domingo, 8 de noviembre de 2020

Saceda del Río a mediados del siglo XVIII

Saceda siempre ha sido un municipio bastante tranquilo. Un apacible pueblo de labradores, pastores y algún que otro oficio gremial en el que se vivía muy bien. La localidad no tenía que soportar las cargas de ningún señor, pues era zona de realengo. En las tierras de regadío crecían hortalizas, nabos y cáñamo. Gramíneas como el trigo, cebada, avena y centeno eran productos más propios de las fincas de secano, además de viñas, olivos, azafrán y cebollas. Encontraremos frutales como cerezos y guindas, junto árboles entre los que destacarán los olmos, álamos y sauces, estos últimos responsables del nombre con el que se bautizará la localidad desde fechas antiguas.

Las zonas de monte y de carrasca degradada se emplearán como áreas de pasto. La totalidad del término se componía de 12.210 almudes de tierra, entre los que el trigo y la cebada tenían mucha importancia. Al igual que sucederá en Villarejo de la Peñuela, respecto a los viñedos “los de este término son de muy ínfima calidad por serlo la tierra en que se hallan”.

En el pueblo había un molino harinero, propiedad privada de don Juan Martínez, familia que poco después será reconocida como miembro del estado noble bajo el distintivo de los Martínez-Unda. Este tenía una muela, por lo que sólo era puesto en marcha únicamente durante algunas horas con motivo de la escasez de agua, ya que si las lluvias no acompañaban difícilmente podía estar en funcionamiento. La familia Martínez lo arrendaba para así sacar algo de beneficio, de ahí que por ejemplo durante aquellos tiempos el encargado de explotarlo fuese Pedro del Olmo, a quien le producía un total de 29 fanegas de trigo.

Parece ser que este no sería el único molino, pues existía otro calificado como de lagar y que se usaba para la extracción de aceite, al cual se portaba la escasa cosecha que daban los olivos del pueblo, así como de otros términos de los alrededores. Este era propiedad del concejo de la villa, y se adjudicaba siempre en subasta al mejor postor. Durante ese momento estaba bajo el control del vecino Carlos Sáenz.

El ganado lanar churro estaba repartido entre algunas casas del pueblo, no habiendo un esquilador profesional, por lo que se encargaban los mismos propietarios de ejercer todo el proceso de extracción de lana. Recordemos que el presbítero don Juan de la Fuente poseía cabras, machos, ovejas y borregos, sin olvidar su negocio de compra-venta de mulas y yeguas que obviamente le reportaban ganancias adicionales. Muchos vecinos también tenían cerdos, que compraban y criaban para luego consumirlos.


Iglesia de Saceda del Río. Imagen: palomatorrijos.blogspot.com

La explotación de las colmenas estaba representada por un total de 140, hallándose todas ellas controladas por familias destacadas del lugar, nada extraño si tenemos en cuenta que este fenómeno se vivirá en otros tantos lugares. El presbítero don Juan de la Fuente, don Juan Martínez (el mismo que tenía el molino harinero), Matías González, Pablo Martínez y María de la Fuente serán sus propietarios.

Por aquel entonces el municipio contaba con unas 100 casas habitables de vecinos, entre las que se encontraban varias viudas, esto nos hace pensar que la cifra de habitantes tenía que estar alrededor de las 300 ó 400 personas a lo más. El concejo del pueblo tenía una casa en el barrio de abajo destinada como morada para Pedro de Crespo (maestro herrero y cerrajero), además de una en la plaza dedicada como pósito para el pueblo. Saceda disponía de cárcel y fragua para el herrero, no obstante este llegaba a cederla a aquellos labradores que no tenían recursos en el caso de que necesitasen el espacio como residencia. También había un horno de pan cocer que era propiedad del ayuntamiento. El oficio del número de escribano estaba enajenado y se hallaba vacante, perteneciendo a Rosa y María Fernández, ambas en ese momento residentes en la ciudad de Cuenca, no habiendo en aquellos momentos escribano público, real ni numerario, y por lo tanto teniendo que acudir a Juan Peinado, quien ejercerá complementariamente como maestro de lectura y escritura a los niños de Saceda.

El concejo contaba con dos censos, uno que era el considerado como principal (de 300 ducados), y que era la memoria que fundó en Bonilla el canónigo don Alonso Mateo Saiz, mientras que otro de 200 ducados a favor de la religiosa doña Teresa de Avellaneda, profesa de San Benito de la ciudad de Cuenca y del que era poseedora por la fundación del vínculo de don Miguel de Avellaneda.

Sólo había una tienda y taberna, donde se vendían especias, vino, aceite y pescado. No obstante se carecía de mesón y albergue, por lo que aquellos pasajeros que transitaban por este espacio sólo podían depender de la caridad de aquellos vecinos que les prestaran sus servicios de acogida. El no contar con panadería hacía que el pan fuese comprado en Huete. Tampoco había médico, por lo que era necesario que se desplazara el afincado en Gascueña. Del mismo modo no se disponía de cirujano y sangrador (pues venía desde Valdemoro del Rey), ni boticario, ni maestro herrador, ni albéitar. Si que había abastecedor de carnes, quien se encargará de forma privada de su producción, explotando los dos montecillos que hay en el término y que podía arrendar.

Al menos si que existían dos sastres: Juan Muñoz y Carlos Sáenz (quien por cierto era el mismo que había adquirido temporalmente los servicios del molino aceitero, hecho que demostrará la complementariedad de oficios entre algunos de sus vecinos). Había cuatro albañiles, dos zapateros de viejo, un peinador-cardador, un rastrillador y cinco tejedores de lienzos. El hecho de no disponer de maestro herrador les hacía desplazarse a los vecinos con sus caballerías hasta donde ellos consideraban, en cambio el albéitar (Manuel Ferrer) venía desde de la ciudad de Huete.

La localidad contaba con ocho clérigos que estaban exentos del fuero secular. En cuanto a la calidad de vida de sus habitantes se dice que era raro que alguno careciera de tierras con las que trabajar, no obstante, en ocasiones aquella producción podía ser sólo un complemento, por lo que habrán un total de 28 jornaleros que ocasionalmente reforzaban su salario con las tierras de otros vecinos. Se especifica que no existía ningún pobre de solemnidad.

David Gómez de Mora


Bibliografía:

* Catastro de Ensenada. Cuestionario de Saceda del Río. http://pares.mcu.es/Catastro

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).