martes, 17 de noviembre de 2020

Los sagrarios de Villarejo de la Peñuela

Una de las piezas más representativas del barroco español es el sagrario. El tabernáculo de forma poligonal del siglo XVIII que a continuación presentamos se halla en la Iglesia de Villarejo de la Peñuela. Este se encuentra decorado con hornacinas en cada una de sus caras jugando a la bicromía entre el fondo pintado en negro y los relieves en dorado. Cada hornacina está rematada en la parte superior por una especie de palmeta o concha. La central tiene unos relieves que representan unos seres fantásticos a modo de grifos, y que se unen a través de sus colas mientras aparecen bebiendo del cáliz. El grifo, que en la Antigüedad era el guardián del tesoro, desde la Edad Media simboliza la vigilancia, y a veces, el Cristo de la Resurrección.1 Este esquema se repite en la propia enjuta del arco de la hornacina central. La cornisa que soportan las columnas está decorada con pequeñas palmetas y, sobre ésta, el friso se orna mediante una hilera de flores. En la parte superior está rematado por unos motivos en forma de dientes y, de nuevo, de palmetas.

Las semicolumnas que dividen las hornacinas incorporan a su fuste unas hojas de acanto. A su vez, éste alterna formas acanaladas en la parte inferior y otras espirales en la superior. Las columnas se rematan con un capitel que emula ser corintio.

Sagrario de Villarejo de la Peñuela. Foto del autor

La exaltación del sacramento de la Eucaristía puso de manifiesto la importancia de los retablos y sobre todo de los sagrarios eucarísticos. Durante la Contrarreforma se potenció el Sacramento de la Eucaristía y por ello se dio más entidad a los sagrarios, ya que guardan el cuerpo de Cristo. Lo cierto es que siglos atrás, como por ejemplo en la Edad Media, el sagrario no tuvo tanta importancia, pues solía hallarse en un lateral de la iglesia, no estando ni siquiera en el retablo del altar mayor. En cambio, como decimos, a partir del Concilio de Trento, se refuerza su relevancia situándolos en el altar mayor (muchas veces formando parte del retablo del altar) e incrementando su tamaño, como es el caso. Habitualmente tomarán la forma de tabernáculos en forma de templo o de hornacina.2

Por otro lado, la iglesia también alberga un pequeño sagrario cuadrangular con la puerta decorada con un relieve del Agnus Dei. Esta es una de las iconografías más comunes para representar al tabernáculo que encierra el cuerpo de Cristo. Según Carmen Heredia, desde que en el siglo XVI se defendió el dogma de la Transubstanciación, y se marcaron las directrices fundamentales de la doctrina, había la obligación de reservar el sacramento en el sagrario. Añadiendo que “de acuerdo con la doctrina de Trento, se prestaba atención especial a la manera de guardar el santísimo en el sagrario del altar mayor que, según los documentos contemporáneos, había de custodiarse en una copita, caja o cajita y dentro de otra custodia o copa grande, arqueta o cofre”.3

Arqueta de Villarejo de la Peñuela. Foto del autor

Por lo que respecta a la decoración externa, se compone únicamente de un Agnus Dei y un querubín. Adoptado por los primeros cristianos, el cordero místico es símbolo de Cristo. Según Pérez-Rioja: “El cordero, víctima propiciatoria de la fe entre los judíos, era inmolado sobre el altar para obtener el perdón de los pecados. Cristo ha sido llamado cordero de Dios porque su propio sacrificio en la cruz se asemejaba al acto expiatorio judío. En los sagrarios, suele representarse el Cordero en actitud de reposo y como sostén de una cruz envuelto en rayos de oro y plata. Otras veces, en cuadros, en los que aparece como un Pastor, la oveja o el cordero, simbolizan, a menudo, al pecado”.4 En el caso que nos ocupa, se esculpe sobre la puertecita dicho motivo con la bandera o estandarte que simboliza la Resurrección, y un querubín en la parte superior, compensando así la composición.

David Gómez de Mora


Bibliografía:

1 LAJO, Rosina, Lèxic d’art, Madrid, Akal, 2002, p. 92

2 MARTÍN GONZALEZ, J.J., “Sagrario y manifestador en el retablo barroco español”, Imafronte, 12, 1998, p. 26 y 30.

3 HEREDIA MORENO, Carmen, “El culto a la Eucaristía y las custodias barrocas en las catedrales andaluzas”, p. 280.

4 PÉREZ-RIOJA, J. A., Diccionario de símbolos y mitos, Madrid, Tecnos, 2003, p. 139.

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).