Los Crespo fueron una familia de
la pequeña burguesía local, asentada durante la primera mitad del siglo XVII en
este municipio, y sobre cuyos orígenes seguimos teniendo dudas. Gracias a unas
segundas nupcias de la esposa del progenitor, Juan de Crespo, sabemos que ésta era
natural de Arguisuelas, de ahí que cabe la posibilidad de que el origen de
ambos, pudiese proceder de este enclave conquense.
Desde la primera generación la
familia consiguió fortalecer su estatus, manteniéndolo algunos de sus
descendientes a lo largo del siglo XVIII, consiguiendo así englobarse dentro
del grupo de labradores hacendados.
Las hijas de Juan de Crespo celebraron
bodas con familias que tenían una buena posición en el pueblo, así Juliana lo
hizo con Melchor Gil, una estirpe de labradores bastante conocida por su
entronque con el que fuera hijo de los Señores del lugar, mientras que su
hermana se acabaría casando con Pedro de Checa, quien supimos que llegó a ser
mayordomo de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario años más tarde.
Como indicábamos, uno de los
puntos de apoyo del linaje durante sus primeras generaciones fueron los Checa,
con quienes celebrarán diversos enlaces. Un conjunto de políticas matrimoniales
cerradas, que mejoraban la situación de la familia, permitiendo que el
patrimonio no se dividiera.
La riqueza de los Crespo hay que
buscarla en el testamento de don Miguel Sánchez Abad, cura que fue de Piqueras
del Castillo, pero cuyas raíces le trasportaban hasta Jábaga. Este párroco dejó
una capellanía junto con un patronazgo de legos para que lo tuviera y poseyera
Julián de Crespo, hijo de Juan Crespo y de Catalina García. En el mismo
integrará todos los bienes que tenía en la villa de Piqueras (hazas, viñas, la
mitad de la casa en la que vivía, así como dos yuntas de heredad que poseía en
Cólliga), a cambio Julián debía de rezar dos misas semanalmente en el altar de
Jesús y que estaba dentro de la Iglesia del pueblo, además de celebrar una
fiesta anual el día de San Miguel.
En la cláusula se especifica que
después de Julián, quienes podía aprovechar la posibilidad a ocupar el puesto
de capellán, eran sus sobrinos, en este caso, preferentemente los hijos de Juan
de Crespo, así como en su defecto los de sus hermanas Juliana, y finalmente
Ana, remarcando que si hubiesen varios pretendientes, la plaza de estudios debía
ser entregada a quien más lo necesitara. Obviamente el cargo que desempeñaba el
párroco era muy deseado, puesto que otorgaba nombre a la familia, además de
dejar a buen recaudo la salvación de sus almas en el caso de que éstas fueran
al purgatorio, teniendo así una ayuda extra que garantizaba rezos permanentes.
Un elemento importante a la hora de entender la necesidad y protagonismo que
ocupaban los curas en unas sociedades rurales donde el catolicismo y las
costumbres eran sagradas.
Árbol
genealógico de los Crespo. Genealogía familiar
La fundación que heredará Julián
de Crespo comprendía casa y alrededor de unas sesenta de propiedades agrícolas
(con una producción de 226 almudes). Otro dato a tener en cuenta eran las zonas
privilegiadas de enterramiento que adquirieron las hermanas del cura, pues por
ejemplo Juliana se hizo con dos zonas de sepultura en la primera fila del lado
del Evangelio, un lugar que como sabemos era de los más deseados, y a los que
sólo accedían los miembros de la Iglesia así como las familias más pudientes.
Ésta cuando falleció en 1695 mandó que se diera para la Virgen del Rosario un
cuadro de Nuestra Señora de la Leche.
Otro dato que no podemos pasar
por alto, es que Julián de Crespo (el presbítero), heredó adicionalmente los
bienes de Alonso de Piqueras y Olaya García, ambos vecinos de Barchín del Hoyo.
Igual de interesante nos resulta su otra hermana Ana de Crespo, quien se
adjudicó una sepultura en la segunda fila en el lado de la Epístola, donde se enterraría
su cuerpo tras fallecer en 1704.
Obviamente este conjunto de
referencias son indicativas de cómo este linaje, nada más establecerse en el
municipio, consiguió ostentar un protagonismo que a su vez retroalimentaba aquellas
comunidades cerradas de labradores, favorables a sellar matrimonios entre
personas de idéntica características sociales, de las que obviamente podían
sacar réditos. La falta de varones y personas que intercalarán este apellido,
harán que a partir del siglo XVIII su representatividad empiece a desaparecer
entre los habitantes del municipio.
David
Gómez de Mora
Referencias:
* Apuntes
genealógicos de la familia Gómez-de Mora y Jarabo. Inédito