Mucho había llovido desde
aquellos tiempos en los que la tierra de Huete rivalizaba en todos los aspectos
con la ciudad de Cuenca. Y poco o nada quedaba del esplendor económico, que a
finales de la Edad Media había vivido el enclave optense, influyendo
sustancialmente en la zona de sus alrededores, como en las consiguientes
localidades satélites de su perímetro.
Por desgracia las epidemias de finales del siglo XVI, marcarían un punto de inflexión que cambiaría para siempre el rumbo de su historia. Más adelante, el Huete del período barroco, cimentándose en el peso que ejercía el poder eclesiástico, consiguió mostrar un breve período de reanimación que se tradujo en el ensalzamiento de su papel estratégico de tiempos pasados, manifestándose a través de la edificación de bastantes obras religiosas, que pasadas las décadas, volverían a reconducirle a la cruda realidad.
Por desgracia las epidemias de finales del siglo XVI, marcarían un punto de inflexión que cambiaría para siempre el rumbo de su historia. Más adelante, el Huete del período barroco, cimentándose en el peso que ejercía el poder eclesiástico, consiguió mostrar un breve período de reanimación que se tradujo en el ensalzamiento de su papel estratégico de tiempos pasados, manifestándose a través de la edificación de bastantes obras religiosas, que pasadas las décadas, volverían a reconducirle a la cruda realidad.
La entrada del siglo XIX en este
territorio, es el relato de un pueblo pesimista, que a duras penas mantendrá el
protagonismo ejercido por sus antepasados. Eran escasos los resquicios de
aquella ciudad repleta de hidalgos, burgueses y artesanos que centurias antes
habían reunido en sus calles a las familias más importantes de todo lo que hoy
es su provincia.
Desde luego la riqueza urbana del
lugar no hacía justicia al empobrecimiento en el que se iban sumiendo muchos de
sus habitantes. Aquel espacio era lo que algunos tan acertadamente hoy han
bautizado como la pequeña Florencia conquense. Por desgracia, de manera
paulatina, ese conjunto de edificios iría abandonándose, entrando en un grave
estado de ruina.
Esa pérdida de fuerzas se
agravaba con la desamortización, un procedimiento desigual, en el que unos
nuevos agentes aparecían al cambiar los mandos de poder. Todo el mundo era
consciente de que aquello suponía un duro varapalo para un municipio donde con
sólo unos 5000 habitantes, seguía habiendo en pie una decena de iglesias, un
colegio de Jesuitas, convento y monasterios…
Sin lugar a dudas la tormenta
perfecta para que los partidarios del carlismo saliesen de debajo de las
piedras. Un clero sesgado, a lo que se sumaban muchísimas familias afectadas,
al perder la esperanza de que algunos de sus hijos prosperaran dentro del
núcleo eclesiástico, pues así era como desde siglos atrás en este tipo de áreas
rurales se había transmitido la necesidad de que una familia adquiriera
importancia.
Eran muchos los que no entendían
la necesidad de aquellas nuevas reformas, pues creían únicamente en una
relación de extrema dependencia simbiótica entre el pueblo de Dios y su idea de
la vida, pues si los primeros otorgaban un nombre al linaje además de
garantizar un nivel de confort aceptable a sus servidores, el resto del
vecindario agradecía a éstos, la protección y salvación de sus almas en el
momento del último adiós.
La desamortización se cebó en un
enclave tan católico, y que a corto plazo resultaría contraproducente para
muchos de los lugareños que faenaban en los campos. Gentes de la alta burguesía
como los Lledó, aprovecharon hábilmente la situación para afianzarse tierras,
con las que pequeños propietarios y medianos terratenientes no podrían competir. Se trataba de un nuevo prototipo social,
que intentaba emular la vida del urbanita. Sus principales credenciales eran el
amor por la reforma política y su apoyo incondicional al círculo Isabelino. Buen
ejemplo de aquel ideal lo veremos personificado en figuras como la de don Tomás
Ventosa y Lledó, doctor en medicina y licenciado en cirugía, natural de
Barcelona, pero que ejerció como médico titular en la localidad optense, representando
uno de los muchos liberales que más tarde acabaría siendo prisionero.
Otras familias a escala local
intentaban emular los movimientos de aquella gente, aunque sin resultados
satisfactorios, y que no irían más allá de seguir viviendo en su foco de
residencia habitual. Y es que los que realmente triunfaban, medraban en el
ámbito político al poner sus miras en la capital de España, tal y como le
sucederá a los Martínez-Unda de Saceda del Río. Desde luego la jugada no era
fácil, pues se necesitaba de contactos, apoyos y dinero, que permitieran gestar
unos propósitos muy ambiciosos, que estaban destinados a los más privilegiados,
cayendo por tanto muchos en el intento.
Familias con raíces optenses como
los Parada, seguidos de los Sandoval, junto con notarios como los Egido de
Gascueña, se fusionaban con el bloque de los Lledó y los Martínez-Unda. Entre
todos consolidaron la élite de un bando, que trascurrida la desamortización acabó
dominando las tierras de Huete y sus inmediaciones.
Como decíamos, el accésit a la
alta política, no era nada sencillo, por lo que sus integrantes promovían estrategias
matrimoniales, que tenían como objetivo primordial afianzar su puesto dentro de
las esferas más elevadas. Abogados y notarios con amplio patrimonio
consolidarán una figura diecinuevechesca, que chocaba de pleno con la del tradicional
terrateniente alcarreño.
En el caso que nos ocupa, sólo
hemos de ver que de las dos plazas de senador que existían en la provincia de
Cuenca, ambas estaban representadas por don Andrés María Martínez de Unda, así
como por don Eusebio de Bardají y de Azara (Diario de las Sesiones de Cortes:
13-11-1837 (1838), fol. 1). Don Eusebio llegó a ser Secretario en las Cortes de
Cádiz, y de acorde a la información que nos proporciona don Manuel de Parada en
su artículo sobre los títulos nobiliarios austracistas, casó con la distinguida
doña María del Carmen de Parada en 1803, fruto de cuyo matrimonio nacería doña
Fernanda de Bardají, y que en 1827 celebra nupcias con Vicente Cano Manuel,
abogado y diputado, cuya descendencia, lo hará con María Joaquina Martínez de
Unda, hermana de doña Angustias Martínez de Unda, ambas hijas de don Rafael
Martínez de Unda y doña María Josefa Fernández de Parada-Sandoval, tal y como
de nuevo nos relata don Manuel de Parada en su obra sobre los apuntes para la
bibliografía optense. De esta manera, durante la
segunda mitad del siglo XIX, se produce el entronque entre las dos casas de
senadores que representaron desde el gobierno central la circunscripción
conquense.
Otra de las figuras destacadas de aquellos tiempos
fue la del Ministro de Gobernación y Alcalde de Madrid, don Fermín Caballero y
Morgáez, natural de Barajas de Melo. Un incansable defensor de las acciones
secularizadoras y representante político del partido liberal. A nadie más que a
él le parecían bien aquel conjunto de medidas, algo lógico teniendo en cuenta
que procedía de una rica familia de terratenientes, que como otras tantas, hizo
su particular agosto en la compra de lotes subastados. Don Fermín empezó
estudiando teología, para acabar formándose en derecho. Llegó a ser catedrático
de Geografía en la Universidad Central, además de senador y diputado, dejando
una prolífera cantidad de publicaciones de tipo variado, como reputado escritor
que era.
Muy probablemente este caldo de
cultivo, afianzó en los pueblos una defensa a ultranza de las corrientes que fomentarían
el ideal tradicionalista, con el que obviamente muchos se identificaban, y que
conectado con el sistema de proyección social que desde finales del siglo XV
tenemos bien documentado, acabará generando una conciencia bastante sólida,
acerca de la recuperación del viejo modelo de vida, frente al surgimiento de unos
movimientos ilustrados que se cimentaban en tesis renovadoras, y que en la
ciudad de Cuenca cuajaron rápidamente, al contrario de lo que aquí sucedía.
Y es que, todavía a finales del
siglo XVIII e inicios del XIX, para las familias conquenses del ámbito rural
(independientemente de su condición social), la Iglesia fue un eje vertebrador,
que facilitaba un medraje social de sus integrantes, otorgándoles la base de un
estatus y renombre a sus allegados. Ante este sistema de engranajes
perfectamente establecido y estudiado (donde las familias con patrimonio iban
ocupando las posiciones principales), se generó una estructura de poder, dependiente
notablemente de un sector, que ahora quedaba desarmado, tras las nuevas exigencias
de la clase política posicionada en el bando de la monarquía española.
El perfil de los partidarios
sublevados era variopinto, lo mismo había representantes de la nobleza
tradicional de la localidad (como veremos en algunas líneas de los Parada), además
de labradores con cierto acomodo, seguidos de artesanos o incluso jornaleros.
Como era de esperar, ante la
proliferación de simpatizantes, los carlistas se dejaron ver por esta tierra
desde la primera contienda, el propósito arrastraba varios objetivos, como la búsqueda
de aliados que desearan alistarse a la causa, y ya de paso, dejar constancia de
las intenciones que éstos poseían. La zona de la Alcarria era un punto de
cierto peso estratégico, pues su proximidad a Madrid, la convertían en un foco de
interés adicional. Recordemos que don Ramón Cabrera por aquí haría de las suyas
en septiembre de 1837. Incluso en años posteriores se producirán trágicos
sucesos, con ataques y conspiraciones en las que había involucrados miembros
del vecindario local.
Manuel de Parada nos informa de
personalidades optenses vinculadas con el movimiento. Conocemos el caso de don
Carlos María Coronado y Parada, Diputado a Cortes por el distrito de Huete en
las elecciones de 1857 y 1865, hijo del noble don José Coronado y Martos y de
su esposa doña María Josefa de Parada. Su familia establecerá lazos estrechos
con el carlismo, al igual que otras líneas del mismo apellido, donde
florecieron varios oficiales.
Poco años antes del estallido de
la última guerra carlista, en la tierra de Huete siguieron produciéndose
algunos amagos de insurrectos, que a modo de prolegómeno, comenzaban a
extenderse con fuerza por otros puntos de la geografía comarcal. Obviamente la
prensa conquense con un claro tinte Isabelino, minorizaba el riesgo de preocupación,
aunque sin esconder la innegable presencia de facciosos que clamaban por la entronación
del pretendiente don Carlos.
Franja meridional de la Alcarria Conquense con seguidores
carlistas y comités católico-monárquicos. Mapa mudo adaptado de www.mapasdeespana.com, con fuente de los
datos geográficos CNIG/2016. Incorporando las
referencias de Higueras (2012, 11).
Valdemoro del Rey, medio siglo
antes, con poco más de sesenta y pico viviendas, contaba con tres sacerdotes.
Tenemos constancia de que el carlismo fue vitoreado en más emplazamientos, como
en el caso de Saceda del Río, y que en la segunda mitad del siglo XVIII disponía
de noventa hogares, pero con presencia de ocho curas.
A
través de los datos que proceden de los partes recibidos de la secretaría del
Estado y del Despacho de la Gobernación, se nos informa de como en este tipo de
emplazamientos se producen acciones aisladas, y que alertaban del riesgo de los
insurrectos. Por ejemplo, en Valdemoro del Rey “una facción con la fuerza de 30 á 40 caballos sorprendió en el día de
ayer al municipio, y por instigación de un vecino del mismo que se había unido,
asesinaron inhumanamente al Alcalde Constitucional, cuyo cadáver dejaron en
medio de la plaza, dirigiéndose hacia la Peraleja” (BOE, nº1001).
Este
parte que data del día 25 de agosto de 1837 fue firmado don Ramón del Exido,
Excmo. Secretario de Estado. La desamortización y las políticas seculares potenciaron
un ideario, en el que jornaleros y labradores locales ejercieron una acción
proteccionista, que respaldada desde el clero local (con el que en muchas
ocasiones guardaban un estrecho parentesco), supuso un fuerte ideológico que
permaneció hasta pasado el conflicto a finales del siglo XIX.
David Gómez de Mora
Bibliografía:
-Diario de las sesiones del Senado en la
legislatura de 1837. Madrid.
-BOE,
Gaceta de Madrid, nº1001, año 1837, 28 de agosto.
-GÓMEZ
DE MORA, David (2019). “El linaje de los
Martínez de Unda en Saceda del Río”. En: davidgomezdemora.blogspot.com
-GÓMEZ DE MORA, David (2019). “La fuerza del carlismo en las zonas rurales
de Cuenca. Cuestiones y dudas por esclarecer”. En:
davidgomezdemora.blogspot.com
-GÓMEZ DE MORA, David (2019). “Notas sobre acciones carlistas en puntos de
la provincia conquense”. En: davidgomezdemora.blogspot.com
-HIGUERAS CASTAÑEDA, Eduardo
(2012). “La participación política
carlista durante el Sexenio Democrático: el caso de Cuenca”. Homenatge al
doctor Pere Anguera, vol. I, Història local. Recorreguts pel liberalisme i el
carlisme, Barcelona, 13 pp.
-PARADA Y LUCA DE TENA,
Manuel (de) (2012). “Títulos Austracistas
concedidos durante la Guerra de Sucesión en la tierra de Huete”, ARAMHG,
XV, 2012, 63-177
-PARADA Y LUCA DE TENA,
Manuel (de). Apuntes para una bibliografía sobre la noble y leal ciudad de
Huete. Ayuntamiento de Huete. En: Huete.org