El pasado que arrastra la ciudad de Huete es sin lugar a dudas uno de los grandes baluartes con los que cuenta el patrimonio y la cultura de la Alcarria conquense. Un enclave histórico de la provincia por la riqueza de sus edificios, tanto de tipo civil como religioso. La falta de un relieve abrupto y la formación de una red hidrográfica que circulará sobre sus alrededores, ayudará al alzamiento de diferentes asentamientos, cuyas raíces en muchos casos podrían arrastrarse desde antes del periodo de dominación del Imperio Romano.
Sus dos principales vías de acceso hacia lo que sería la franja oriental o parte Este son desde tiempos inmemoriales el camino que la conectaba con Saceda del Río-La Peraleja, así como el que discurre a través de la senda del río Mayor, y que a la altura de Valdecolmenas de Abajo se une con las aguas del río de Valdecolmenas de Arriba. Y es que este conjunto de redes de transporte, obedecían al moldeamiento del relieve menos accidentado, por donde circularán a su vez las principales arterias fluviales del lugar, las cuales eran en parte responsables de que los accesos entre pueblos discurrieran por esas zonas. El motivo era lógico, pues es ahí donde se generaban las áreas más prolíficas de cara a la explotación agrícola, las famosas vegas, donde la presencia de agua permitirá la instalación de pobladores que contarán con suelos bien drenados.
Por un lado el camino que iba hacia Saceda se adaptaba prácticamente a la zona del río Peñahora, un arroyo que nace entre este municipio y su vecina Peraleja, siendo un afluente del río Mayor. Todavía durante el siglo XIX el río Mayor tenía un caudal que le permitía disponer de agua permanentemente, excepto en periodos de sequía, cuando el cauce estaba inactivo. Al respecto el diccionario de Madoz nos recuerda sus particularidades cuando dice que en su interior se “cría peces, cangrejos y anguilas, y en las grandes lluvias acostumbra a salir de madre causando muchos daños en especial en la vega de Huete” (Madoz, 1845-1850).
Es precisamente cerca de esa zona de vega, donde veremos poblaciones como Caracenilla, Valdecolmenas de Arriba o Villarejo de la Peñuela, debido a las prestaciones agrícolas que ofrecían el uso de sus aguas. No obstante, como sabemos, la mayoría de la producción giraba en torno al secano. Hemos de pensar que la riqueza de esos suelos era indiscutible, pues los sedimentos fluviales que fueron colmatando y generando el sustrato edafológico de esta área, enriquecían la calidad de aquellas tierras.
Obviamente, la mayoría de elementos geomorfológicos, como climáticos y económicos que guardarán en común este conjunto de localidades que quedaban dependientes del área optense o sobre sus alrededores, tendrán una serie de características, que desde la perspectiva social, ayudan a comprender el rumbo de la historia de cada lugar. A modo comparativo, partiendo de los emplazamientos de La Peraleja, Saceda del Río, Carrascosilla, Caracenilla y Villarejo de la Peñuela, observamos unas serie de particularidades que nos gustaría describir.
A grandes rasgos la similitud de los cultivos era palpable, pues la disposición del relieve, no ofrece cambios significativos en todas ellas, no obstante, si que cabría hacer un matiz en el caso de Carrascosilla, pues el hecho de estar en una zona más apartada y con suelos más esquilmados, le haría cambiar su estructura económica, explotándose por ejemplo con mayor intensidad actividades complementarias como la ganadería y el aprovechamiento del esparto, pues sus zonas de pastos y vegetación degradada, favorecerán un escenario más proclive a este tipo de usos.
La Peraleja tenía 225 casas, era lugar de realengo, contando con multitud de servicios, pues sólo le faltaba poseer una panadería. Tenía cuatro párrocos, y en su interior sólo existían 20 jornaleros y seis pobres de solemnidad.
Saceda del Río poseía 100 hogares, también era zona de realengo. No tenía tantos servicios como sus vecinos de La Peraleja, aunque contaba con elementos reseñables, como la tienda-taberna en la que se proveían sus gentes de vino, pescado, aceite y especias. La localidad contaba con ocho clérigos que estaban exentos del fuero secular. En cuanto a la calidad de vida de sus habitantes se dice que era raro que alguno careciera de tierras con las que trabajar, no obstante, en ocasiones aquella producción podía ser muy modesta, pues sólo era un complemento, al depender de otro sector económico, en muchos casos de ámbito artesanal. Se especifica que no existía ningún pobre de solemnidad.
Carrascosilla era un mundo a parte, dependía de Huete y pertenecía a un señorío, existiendo sólo 13 hogares. Por no haber ni tan siquiera existía un edificio dedicado como ayuntamiento. Sólo tenía un clérigo y el hecho de poseer un vecindario tan reducido, hacía que no hubiera jornaleros, pues cada habitante trabajaba su propio patrimonio, esto explicará que no nos encontremos con ningún pobre de solemnidad.
Caracenilla tenía 127 viviendas habitables y jurisdiccionalmente se encontraba en la misma situación que Carrascosilla. Desde luego servicios no faltaron en el municipio, pues tenía hasta un estanco de tabaco, cosa que no veremos en ninguna de las localidades restantes que hemos descrito. Tenía tres eclesiásticos, y 27 jornaleros (cifra que a priori nos debería de parecer elevada), no obstante, se matiza que muchos tenían el campo como actividad complementaria, de ahí que sólo podamos catalogar como tales a 17, pues por ejemplo diez de esos vecinos trabajarán únicamente escasos días al año. Que hubiese una calidad de vida aceptable lo confirma que sólo existían dos pobres de solemnidad dentro del municipio.
Para finalizar Villarejo de la Peñuela era el enclave más alejado y meridional, ya fuera de la órbita de Huete, y a medio camino entre ésta y Cuenca, disponía de 71 hogares. Lo cierto es que de servicios iba bastante justa, aunque no faltaba un escribano, un cirujano-sangrador, dos alarifes (maestros de obras) y un aprendiz, dos zapateros de viejo, dos cardadores, dos tejeros y tres tejedores de lienzo. Contaba con tres curas, seis jornaleros y ningún pobre de solemnidad.
A grandes rasgos podemos observar que aquellas localidades que contaban con un centenar de habitantes, ya disponían del servicio de mesón y/o taberna. El municipio con más índice de religiosos era Saceda del Río. Si atendemos a la relación entre jornaleros y pobres de solemnidad respecto al número de hogares, comprobamos como a medida que un municipio era más pequeño, el riesgo de pobreza se iba reduciendo, no obstante la mayor cantidad de habitantes, de la misma forma que significaba una elevada proporción de gente desfavorecida, también se traducía en una variedad más amplia de oficios que permitían hacer prosperar a sus gentes. Este hecho lo hemos podido relacionar con los pagos de misas de las parroquias estudiadas.
David Gómez de Mora
Bibliografía:
* Catastro de Ensenada. Municipios de La Peraleja, Saceda del Río, Carrascosilla, Caracenilla y Villarejo de la Peñuela. http://pares.mcu.es/Catastro
* Madoz e Ibáñez, Pascual (1845-1850). Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar.