Poco
a poco Piqueras comenzaba a perder el fuelle de épocas pasadas, y
eso que una vez superados los latigazos del cólera y alcanzar una
aparente estabilidad demográfica, la población se
sumió
en una dinámica de reducción poblacional que sólo repuntará entre
el intervalo de 1930-1950. Recordemos que desde los tiempos del
Catastro de Ensenada (1752) hasta el de Floridablanca (1787), este
lugar sufre un claro estancamiento, que empezará a ir a la baja si
tomamos como referencia los datos de Madoz, donde “se
aprecia que a pesar de haber trascurrido unos sesenta y cinco años,
la población de Piqueras había disminuido en torno a un 23% con
respecto al último censo de Floridablanca del siglo XVIII”
(Romero y Ballesteros, 2009, 65).
Ahora bien, cabe preguntarse por las reseñas que hemos estudiado del legajo nº1 del Archivo Diocesano de Cuenca, si la actividad ganadera en décadas inmediatas se podía haber visto alterada por esta dinámica regresiva. Siguiendo los cómputos de los recuentos vecinales por oficios, observaremos los porcentajes de población que a grosso modo vivía directamente de la explotación animal. Así por ejemplo, en el año 1862 Piqueras contaba con unos 63 hogares, lo que suponía el tejido activo local de una docena de pastores aproximadamente.
No
olvidemos que Madoz a mediados del siglo XIX citaba en su diccionario
que
en
Piqueras se criaba “ganado
lanar, cabrío y vacuno”.
No había ninguna duda en que la lana de las ovejas churras seguía
siendo un elemento del que se obtenían ganancias, no obstante,
resulta interesante remarcar el papel de la ganadería vacuna, la
cual sabemos por testimonios que todavía durante las primeras
décadas de la centuria venidera estaba extendida entre algunas de
las familias descendiente y herederas de muchos de aquellos pastores
que entre 1860-1870 mantenían a flote este sector tan importante de
la economía local. Evelio Moreno nos describe con ese toque tan
auténtico la relación de simbiosis entre los labradores y aquellos
animales que cobijaban en sus casas y corrales, así pues “la
versatilidad del burro le hacía apto para múltiples tareas, cuando
aún no habían llegado los tractores. Los rebuznos de los burros
eran tan familiares como el tañer de las campanas, rebuznaban con
tesón, tercos como esas criaturas que lloran en pleno berrinche y
sin motivo conocido (…) Machos y mulas, bueyes, burros, perros y
gatos, cerdos, gallos y gallinas, ovejas y cordero…, la granja de
Orwell no era mucho más ubérrima que Piqueras”
(Moreno, 2013, 89)
Siguiendo las referencias que hemos citado del Archivo Diocesano de Cuenca, apreciamos una serie de relaciones sociales de ese tejido económico que resulta necesario indicar, una vez expuestos sus nombres.
Relación de vecinos de 1860 adscritos como pastores (extraído del A.D.C)
Melitón García, casado, 65 años (esposo de Quiteria Chumillas)
José García, casado, 40 años (esposo de Marta Marcilla)
Brígido Pérez, casado, 44 años (esposo de Nieves Lozano)
Felipe Blanco, casado, 63 años (esposo de Juana Toledo)
Ángel Herráiz, casado, 60 años (esposo de Josefa Escribano)
Julián Carrasco, casado, 30 años (esposo de María Gabaldón)
Francisco Gabaldón, viudo, 50 años
Juan Sotos, casado, 34 años (esposo de Francisca Rodenas). Su hijo heredará el ganado (Pedro)
Gregorio Escamilla, casado, 28 años (esposo de Quintina Mateo)
José García Chumillas, casado, 41 años
Pedro Lizcano de Zamora, soltero, 22 años (esposo de Luciana Lucas)
Valeriano Panadero Navarro, soltero, 13 años
Relación de vecinos de 1868 adscritos como pastores (extraído del A.D.C.)
Miguel Herráiz, casado, 67 años (esposo de Josefa Escribano)
Ángel Ródenas, viudo, 31 años
Cayetano Moya, soltero, 18 años
Brígido Pérez, casado, 54 años (esposo de Marta Marcilla)
Julián Pérez Marcilla, soltero, 20 años, hijo de los anteriores
Pedro Sotos Ródenas, soltero, 18 años
Julián Martínez Carrizo, casado, 47 años (esposo de Nicasia Morante)
Reyes Martínez Morante, soltero, 20 años, hijo de los anteriores
Manuel García Checa, casado, 44 años (esposo de Santiaga Ródenas)
Félix Barambio Carrasco, soltero, 15 años
Pedro Lizcano de Zamora, casado, 35 años (esposo de Luciana Lucas)
A
grandes rasgos podemos desprender por el listado recopilado, que
durante la segunda mitad del siglo XIX, muchos de los pastores tenían
unos vínculos genealógicos no muy profundos con las familias
tradicionales de Piqueras, no por ello dejaría
de haber casas
con larguísimas generaciones en el pueblo, y que destacarían como
ganaderos locales desde tiempo atrás, siendo este el caso de
representantes de la estirpe de los Lizcano y Barambio. Y es que por
contra, algunas ramas de apellidos como García, Pérez, Blanco,
Carrasco, Gabaldón, Rodenas o Sotos (entre otros), poco o nada
tenían de raigambre con aquellas antiguas casas del
lugar. Por ejemplo Juan de
Sotos (natural de Cervera), era el marido de Francisca Ródenas
(vecina de Palomares), fruto de su matrimonio nació Pedro María
Sotos Ródenas, quien siguiendo con la herencia de su padre,
ejercería desde bien joven como pastor. Algo parecido sucedía con
Gregorio Escamilla, éste hijo de Juan Tomás Escamilla y su esposa
Tomasa Herráiz García, procedentes del municipio de La Huérguina
(Albacete)
Igualmente
Valeriano Panadero Navarro, y que en 1860 era un pobre chiquillo de
13 años que ya trabajaba de pastorcillo, era hijo del molinero Mateo
Panadero (natural de Campillo) y Juana Navarro (ésta de
Paracuellos). Aunque como decimos, no todos eran integrantes de
familias con escaso recorrido en el pueblo, es
el ejemplo de los Lizcano.
Durante
el siglo XIX el tronco parte de dos hermanos Pedro Matías de Lizcano
y Nemesio de Lizcano. En el año 1836 Nemesio casará con su esposa
Gabriela Zamora de Barambio, de cuyo matrimonio nacerá el único
hombre por línea recta de varón de esta rama, y que no llegará a
conservar el apellido su descendencia por haber tenido sólo un par
de hijas. Éste era Pedro, el pastor de los Lizcano, marido de
Luciana Lucas, y hermano de Juana de Lizcano (la esposa de Cayetano
de Mora). Con Luciana tendrá un par de hijas que harán que la
descendencia masculina se pierda. No obstante, por aquellas fechas en
la línea de sus primos todavía seguían quedando Lizcanos
dispuestos a mantener el apellido y las vinculaciones tradicionales
del clan, así por ejemplo su primo hermano Bautista de Lizcano,
había celebrado sus esponsales con Rita Herráiz, de cuyo matrimonio
nacerán varios hijos, por un lado Felipe Lizcano, casado en 1895 con
Francisca de Barambio, así como otro vástago llamado Manuel
Lizcano, y que en 1897 celebró sus nupcias con Eugenia García
Lizcano. De Felipe
y Francisca nacerá el último Lizcano de Piqueras, Mariano Lizcano
(M. L.), quien tras haber estado con su familia durante un periodo de
tiempo para luego volver al pueblo y emprender una vida normal, en el
año 1922 tomaría la decisión de casar con su prima hermana Julia
Lizcano García, ésta a su vez hija de los referidos Manuel Lizcano
(hermano de su padre Felipe) y Eugenia García.
Obviamente
este enlace será un último intento por sellar alianzas endogámcias
entre los componentes de esta familia, y que como decimos en su día
fueron los últimos supervivientes de una línea que se había
dedicado a la explotación ganadera en
algunos de sus ancestros
siglos atrás.
Aquellas bodas respondían a una estrategia en la que se buscaba
conservar lo heredado por sus
componentes, en la que el
último varón que portará un apellido con varios siglos de
historia, dejará como descendientes
a Primitiva Lizcano Lizcano y Carmen Lizcano Lizcano.
David Gómez de Mora
Bibliografía:
* Archivo Diocesano de Cuenca. Legajo nº1 de Piqueras del Castillo
* Madoz e Ibáñez, Pascual
(1845-1850). Diccionario geográfico-estadístico-histórico de
España y sus posesiones de Ultramar
* Moreno Chumillas, Evelio (2013). Crónicas de Piqueras. Bubok publishing S.L.
* Romero Saiz, Miguel y Arribas Ballesteros, Jesús (2009). Piqueras del Castillo. “Donde la Mancha empieza su historia”. Ediciones provinciales, nº 88