domingo, 8 de noviembre de 2020

Carrascosilla hace unos 270 años atrás

El éxodo rural es uno de los grandes retos a los que actualmente se están enfrentando muchísimos municipios del nuestra geografía peninsular, no obstante, por desgracia este fenómeno no es algo novedoso, pues viene arrastrándose desde tiempo atrás. El principal causante muchas veces es la falta de servicios, o las carencias de un efectivo sistema de comunicaciones que permita establecer un contacto fluido desde esos puntos con respecto a aquellos lugares que ostentan mayores prestaciones y servicios. Este mismo problema fue el que con el paso de los siglos acabaría pagando en más de una ocasión el despoblado Carrascosilla.

Una modesta localidad, formada por varias familias de agricultores desde tiempos antiguos, que tanto por la precariedad de una red de transporte que la conectara hacia Huete, la falta de manantiales de agua para consumo humano, sumados a los problemas que comportaba en determinadas épocas el subyugamiento señorial al que estaban sometidos sus habitantes, motivaron que por algunos de estos y otros factores, el municipio acabará abandonándose en momentos concretos de siglos pasados.

Finalmente el desenlace trágico se produciría unas décadas atrás, durante la segunda mitad del siglo XX, cuando el municipio se acabó deshabitando, y eso que antaño revivió periodos favorables, donde siempre podían faltar manos que trabajasen una tierra que daba rentabilidad. Tanto fue así que llegaría a ser conocido con el distintivo de “la aldea millonaria”, pues la cosa no era para menos, ya que sus labradores contaban con cuadrillas y criados que se desplazaban hasta el lugar en temporadas de cosechas.


Carrascosilla. Imagen de Faustino Calderón 


Ahora bien, en el presente artículo nos gustaría tratar la situación que se vivirá una vez que los Amoraga habían dejado de tener influencias en el lugar. Un momento diferente, en el que entrarán en juego una serie de factores, que dentro de las amplias limitaciones con las que contaba la localidad, no serán inconveniente alguno para que algunas de aquellas familias pudieran vivir en unas condiciones medianamente aceptables.

En tiempos del Catastro de Ensenada (mediados del siglo XVIII), el párroco era don Manuel Cantero, presbítero y teniente cura del lugar, decir que la Iglesia del pueblo estaba anexa al curato de la de Caracenilla. La corporación del ayuntamiento la constituían Juan Felipe y Cantero, el regidor Agustín Mateo y el alguacil mayor Manuel Cantero. Los peritos conocedores del término municipal eran Alfonso Felipe, Francisco Felipe y Francisco de Sevilla y del Cubo, apoyados por un par de agrimensores, encargándose de describir en que estado se hallaba el municipio a través del cuestionario que habían de responder. En el vecindario no había más allá de trece casas, por lo que la cantidad de habitantes a duras penas rebasaría las cincuenta personas.

Los Piquinotti continuaban desde Madrid siendo los propietarios del lugar, recayendo por aquellas fechas su control en don Juan Francisco Piquinotti, personaje poco estimado en el municipio y que se denominará como Conde de Villaleal. Para desgracia suya, poco podía esquilmar de los labradores que faenaban aquellas tierras, pues de estos sólo recibirá anualmente un pago de 100 reales y 12 gallinas jóvenes. No obstante quien se llevaba la mejor tajada era la corona, que recaudaba 22.497 maravadís por los derechos que allí tenía.

Por aquellas fechas el término colindante de Uterviejo ya se hallaba despoblado, y sus comunicaciones se reducían básicamente al contacto con Saceda del Río, municipio que por su cercanía le serviría de apoyo, además de la ciudad de Huete. La superficie del término ocupaba un total de 7000 almudes de tierra. Los cultivos de regadío se reducían simplemente a la producción de nabos y cáñamo, no obstante en las zonas bien drenadas también podía encontrarse azafrán. La presencia de amplias franjas de matorrales y zona de monte bajo, permitirá que en las áreas más ariscas y pedregosas donde el cultivo era imposible, se desarrollase un paisaje de dehesa repleta de hierbajos y robles propicio para usos ganaderos, además de la explotación de esparto, y que se recogía de las zonas degradadas del monte. Los pastos eran comunes y las cabezas que se trabajaban eran únicamente de ganado lanar churro. Al respecto esto se arrendará al vecino de Valdemorillo, José García, quien era abastecedor de carne, y que aprovechaba el paraje de la veguilla de Carrascosilla para tales usos.

Había un horno de pan cocer, en el que cada vecino llevaba su leña para ponerlo en funcionamiento al no haber hornero. Igualmente ni tan siquiera había casa consistorial, ni hospital (pues el médico venía desde Huete), como tampoco cárcel o calabozo. Del mismo modo no existía ningún tipo de mesón, panadería, taberna, carnicería, mercado, u otro tipo de tienda de venta de productos.

El total de animales censados estaba representado por 291 ovejas, 7 borregos, 54 borregas, 8 carneros junto media docena de muruecos (carneros padres) y cinco primales. En cuanto a la producción de lana, sabemos que cada diez ovejas, borregos y borregas producían una arroba de lana, mientras que cada ocho carneros, primales y muruecos daban otra arroba, lo que sumaba una producción total de 37 arrobas de lana. Para trabajar el campo había dos mulas cerriles, así como ocho cerdos para consumo propio en las diferentes casas del pueblo.

Resulta llamativo que ni tan siquiera hubiese árboles frutales, únicamente infructíferos como álamos y olmos que sólo se aprovechaban como leña. Todos los habitantes eran labradores, no obstante aprovechaban el esparto de los montes, pudiendo ser uno de los principales productos que se exportarían hacia afuera. La base de la agricultura giraba en torno a la explotación de las principales gramíneas (trigo, cebada, centeno y avena). También había un residual complemento de colmenas, a través del que se extraía miel y cera, tan pobre era, que de las 22 que existían, una veintena eran de un vecino de Caracenilla, las otras dos restantes pertenecían al carrascosillero José Cantero.

El hecho de ser un vecindario tan reducido, y que todos contaran con tierras y cabezas de ganado, hacía que no hubiera jornaleros, pues cada habitante trabajaba sus propio patrimonio, esto explicará que no nos encontremos con ningún pobre de solemnidad. La Iglesia estaba dedicada a la advocación de Nuestra Señora de la Concepción, contándose además con una ermita que tenía como patrón a San Sebastián.

David Gómez de Mora


Bibliografía:

* Catastro de Ensenada. Cuestionario de Carrascosilla. http://pares.mcu.es/Catastro

davidgomezdemora@hotmail.com

Mi foto
Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).