“Arrieros somos, y en el camino nos
encontraremos” es una de las frases más populares de nuestro
refranero para aludir a quienes nos niegan su ayuda, pensando que
algún día éstos pueden verse en la misma situación. Y es que más
allá de la semántica, siglos atrás el arriero ha sido un oficio
importante y escasamente estudiado, del que habríamos de efectuar
diversos matices en torno a aspectos socioeconómicos, pues algunos
de sus integrantes estuvieron proyectándose de manera satisfactoria
en áreas rurales, en las que el transporte por vía terrestre era la
única manera de establecer un flujo de comunicaciones.
Recordemos
que en muchas ocasiones los arrieros no eran simples transportadores
de mercancías, ya que ejercían como verdaderos hombres de negocios
de la época, es decir, un conjunto de comerciantes que alimentaban
las profesiones liberales, con las que creció y se consolidó la
burguesía local de tantísimos lugares del país.
Con
la definición de carreteros, muleros o acemileros podemos ver una
misma definición para esta ocupación, donde sus representantes se
encargaban de transportar múltiples productos a través de la fuerza
de las bestias de carga. Tenemos el caso del Picazo, un enclave
notablemente estudiado por Collado (1), en el que se nos habla de un
linaje de arrieros (la familia Jiménez) que prosperó en el lugar
gracias al transporte de vino.
Decir
que el arriaje muchas veces era una actividad complementaria a la
explotación agrícola. Gracias a un interesante artículo sobre esta
profesión (2), se plantean cuestiones como la capacidad económica
del sector. En tiempos del catastro de Ensenada, en Buenache leemos
la siguiente referencia: “asimismo residen diez y nueve arrieros
que comercian en caparrós, òllas y tal qual vez vino, a los quales
contemplan de ganancia, despues de desfalcados, todos los gastos
precios que contemplaron delos viages que hechan àel año, ciento y
cincuenta reales cada cavalleria, siendo la requa de unos maior que
la de otros” fols. 707-707 v.
Adjuntamos
a continuación un listado de los arrieros bonacheros y sus
respectivas ganancias a mediados del siglo XVIII (3), donde se
comprueba como la ocupación estaba controlada por un conjunto de
familias:
Gil
de Olmedo (900 reales)
Manuel
de Ontangas (600 reales)
Mateo
de Olmedo (600 reales)
Juan
Ramírez (450 reales)
Andrés
López de la Osa (300 reales)
Juan
Hortelano (300 reales)
Miguel
Saiz (300 reales)
Juan
García (300 reales)
Bartolomé
de Cuenca (300 reales)
Pedro
Beato (300 reales)
Juan
de la Torre (300 reales)
Juan
Gallego (300 reales)
Alonso
Martínez Ramírez (300 reales)
Juan
de Soria (300 reales)
Juan
Saiz Izquierdo (300 reales)
Julián
Cavero (150 reales)
Juan
de Ayuso Olmedo (150 reales)
Narciso
Molina (150 reales)
Miguel
de Soria (800 reales, como tratante de azafrán)
Merece
la pena destacar el caso de algunos pueblos donde la presencia del
arriero fue notoria, así como decíamos, en el Picazo por aquellas
fechas a pesar de contar con sólo 300 familias, había hasta 21
hogares dedicados al oficio. Entre los bonacheros, serán los Olmedo
y los Ontangas quienes mayores ganancias generaban.
Ilustración
de un arriero
La
familia Olmedo u Olmeda había emparentado estratégicamente con los
Buedo. Éstos últimos eran miembros de la pequeña nobleza rural con
ejecutoria de hidalguía reconocida. Tampoco podemos obviar a los
Ontangas u Ontagas, linaje con disponibilidad de recursos. En este
sentido sabemos que por ejemplo Manuel de Ontangas había casado en
1745 con María Gervasia García de Valladolid (4). Ambas familias
estaban vinculadas con casas locales sobre las que hemos publicado
varios escritos. Por ejemplo la madre de Manuel descendía de los
Martínez de la Parra, así como su esposa era portadora de la sangre
de varios miembros de la pequeña burguesía local (Valladolid y
Arribas, entre otros).
David
Gómez de Mora
Referencias:
(1) Collado Fernández, Benedicto
(2004). Picazo, un lugar en tierra de Alarcón.
(2) García-Sanz Marcotegui, Ángel
(1984). La “burguesía” comercial de la Burunda (Navarra), en
los siglos XVIII y XIX. Vasconia:
Cuadernos de historia - geografía, ISSN 1136-6834, Nº
4, 1984, págs. 97-118
(3) Catastro de Ensenada (1749-1756). Buenache de Alarcón.
(3) Catastro de Ensenada (1749-1756). Buenache de Alarcón.
(4)
Apuntes de la genealogía familiar. Inédito