Una de las familias más
destacadas de Villarejo durante los siglos XVII y XVIII fue la de los Cañas. Un
linaje autóctono, con unas raíces profundas desde las primeras referencias
escritas que existen en los libros sacramentales del pueblo.
Los miembros de esta casa
llegaron a sellar políticas matrimoniales bastante cerradas, cosa que no fue
una excepción, pues como ya advertimos, la estrecha consanguinidad en Villarejo
estaba a la orden del día. Una línea con la que establecerán continuos nexos
matrimoniales fue la de los Torrijos, muchos de ellos labradores y
representantes destacados de la localidad.
Entre los personajes más
llamativos, hemos de mencionar la descendencia de Andrés de Cañas, quien, hasta
su fallecimiento en 1693, era conocido en el lugar como el escribano notario. Desde
luego los Cañas sabían con quién pactaban sus enlaces, pues una nieta de éste,
tuvo por suegro a otro escribano de la localidad. Una estrategia habitual, en
la que se acababan gestando la creación de clanes unidos por un mismo elemento social.
La relación parental de los otros
escribanos procedía por vía de Andrés López Saiz, quien ejerciendo la misma
profesión que su abuelo, casó en 1686 con Ana Saiz, fruto de cuya unión nació
José López Saiz, y que décadas más tardes establecerá alianzas conyugales con la
referida nieta de Andrés (Josefa de Cañas). Recordemos que el hermano de este
escribano era el presbítero don José López (Gómez de Mora, 2018), figura reseñable,
y de la que todavía se conserva una lápida grabada en la Iglesia de Villarejo.
Obviamente los Cañas sabían de la necesidad en mantener este tipo de políticas,
pues oficios como el suyo, y el parentesco con el clero local, eran
credenciales esenciales para mejorar su calidad de vida.Los escribanos acudían a las
casas de aquellos vecinos que deseaban efectuar un testamento cuando su estado
de salud se lo impedía, además de tramitar otro tipo de documentación de la que
daban fe, aunque en ocasiones pudiese ser falsa o manipulada, un encargo
habitual que solía venir en este último caso por parte de quienes pretendían
adquirir la condición de miembros del estado noble, y cuyo reconocimiento era
necesario mediante este tipo de procedimientos. Decir que la madre del escribano
Andrés se llamaba Juliana García, siendo esta natural de Villanueva de los
Escuderos.
Escena
donde se representa a un escribano redactando el testamento de Don Quijote de
la Mancha, Antonio Carnicero (1779)
Sin lugar a dudas el
campo siempre que reportaba beneficios destacados era otro de los sectores en
los que labradores con recursos podían emparentar con este conjunto de familias.
En Villarejo algunos agricultores aprovechaban la fuerza de sus animales, para
además de trabajar la tierra, poder exportar parte de su producción a pueblos
de los alrededores, de este modo se rompía el sistema de autosubsistencia,
consiguiendo generar ingresos extras, que obviamente aportaban más dinero.
Al respecto, el
Catastro de Ensenada nos informa de cómo “en
esta villa no hay arrieros que traten en sacar frutos ni de uvas a vender
fuera, y que si algunas cargas salen, las conducen los cosecheros con sus caballerías,
faltando con sus personas, criados y caballerías en tiempos de la uva, a la
simentera de granos y en el de la fruta a la recolección de ellos” (257-257
v.). Añadiendo después que “las cargas
que algunos vecinos sacan por sí y sus caballerías, consignaron por este
tráfico” (258). María de Cañas y Josefa de Cañas serán unas de las que
mayor cantidad de uvas, cerezas y guindas transportarán.
La esposa de Andrés era Catalina
López, quien dejó una fiesta por su memoria tras fallecer. Un apellido común y
extendido por el pueblo, sobre el que existirían diferentes líneas
genealógicas. Sobre este matrimonio sabemos que sus hijos pagaron sumas
importantes de misas, es el caso de Gregorio de Cañas, quien lo hizo con
doscientas, o José de Cañas con más de trescientas. La relación con la casa de
los Torrijos era estrecha. Por ejemplo en los libros de defunciones se indica
que Gerónima de Cañas (hija de Andrés y Catalina), tras morir en 1715 mandó 100
misas, operación idéntica a la de su marido Miguel de Torrijos, y que a
mediados del siglo XVIII era el alcalde del pueblo. Tampoco debemos obviar a María
de Cañas, viuda de Francisco Delgado, que tras morir en 1753 mandó 203 misas.
En su testamento menciona a sus sobrinos Miguel de Torrijos, Jorge de Torrijos,
además de Josefa de Cañas (persona a quien nos hemos referido en varias
ocasiones a lo largo de este artículo).
David
Gómez de Mora
Referencias:
*Apuntes de la genealogía familiar. Inédito
* Archivo Diocesano de Cuenca. Libro I de matrimonios
(1626-1764), Sig. 113/10. P.2121
* Archivo Diocesano de Cuenca. Libro III de defunciones
(1623-1764), Sig. 113/14. P. 2125
* Catastro del Marqués de Ensenada.
* Gómez de Mora, David (2018). “La familia López-Saiz de
Villarejo de la Peñuela”. En: davidgomezdemora.blogspot.com