viernes, 20 de noviembre de 2020

La producción alfarera en Buenache de Alarcón a mediados del siglo XVIII

En la gran mayoría de municipios conquenses, la agricultura era el principal motor económico que daba vida a la gente de sus pueblos. Y es que los campos eran uno de los recursos en los que más tiempo invertían sus habitantes, una sociedad rural, repleta de labradores, que a pesar de las múltiples dificultades y limitaciones del momento, intentaron mejorar su posición social, en busca de una calidad de vida que diera nombre al linaje familiar.

Plagas, sequías o epidemias eran escenarios más habituales de lo que nos podemos imaginar. Obviamente, este tipo de situaciones, y la necesidad de una diversidad económica, fueron argumentos más que suficientes para que algunas de aquellas personas, arriesgaran y buscaran una alternativa respecto aquel sistema de producción tan limitado y repetitivo, en el que las gramíneas generaban la mayor parte de las ganancias de los hogares bonacheros.

En ese sentido los gremios artesanales jugarán un papel destacadísimo. Lo cierto es que Buenache tenía algo a su favor que no veremos en localidades vecinas como Barchín o Piqueras, y eso era una cantidad superior de habitantes. Esto propiciaría que ante un tejido económico tan simple, hubiesen de surgir alternativas que sirvieran para abastecer no sólo a la gente del lugar, sino también a los vecinos de las áreas del extrarradio, y que de la misma forma, sufrían más si cabe hacia una dependencia de los sectores gremiales, ante la falta de determinados productos en su foco de origen.

No sabemos muy bien en que momento Buenache comenzaría a concentrar familias de artesanos, aunque lo que si parece evidente, es que durante el siglo XVIII en el municipio ya había persistiendo un sector económico, que tendría a la alfarería como uno de sus principales ejes dentro de las actividades gremiales. No olvidemos que la pequeña burguesía rural se afianzará en aquellas localidades, en las que compaginando su labor con la explotación secundaria de lo que podía ser su patrimonio agrícola, convertían la suma de esos recursos en una actividad lo suficientemente importante para que sus componentes medraran y consolidaran un hueco entre las élites del pueblo.

Siguiendo el Catastro de Ensenada, a la pregunta treinta y tres, y vinculante con los oficios de artes mecánicas se dice que en Buenache había “doce alfareros”. Estos talleres eran modestos y pequeños, ya que por norma general ocupaban únicamente al encargado de llevarlo, aunque en ocasiones se podía disponer de algún auxiliar o ayudante.

Los alfareros bonacheros se dedicarán según el referido texto a la fabricación de “ollas, pucheros y platos”. Como bien sabemos, los pucheros son un recipiente usado en cocina, con una o dos asas de una profundidad y ancho similar, y que como en el caso que nos ocupa se podían fabricar en barro y emplearse prácticamente a diario en la elaboración de muchos platos. Sin lugar a dudas estos serán un icono en las cocinas de la época. Al ser más estrechos, poseían una menor capacidad respecto a las ollas, lo que para determinados guisos era una ventaja, pues si se recurría a la elaboración de garbanzos, lentejas y alubias, el poder favorecer que las legumbres se cocinaran un poco más apiladas, permitía que la comida conservara un sabor más intenso.

Las ollas de barro eran otro de los complementos indispensables. Igualmente, tampoco podemos obviar las cazuelas de barro. Estas como sabemos presentan un cuerpo bajo y vidriado, y al igual que el resto de piezas antes descritas, preservan de forma satisfactoria el calor de la comida. Sabemos que se han perdido muchas recetas, costumbres y datos curiosos que enriquecerían nuestra cultura culinaria, por lo que este tipo de artefactos son en realidad un resquicio de un pasado no tan lejano.

Recordemos que el Catastro de Ensenada en Buenache especificaba que había 19 arrieros, que además de vino, también transportaban las ollas que se fabricarían en los talleres de la localidad, de ahí que habría una evidente simbiosis económica entre los focos de producción y los responsables de suministrar su venta en lugares del extrarradio y zonas más alejadas. Por desgracia no disponemos hasta la fecha de suficientes datos que nos hablen o aproximen como era el nicho económico entorno al mundo de la alfarería bonachera. Únicamente podemos confirmar que su materia prima saldría al menos hacia zonas vecinas a través de los carreteros.

Puchero de barro. Imagen: wikipedia.org

Ahora bien, un elemento que si que hemos podido observar, son las relaciones genealógicas existentes entre sus fabricantes y algunas de las familias que se encargarían de distribuir el género. Creemos que obviamente esto no es un hecho casual, y que respondería a muchas de las grandes estrategias matrimoniales de la época, en las que siempre se intentaba reforzar con nexos genealógicos las relaciones parentales entre familias que económicamente remaban hacia una misma dirección o compartieran idénticos intereses. Prueba de ello queda constatado cuando estudiamos los linajes encargados de llevar a cabo estas ocupaciones. Adjuntamos por ello a continuación un listado de los arrieros locales y sus respectivas ganancias a mediados del siglo XVIII, donde se comprueba como la ocupación estaba controlada por un conjunto de familias:

Gil de Olmedo

Manuel de Ontangas

Mateo de Olmedo

Juan Ramírez

Andrés López de la Osa

Juan Hortelano

Miguel Saiz

Juan García

Bartolomé de Cuenca

Pedro Beato

Juan de la Torre

Juan Gallego

Alonso Martínez Ramírez

Juan de Soria

Juan Saiz Izquierdo

Julián Cavero

Juan de Ayuso Olmedo

Narciso Molina

Miguel de Soria


La familia Olmedo u Olmeda había emparentado estratégicamente con los Buedo. Éstos últimos eran miembros de la pequeña nobleza rural con ejecutoria de hidalguía reconocida. Tampoco podemos obviar a los Ontangas u Ontagas, linaje con disponibilidad de recursos. En este sentido sabemos que Manuel de Ontangas había casado en 1745 con María Gervasia García de Valladolid . Ambas familias estaban vinculadas con casas locales sobre las que hemos publicado varios escritos. Por ejemplo la madre de Manuel descendía de los Martínez de la Parra, así como su esposa era portadora de la sangre de varios miembros de la pequeña burguesía local (Valladolid y Arribas, entre otros). Ahora bien, estos nombres y apellidos nos interesa ahora relacionarlos con una de las familias principales que controlará la producción artesanal de la alfarería: los Herreros.

Según el Catastro de Ensenada los doce alfareros distribuidos en idéntica cantidad de alfarerías eran los vecinos:

Juan Herreros -menor-

José Herreros

Agustín Hortelano

Juan de la Orden

Francisco Castañeda

Miguel de Moya

Antonio Herreros

Tomás Herreros

Pedro Lozano

Gerónimo Castañeda

Diego Pérez

Juan Herreros


La genealogía como herramienta para analizar el tejido social y económico de los municipios es esencial, especialmente en localidades rurales. Sabemos que en Buenache de Alarcón siglos atrás existió un centro de producción bastante importante en lo que respecta a la elaboración de objetos de barro y arcilla. Su mercado se extendía por muchos puntos, tanto de zonas vinculante a su radio comarcal como en focos más alejados

La familia Herreros controlaba prácticamente la mitad de las doce alfarerías existentes en el pueblo a mediados del siglo XVIII. Éstos mezclarían su sangre con parte de los artesanos restantes, estando encabezados por familias como los Lozano y los Moya. Un sistema de producción cerrado y homogéneo, que no por designios del azar se hallaba fortalecido y relacionado con las casas de arrieros del lugar, pues el Catastro de Ensenada ya nos indica que sus integrantes transportarán básicamente entre su género las ollas, pucheros y platos fabricados desde aquellos talleres de sus vecinos y por índole parientes…, pues también habían emparentado con algunos de ellos. La casa de los Moya además de entroncar con los Herreros y Lozano lo hará con los Hortelano, así Agustín Hortelano, alfarero, casará con María de Moya. Decir que el arriaje muchas veces era una actividad complementaria a la explotación agrícola. Hecho que queda reflejado en un interesante artículo sobre esta profesión (García-Sanz, 1984), donde se plantean cuestiones como la capacidad económica del sector.

Queda claro que las políticas matrimoniales se planificaban siempre en busca de un interés que giraba alrededor del factor económico y profesional. Esta relación genealógica entre familias de alfareros y arrieros sólo es una muestra más.

Relación genealógica de la familia Herreros de Buenache de Alarcón. Fuente: Genealogía familiar

David Gómez de Mora


Bibliografía:

* Apuntes genealógicos de la familia Gómez-de Mora y Jarabo. Inédito

* Catastro de Ensenada. Buenache de Alarcón. http://pares.mcu.es/Catastro

* García-Sanz Marcotegui, Ángel (1984). La “burguesía” comercial de la Burunda (Navarra), en los siglos XVIII y XIX. Vasconia: Cuadernos de historia - geografía, ISSN 1136-6834, Nº 4, 1984, págs. 97-118

* Gómez de Mora, David (2020). “Los arrieros en Buenache de Alarcón a mediados del siglo XVIII”. En: davidgomezdemora.blogspot.com

davidgomezdemora@hotmail.com

Mi foto
Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).