Desde siglos atrás, a pesar del
modesto protagonismo que en la perspectiva histórica ha tenido el enclave de
Villarejo de la Peñuela, tenemos constancia de como muchos de sus vecinos
aprovechaban a fondo los recursos agrícolas que producían sus campos,
especialmente los frutos y géneros hortícolas ubicados en su parte baja, y que gracias
a la privilegiada disposición junto a una zona de ribera, no proliferaban del
mismo modo en otros municipios del área circundante.
La ubicación de Villarejo en el
fondo de un valle, alimentado por aguas fluviales, unida a la disponibilidad de
un terreno fértil, le otorgaban aun mayor singularidad. Una de esas familias eran los
Torrijos, un pequeño linaje que a tenor de nuestras investigaciones
genealógicas, parece que llegarían hasta el municipio durante el siglo XVI. Las
políticas matrimoniales de sus integrantes no distaban excesivamente de la
tradición hermética que imperaba en el lugar.
Durante el momento del Catastro
de Ensenada el alcalde de la localidad era el señor Miguel de Torrijos, quien
había entablado matrimonio en 1724 con Pascuala del Rincón y Redondo, dos apellidos
también con historia dentro del pueblo. Recordemos que los Rincón se hallaban extendidos
por otros muchos sitios de esta región (acusados de judaísmo en origen, pero con
reconocimiento como miembros del estado noble en determinados asentamientos. Hechos
que por norma general solían estar asociados).
En los tiempos del catastro,
Villarejo era un enclave apartado de los principales núcleos de influencia, un
tanto alejado de Cuenca, pero posicionado en una zona provechosa de la Alcarria,
que no distaba de la “capital” optense.
Delimitación
del término de Villarejo de la Peñuela (pares.mcu.es)
El cerezo fue uno de los
productos explotados por los lugareños, teniendo cierto reconocimiento más allá
de la localidad, pues existían diferentes variedades de este árbol. Las
gramíneas también eran numerosas, de ahí los campos de trigo y cebada que los
labradores trabajaban sin olvidar sus viñedos.
Por norma general los agricultores
con patrimonio serán las caras visibles de la política local, y en ese sentido
cabe reseñar la familia del que por aquellas fechas era el alcalde de la villa.
Miguel de Torrijos no vivía nada mal, su esposa era la hija del escribano
notario, hecho que unía una vez más sendas familias. Sabemos que uno de los
hijos de Miguel y Gerónima de Cañas fue Jorge de Torrijos, fallecido en 1759
con manda de cien misas. La hermana de éste se llamaba Rosa, casada en 1722 con
Antonio de Ocaña (y encargada de solicitar una cifra de misas casi idéntica
tras su muerte). Precisamente Antonio fue quien mayor cantidad de producción
(en uvas, cerezas y guindas) transportaba con sus caballerías a mediados del
siglo XVIII fuera de la localidad.
Recordemos que Miguel era vástago
de Andrés de Torrijos y Paula Pérez Romo (casados en 1671). Andrés era a su
vez hijo de Miguel de Torrijos y Catalina García. Éste tuvo una hermana llamada
Isabel, fallecida en 1682 con pago de ciento setenta misas. Otra de las
familias que establecerá matrimonios con la casa de los Torrijos serán los Saiz
(propietarios agrícolas en muchas de sus líneas, y sobre los que hemos dedicado
algunas reseñas en otros artículos que incumben al pueblo). Y es que después de
Antonio de Ocaña, el siguiente exportador en importancia era el labrador Miguel
Saiz, esposo de María López-Saiz.
Sirvan pues estas modestas notas
genealógicas, para entender un poco mejor que personalidades y linajes locales,
ostentaban cierto protagonismo en el Villarejo de siglos pasados.
David
Gómez de Mora
Referencias:
*Apuntes de la genealogía familiar. Inédito
* Archivo Diocesano de Cuenca. Libro I de matrimonios
(1626-1764), Sig. 113/10. P.2121
* Archivo Diocesano de Cuenca. Libro III de defunciones
(1623-1764), Sig. 113/14. P. 2125