que luego será la frontera del Reino de València, pues hay que entender el área del Monstià durante la segunda mitad del siglo XII como un espacio de dominio cristiano bastante difuso, en el que habrían instaladas comunidades musulmanas, de las que poco o casi nada sabemos.

Al respecto, en el cinturón defensivo de la tierra norte del actual territorio castellonense, es imposible obviar el área ocupada por el llano de Vinaròs, donde los modestos accidentes geográficos que ofrecía su relieve, servirán para consolidar las labores defensivas del área portuaria de Banískula. Motivo por el que no hay que ignorar el papel de los “puigs” o cerros islas, al funcionar como singulares accidentes geográficos, aprovechados como nexo entre dos regiones naturales de similares características geomorfológicas, a través de las que desde la época Emiral se conectaba el corredor del Montsià y la Serra de Irta.

 Zona del corredor del Monstià e Irta (Google Earth)

Como ya indicamos hace más de diez años, el punto de unión entre ambos focos pudo ser una de las fortalezas sobre la que ya hace tiempo se han planteado diferentes discusiones a cerca del lugar en el que se instaló. Nos referimos al fuerte de Kasteli, y que Al-Idrisi precisa en su obra geográfica con bastante detalle:
1) De Tarragona, dirigiéndose al occidente, a la desembocadura del Ebro, río que es aquí muy ancho, 40 millas (Ubieto, 1974, 181).
2) Desde esta desembocadura, dirigiéndose al occidente y cerca de la mar, al castillo fuerte de Casteli, 16 millas (Ubieto, 1974, 181).
3)  Este último castillo fuerte, es bello y sólidamente construido sobre la orilla del mar. La guarnición es brava. Cerca de allí hay una gran villa rodeada de cultivos (Ubieto, 1974, 181).
4) Desde el castillo de Casteli, dirigiéndose al E. hasta el villaje de Yana, cerca del mar, 6 millas (Ubieto, 1974, 181).
5) De Casteli a Peníscola, plaza fuerte sobre la costa, rodeada de cultivos y de villas, donde se encuentra el agua en abundancia, 6 millas (Ubieto, 1974, 182).
Bien es cierto que los números que nos aporta el geógrafo ceutí no han de acogerse de forma estricta, no obstante tampoco hemos de menospreciar su valor como parámetro orientador, al cobrar especial interés si apreciamos que nos reflejan una triangulación desde diferentes lugares, a la hora de abordar la cuestión de dónde estaba Kasteli. Para ello, si acogemos con esas reservas que el trazado de 1 milla de Al-Idrisi equivale a 2000 metros de distancia, observaremos como éste al describir la mencionada fortaleza, nos está indicando datos de sumo interés, que merecen la pena ser tenidos en cuenta.
Comenzaremos indicando los poco más de treinta kilómetros que separaban lo que por aquel entonces era la desembocadura del Ebro respecto al Puig de la Misericòrdia de Vinaròs, y que nada tienen que ver con los 14 que habría hasta Sant Carles de la Ràpita, donde multitud de autores señalan la ubicación de este puesto defensivo.
Según los datos de Seró y Maymo (1972), la desembocadura del Ebro se encontraba un poco más arriba de la actual isla de Gràcia (a unos 19 kilómetros de Tortosa), es decir, a una distancia de 34 kilómetros del Puig de la Misericordia. Además, cuando el geógrafo ceutí nos habla de que esta estructura se localiza “cerca del mar”, puede estar haciendo referencia a una zona que no se halla en la misma línea de costa, sino que en un punto próximo a ella.
Continuando con la descripción observamos cómo “desde el castillo de Casteli, dirigiéndose al E. hasta el villaje de Yana, cerca del mar, hay 6 millas”. Evidentemente aquí hemos de realizar un matiz, y es que cuando su autor habla de dirección “este”, está en realidad haciendo referencia a la orientación “oeste”, puesto que en caso contrario nos estaríamos moviendo mar adentro de la costa.
Por lo que respecta al trayecto indicado desde el núcleo urbano de Vinaròs hasta el área de la Jana, contabilizamos unos veinte kilómetros, pero nos vamos a cuestionar qué ocurriría si marcásemos esta distancia desde el punto planteado, es decir, el Puig de la Misericòrdia de Vinaròs. Es entonces cuando apreciamos que si extraemos el patrón de distancia de Al-Idrisi, y tomamos la referencia de 1 milla idrisiana como el equivalente a 2000 metros, este tramo encaja de manera casi precisa con el lugar en el que se debería de posicionar el fuerte de Kasteli.
Para finalizar, la triangulación de este lugar se confirma todavía de forma más clara con la reseña geográfica que nos aporta desde “Casteli a Peníscola, plaza fuerte sobre la costa, rodeada de cultivos y de villas, donde se encuentra el agua en abundancia, y en la que hay 6 millas”.
Comparando las distancias, seguimos pensando que la zona de nuestro Puig sin lugar a dudas es el candidato más idóneo respecto a cualquier otro foco planteado, de ahí que mantenemos nuestra idea en abogar por la hipótesis de que Kasteli pudo haber ocupado la zona donde posteriormente se alzaría el área de la Ermita de la Misericordia.
Distancias ofrecidas por el geógrafo Al-Idrisi entre Kasteli y sus respectivos puntos de referencia. Elaboración propia
Hemos de entender que incluso aunque no tuviésemos la referencia de la Jana, el simple hecho de que ese punto se situase a unos 15 kilómetros de Peñíscola y 32 de la desembocadura del Ebro, ubica dentro o muy cerca de nuestro término municipal este emplazamiento. Nada novedoso, y que el propio Ubieto (1974) ya destacó en su momento. Además, como es obvio, este territorio tiene la peculiaridad de asentarse en un extenso llano, que casualmente se ve alterado por la existencia de un resquicio montañoso que se eleva por encima del resto del territorio, siendo precisamente ese lugar nuestro Puig de la Misericordia.
Parece ser que Al-Idrisi no sería el único que citaría esta construcción, y que a lo largo de su historia podría haber adoptado diferentes usos. Aquí entraría la referencia que se hace sobre el ribat de Kaski, y que otro geógrafo musulmán describirá como un punto fortificado de esta región. Sabemos que con el paso de los años diferentes autores han defendido la tesis de que el citado ribat habría que posicionarlo en la Rápita del Cascall que Ramon Berenguer III concedió al Monasterio de Sant Cugat del Vallès en la campaña contra Tortosa en 1097.
El topónimo “Rápita” ha llevado consecuentemente a la aceptación automática de muchos estudiosos en querer asociar ambos topónimos en este mismo punto, a pesar de la incoherencia con los hitos geográficos que nos proporciona el geógrafo ceutí, al no encajar ni por asomo con cualquiera de las tres distancias que refleja en su obra. En esta línea, autores como Gómez Sanjuan (1981, 29) en su día ya se atrevieron a cuestionar este relato a pesar de los detractores que emergieron en su contra. El erudito vinarossenc desechaba tal posibilidad, afirmando que la rápita de Cascall nada tendrá que ver con el fuerte de Kasteli, para lo que desarrollará una explicación concluyente en la que venía a reflejar que ambos enclaves eran lugares distintos. Una cuestión que defenderá en base a un planteamiento etimológico de los dos topónimos.
Como anteriormente decíamos, tampoco cabe duda de que en determinados momentos los límites de la circunscripción de Tortosa estiró sus dominios hacia tierras meridionales, que absorbieron toda la trama septentrional del actual territorio castellonense, especialmente durante la época de los Reinos de  Taifas tras la muerte de Mubárak. Por ahora resulta imposible averiguar si en esta región existieron otros pequeños distritos además de los que dominaban Banískula, Xivert, Cervera y les Coves de Vinromà, lo que de ser así fragmentaría mucho más el área de influencia que jugaron estos emplazamientos. No es descabellado el caso de Ulldecona como otro foco que resguardaba la entrada por el corredor desde la desembocadura del Ebro.
Estos espacios son complejos de entender, si tenemos en cuenta la estructura jerarquizada y cambiante de esta zona. La disposición de nuestra área, sobre un hábitat claramente ruralizado, carente de grandes enclaves urbanos, explicará la importancia desempeñada por los hisn, al funcionar como puestos fortificados (que a pesar de tener una menor envergadura), aseguraban la marca defensiva de su respectiva jurisdicción. Unos espacios de control para garantizar la tranquilidad de un poblamiento variado y basado en pequeñas alquerías diseminadas.
Los diversos husun del actual territorio castellonenses consolidaron un sistema defensivo formado por pequeños distritos adscritos a una jurisdicción cambiante dependiendo del periodo, que mayoritariamente se integró entre el espacio de Turtosa y la zona de Balansiya. Es de suponer que las alquerías que giraban a su alrededor eran sociedades segmentadas, compuestas por comunidades familiares que verían en estos emplazamientos sus principales zonas de resguardo en momentos de inestabilidad.
Tras la toma de Tortosa buena parte del territorio que delimita la zona del sur tarraconense comenzará a ser anexionada al perímetro cristiano, siendo a partir de ese instante cuando ese sector más apartado al norte del control baniskulano se verá críticamente presionado.
No olvidemos que Peñíscola será el foco irreductible que por su potencial geoestratégico interesó desde el primer instante al rey Jaume I, con ello nos remitimos al gran fiasco con el que inició la intentona de su toma, cuando tras un asedio que duró varios meses y que se inició en verano de 1225, éste comenzó a ser consciente de la dificultad de hacerse con el lugar, a pesar de la pobre defensa que guarnecía la plaza.
Este episodio acarrea una enorme significación si queremos entender la dificultad e importancia que comportaba el dominar un área como ésta. De ahí que su ubicación resguardada por diferentes fortalezas que se irían alzando en diferentes puntos montañosos del entorno, son lo que nos lleva a pensar en esa articulación defensiva, vertebrada por Peñíscola como principal punto de salida hacia el exterior a través del mar.
Sabemos que durante el periodo de Taifas será cuando este espacio sufrirá cambios convulsos, como sucederá durante el periodo en el que estaba al mando el régulo Labīb, pues en ese momento la Taifa de Tortosa alcanzó cierto protagonismo. No obstante, con la llegada de la dinastía de los amiríes el área de la administración territorial de esta zona comenzaría a mirar hacia Balansiya, hasta la absorción de la Taifa de Toledo en el año 1065 y consiguiente anexión a la de Zaragoza en tiempos de Abú Yaáfar Áhmad ibn Sulaymán al-Muqtádir bi-L·lah.
Probablemente tras la muerte de este personaje Tortosa volverá a estirar sus dominios bajo el poder de Al-Mundir ibn al-Muqtadir al-Hayib Imad ad-Dawla. Trascurridas las décadas y tomada Tortosa por los cristianos, la población musulmana de los alrededores seguiría resistiendo los embates de Ramón Berenguer IV, a pesar de que Ulldecona décadas después tenemos constancia de que estará en manos cristianas. Esto no quitaría que siguiera manteniéndose una relación de convivencia entre ambas culturas, pues recordemos que Banískula se convertiría en el principal baluarte de la resistencia musulmana en la franja septentrional del litoral, ejerciendo la función fronteriza de cara a los intereses jurisdiccionales de Balansiya.
Este espacio funcionará como un entorno limítrofe difuso y poco definido, en el que apreciaremos la instalación de comunidades musulmanas que como veremos en su flanco más septentrional seguirán existiendo, algo que interpretamos a través de una referencia recogida por Bonet (1991, 565-566), donde se nos habla de un eventual residuo de población andalusí “(…) et cum omnibus hominibus et feminibus ibi habitantibus et habitaturis tam cristianis quam sarracenis quam iudeis et cum terris (…)”. No olvidemos además que con anterioridad pudieron existir comunidades de mozárabes, que en esta zona difícilmente delimitada, fomentarían la permanencia de asentamientos que la toponimia parece respaldar, un ejemplo de ello sería la alcaníssia y canèssia, derivada del mote Kanisa, donde nosotros creemos ver la raíz de lo que luego será el municipio de Alcanar. Hay que decir que esto sólo sería una muestra más, que deberíamos insertar dentro de la corriente que el historiador Penyarroja (1995) presenta en su obra “Cristianos bajo el Islam”, donde queda constancia de la infravaloración que la historiografía general ha sometido a hipotéticos núcleos de asentamientos mozárabes a lo largo del actual territorio valenciano en tiempos de la dominación musulmana.

David Gómez de Mora

Bibliografía:
* BONET DONATO, M., (1991). Miscel.lània en homenatge al P. Agustí Altisent. Diputació de Tarragona. Pàgines 551-572. Diputació de Tarragona
* GÓMEZ SANJUÁN, J.A., (1981). ¿Dónde estaba el primitivo Vinaròs? Setmanari Vinaròs. (20-6-1981). Nº1198. Vinaròs
* FORCADELL VERICAT, F., (2017). El castell d’Ulldecona i els fantasmes que encara hi viuen. Recerca, 17. Pàgines 239-256.
* PENYARROJA TORREJÓN, L., (1995). “Cristians valencians baix l´islam: De l’ any 1000 a la conquista”. Lo Rat Penat. Valencia
* SERÓ, R. y MAYMÓ J., (1972). Les transformacions econòmiques del Delta de l´Ebre. Servei d´estudis de banca catalana. Barcelona
* UBIETO ARTETA, A. (1974). Idrisi. Geografía de España. Textos Medievales, 37. Ed. Anúbar. Valencia. En esta obra se reproduce el trabajo de Saavedra (pp. 67-152) y Blázquez (pp. 153-214), además del texto árabe editado por Dozy (pp. 15-66).

davidgomezdemora@hotmail.com

Mi foto
Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).