martes, 3 de noviembre de 2020

Familias de la pequeña burguesía optense y su vinculación con el Barrio de Santa María de Atienza

Ya hemos indicado en más de una ocasión la importancia que ha preservado con el trascurso de los siglos esta parte concreta de la ciudad de Huete, principal foco del judaísmo converso de esta tierra septentrional de la provincia. Unas reminiscencias que como mínimo nos conducen hasta el medievo, donde múltiples familias con disponibilidad de recursos verán en su trama urbana un espacio seguro desde el cual seguir enmascarando parte de una creencia y hábitos religiosos, que a partir de los siglos XIV y XV comenzarán a modificarse con las políticas de persecución y consiguiente cristianización que se irán gestando sobre toda su comunidad. En ese sustrato cultural, político y económico empezarían a alcanzar fuerza casas de labradores y personas dedicadas a variopintos sectores gremiales, que con el trascurso de las generaciones representarán a varias de las gentes que nosotros intentaremos estudiar, y que al igual que cualquier otro linaje de su momento, querrán prosperar socialmente.

Por desgracia los libros parroquiales de Huete no comenzarán a recoger testimonios de algunos de ellos hasta llegado el siglo XVI, momento en el que personas portadoras de apellidos como Villanueva, Burbanos, Leytado, Zafra, Aterido, Lechero o Lara comenzarán a establecer diferentes enlaces matrimoniales recíprocamente, en los cuales muchos perseguirán una serie de actuaciones no casuales, donde se buscaba alimentar lazos entre personas de unas mismas características sociales, que tenían como propósito medrar y realzar el nombre de sus integrantes.

Desde luego no podemos calificarlas como algunas de las más ostentosas y ricas del lugar, pues el tejido socioeconómico optense era muy heterogéneo, de ahí que efectuar catalogaciones precisas que simplemente se apoyen en el nombre o trayectoria de un apellido, además de la percepción personal que uno pueda tener sobre el mismo, es simplemente caer en un grave error, que nos acaba induciendo a una simplificación que desde la perspectiva social necesita depurarse mucho más.

En su mayoría se trataba de linajes que nosotros definimos como representantes de la pequeña burguesía rural. Una serie de familias que se verían limitadas dentro de su radio de acción, pero no por ello carentes de recursos que les hacían destacar como gente que en su barrio gozaría de reputación. Una serie de casas de agricultores que componían en su foco de residencia una élite agrícola, que contaba con disponibilidad de tierras, además de ocupar puestos reseñables en determinados órganos municipales, desde los que mantenían un estilo de vida en el que sin necesidad de sufrir o verse afectados a cambios bruscos, podían ir cumpliendo con muchos de los objetivos que se iban marcando.

Como decíamos, Huete era una ciudad más compleja que cualquier otro pueblo de su comarca. Era la capital de la Alcarria conquense por decirlo de algún modo, pues su decena de iglesias y los varios conventos eran sólo una parte de la influencia que ejercía un estamento como el clero, en el que convergían una densa lucha de intereses, por lo que era necesario calibrar con precisión, como y con quien habían de casarse cada uno de los hijos de una familia.

Nadie discutía en un lugar como aquel que los estudios religiosos eran una de las grandes salidas que favorecerán la promoción y prosperidad de las personas. Del mismo modo, será necesario buscar alianzas con apellidos que a pesar de no ser estrictamente del área de influencia en el que se movían, empezaban a contar con cierta solera. Las políticas de promoción con casas de hacendados como los Cabildo o los Alcázar, así como otras de la pequeña nobleza local entre las que estaban los Calzadilla, serán sólo algunas de las directrices adoptadas por este tipo de grupo social.

Durante el siglo XVI sabemos por ejemplo que en la parroquia de San Esteban casaron don Pedro Rodríguez de la Encina con María de Calzadilla, ésta hija de Simón del Cabildo y Elvira de Calzadilla. Por su parte los Villanuevaya celebraron nupcias con los Preciado (estos segundos tachados de conversos judíos), tal y como sucederá con Pedro de Villanueva, quien en 1578 lo hará con María Preciado. Mientras tanto, en Santa María de Atienza, Bartolomé de Villanueva Pintado haría lo mismo a finales de esa centuria con María del Cubo, otro apellido de notable interés, y una de cuyas ramas marchará hacia Saceda del Río, donde conseguirían ocupar una de las escribanías del lugar.

Ya en el siglo XVII, dentro de la Iglesia de Santa María de Castejón celebrarán sus bodas Juan de Lara con María Cabeza de Villanueva, mientras que por otro lado, Juan de Villanueva y Aterido haría lo mismo con Isabel Rubio, siendo ella hija de Alonso Rubio y Quiteria López. Un matrimonio que hemos de tener en cuenta, puesto que en 1641 Juan del Cabildo, hijo de Juan del Cabildo y María de Alcázar, casaría con Catalina Rubio, siendo esta hermana de la referida Isabel. Decir que los Cabildo no presumían de nobleza, pero si de limpieza de sangre, de ahí que veamos algunas referencias sobre ellos en el fondo inquisitorial, tal y como sucederá con Pedro y Francisco del Cabildo (Blázquez, 1987, 30).

Nadie ponía en entredicho que los Alcázar, Aterido, Cabildo y Villanueva estaban sumando fuerzas en un intento por fortalecer el nombre de sus familias, por ello en 1615, Juan del Cabildo y de Alcázar, casaba con María de Alcázar y de Rozalén. Lo cierto es que en la parroquia de Santa María de Castejón los Cabildo seguían siendo una de las casas más influyentes, habiendo estrechado lazos con los Villanueva, tal y como se desprende del matrimonio de finales del siglo XVII entre un hijo de Andrés de Villanueva y María Aterido con Juana de Alcázar-Burillo. Existen otros casos como el de Juan de Villanueva, que a principios del siglo XVII celebrará su boda con María de Aterido. En 1631 volveremos a ver otro enlace de similares características entre Juan del Cabildo y de Calzadilla con María de Alcázar. No cabe duda de que algunos de estos linajes intentarán ver en Santa María de Atienza un espacio desde el que gestar este tipo de políticas. Los Leytado por ejemplo ya habían entroncado con los Cabildo, así sucederá con el matrimonio entre Sebastián de Leytado y Juana del Cabildo. Igualmente los Aterido, Zafra y Lara verán lo provechoso que les resultaba mezclar su sangre a través de diferentes líneas. En 1626 Luís de Lara casaba con Ana Aterido, mientas que escasos años después lo hará Jacinto Aterido con Quiteria de Lara y de Zafra. Todos ellos estaban emparentados colateralmente, lo cual reforzaba sus nexos genealógicos y sociales todavía más si cabe. Un representante de este linaje sobre quien hemos encontrado datos en los fondos del Archivo Municipal de Huete es María de Lara, hija de Luís de Lara, quien tuvo una hermana llamada Quiteria de Lara, y que para retroalimentar más las situaciones endogámicas entre la familia, casó en 1632 con Jacinto Aterido de Lara. Redactó su testamento en 1678, solicitando que su cuerpo fuese enterrado en el Convento de Nuestra Señora de la Merced de Huete, en la capilla de San José, donde tenía sepultura propia. Agrega que en el momento de su enterramiento estén presentes varias comunidades de religiosos (el Cabildo de señores curas y beneficiados y capellanes de San Ildefonso y de los Conventos de San Francisco y Santo Domingo de Huete). Manda también misas a diversos sitios, entre los que estaba el Convento de las hermanas esclavas de la parroquia de San Pedro de Cuenca (AMH, nº 193).

Otra familia que no podemos pasar por alto son los Lechero, linaje que a partir del siglo XVII comenzará a disminuir la presencia de su apellido, aunque no por ello dejarán de ser importantes. Estos habían enlazado con los Lara, así como con otras familias de considerable peso social, es el caso de los Ceza, tal y como apreciaremos en la boda celebrada durante esa centuria entre Francisco de Ceza con María Lechero.


Firmas de clérigos de la familia Zafra durante el siglo XVI (Esteban de Zafra, Juan de Zafra y Francisco de Zafra). Foto del autor


David Gómez de Mora


Bibliografía:

* Apuntes genealógicos de la familia Gómez-de Mora y Jarabo (inédito).

* Archivo Municipal de Huete. Protocolos Notariales de Huete. Año 1678, nº193.

* Blázquez Miguel, Juan (1987). Huete y su tierra: un enclave inquisitorial conquense. Ayuntamiento de Huete.

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 20 libros entre 2007-2023, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).