miércoles, 22 de abril de 2020

Breves notas sobre el carlismo en la franja meridional de la Alcarria Conquense

Mucho había llovido desde aquellos tiempos en los que la tierra de Huete rivalizaba en todos los aspectos con la ciudad de Cuenca. Y poco o nada quedaba del esplendor económico, que a finales de la Edad Media había vivido el enclave optense, influyendo sustancialmente en la zona de sus alrededores, como en las consiguientes localidades satélites de su perímetro.

Por desgracia las epidemias de finales del siglo XVI, marcarían un punto de inflexión que cambiaría para siempre el rumbo de su historia. Más adelante, el Huete del período barroco, cimentándose en el peso que ejercía el poder eclesiástico, consiguió mostrar un breve período de reanimación que se tradujo en el ensalzamiento de su papel estratégico de tiempos pasados, manifestándose a través de la edificación de bastantes obras religiosas, que pasadas las décadas, volverían a reconducirle a la cruda realidad.

La entrada del siglo XIX en este territorio, es el relato de un pueblo pesimista, que a duras penas mantendrá el protagonismo ejercido por sus antepasados. Eran escasos los resquicios de aquella ciudad repleta de hidalgos, burgueses y artesanos que centurias antes habían reunido en sus calles a las familias más importantes de todo lo que hoy es su provincia.

Desde luego la riqueza urbana del lugar no hacía justicia al empobrecimiento en el que se iban sumiendo muchos de sus habitantes. Aquel espacio era lo que algunos tan acertadamente hoy han bautizado como la pequeña Florencia conquense. Por desgracia, de manera paulatina, ese conjunto de edificios iría abandonándose, entrando en un grave estado de ruina.

Esa pérdida de fuerzas se agravaba con la desamortización, un procedimiento desigual, en el que unos nuevos agentes aparecían al cambiar los mandos de poder. Todo el mundo era consciente de que aquello suponía un duro varapalo para un municipio donde con sólo unos 5000 habitantes, seguía habiendo en pie una decena de iglesias, un colegio de Jesuitas, convento y monasterios…

Sin lugar a dudas la tormenta perfecta para que los partidarios del carlismo saliesen de debajo de las piedras. Un clero sesgado, a lo que se sumaban muchísimas familias afectadas, al perder la esperanza de que algunos de sus hijos prosperaran dentro del núcleo eclesiástico, pues así era como desde siglos atrás en este tipo de áreas rurales se había transmitido la necesidad de que una familia adquiriera importancia.

Eran muchos los que no entendían la necesidad de aquellas nuevas reformas, pues creían únicamente en una relación de extrema dependencia simbiótica entre el pueblo de Dios y su idea de la vida, pues si los primeros otorgaban un nombre al linaje además de garantizar un nivel de confort aceptable a sus servidores, el resto del vecindario agradecía a éstos, la protección y salvación de sus almas en el momento del último adiós.

La desamortización se cebó en un enclave tan católico, y que a corto plazo resultaría contraproducente para muchos de los lugareños que faenaban en los campos. Gentes de la alta burguesía como los Lledó, aprovecharon hábilmente la situación para afianzarse tierras, con las que pequeños propietarios y medianos terratenientes no podrían competir. Se trataba de un nuevo prototipo social, que intentaba emular la vida del urbanita. Sus principales credenciales eran el amor por la reforma política y su apoyo incondicional al círculo Isabelino. Buen ejemplo de aquel ideal lo veremos personificado en figuras como la de don Tomás Ventosa y Lledó, doctor en medicina y licenciado en cirugía, natural de Barcelona, pero que ejerció como médico titular en la localidad optense, representando uno de los muchos liberales que más tarde acabaría siendo prisionero.

Otras familias a escala local intentaban emular los movimientos de aquella gente, aunque sin resultados satisfactorios, y que no irían más allá de seguir viviendo en su foco de residencia habitual. Y es que los que realmente triunfaban, medraban en el ámbito político al poner sus miras en la capital de España, tal y como le sucederá a los Martínez-Unda de Saceda del Río. Desde luego la jugada no era fácil, pues se necesitaba de contactos, apoyos y dinero, que permitieran gestar unos propósitos muy ambiciosos, que estaban destinados a los más privilegiados, cayendo por tanto muchos en el intento.

Familias con raíces optenses como los Parada, seguidos de los Sandoval, junto con notarios como los Egido de Gascueña, se fusionaban con el bloque de los Lledó y los Martínez-Unda. Entre todos consolidaron la élite de un bando, que trascurrida la desamortización acabó dominando las tierras de Huete y sus inmediaciones.

Como decíamos, el accésit a la alta política, no era nada sencillo, por lo que sus integrantes promovían estrategias matrimoniales, que tenían como objetivo primordial afianzar su puesto dentro de las esferas más elevadas. Abogados y notarios con amplio patrimonio consolidarán una figura diecinuevechesca, que chocaba de pleno con la del tradicional terrateniente alcarreño.

En el caso que nos ocupa, sólo hemos de ver que de las dos plazas de senador que existían en la provincia de Cuenca, ambas estaban representadas por don Andrés María Martínez de Unda, así como por don Eusebio de Bardají y de Azara (Diario de las Sesiones de Cortes: 13-11-1837 (1838), fol. 1). Don Eusebio llegó a ser Secretario en las Cortes de Cádiz, y de acorde a la información que nos proporciona don Manuel de Parada en su artículo sobre los títulos nobiliarios austracistas, casó con la distinguida doña María del Carmen de Parada en 1803, fruto de cuyo matrimonio nacería doña Fernanda de Bardají, y que en 1827 celebra nupcias con Vicente Cano Manuel, abogado y diputado, cuya descendencia, lo hará con María Joaquina Martínez de Unda, hermana de doña Angustias Martínez de Unda, ambas hijas de don Rafael Martínez de Unda y doña María Josefa Fernández de Parada-Sandoval, tal y como de nuevo nos relata don Manuel de Parada en su obra sobre los apuntes para la bibliografía optense. De esta manera, durante la segunda mitad del siglo XIX, se produce el entronque entre las dos casas de senadores que representaron desde el gobierno central la circunscripción conquense.

Otra de las figuras destacadas de aquellos tiempos fue la del Ministro de Gobernación y Alcalde de Madrid, don Fermín Caballero y Morgáez, natural de Barajas de Melo. Un incansable defensor de las acciones secularizadoras y representante político del partido liberal. A nadie más que a él le parecían bien aquel conjunto de medidas, algo lógico teniendo en cuenta que procedía de una rica familia de terratenientes, que como otras tantas, hizo su particular agosto en la compra de lotes subastados. Don Fermín empezó estudiando teología, para acabar formándose en derecho. Llegó a ser catedrático de Geografía en la Universidad Central, además de senador y diputado, dejando una prolífera cantidad de publicaciones de tipo variado, como reputado escritor que era.

Muy probablemente este caldo de cultivo, afianzó en los pueblos una defensa a ultranza de las corrientes que fomentarían el ideal tradicionalista, con el que obviamente muchos se identificaban, y que conectado con el sistema de proyección social que desde finales del siglo XV tenemos bien documentado, acabará generando una conciencia bastante sólida, acerca de la recuperación del viejo modelo de vida, frente al surgimiento de unos movimientos ilustrados que se cimentaban en tesis renovadoras, y que en la ciudad de Cuenca cuajaron rápidamente, al contrario de lo que aquí sucedía.

Y es que, todavía a finales del siglo XVIII e inicios del XIX, para las familias conquenses del ámbito rural (independientemente de su condición social), la Iglesia fue un eje vertebrador, que facilitaba un medraje social de sus integrantes, otorgándoles la base de un estatus y renombre a sus allegados. Ante este sistema de engranajes perfectamente establecido y estudiado (donde las familias con patrimonio iban ocupando las posiciones principales), se generó una estructura de poder, dependiente notablemente de un sector, que ahora quedaba desarmado, tras las nuevas exigencias de la clase política posicionada en el bando de la monarquía española.

El perfil de los partidarios sublevados era variopinto, lo mismo había representantes de la nobleza tradicional de la localidad (como veremos en algunas líneas de los Parada), además de labradores con cierto acomodo, seguidos de artesanos o incluso jornaleros.

Como era de esperar, ante la proliferación de simpatizantes, los carlistas se dejaron ver por esta tierra desde la primera contienda, el propósito arrastraba varios objetivos, como la búsqueda de aliados que desearan alistarse a la causa, y ya de paso, dejar constancia de las intenciones que éstos poseían. La zona de la Alcarria era un punto de cierto peso estratégico, pues su proximidad a Madrid, la convertían en un foco de interés adicional. Recordemos que don Ramón Cabrera por aquí haría de las suyas en septiembre de 1837. Incluso en años posteriores se producirán trágicos sucesos, con ataques y conspiraciones en las que había involucrados miembros del vecindario local.

Manuel de Parada nos informa de personalidades optenses vinculadas con el movimiento. Conocemos el caso de don Carlos María Coronado y Parada, Diputado a Cortes por el distrito de Huete en las elecciones de 1857 y 1865, hijo del noble don José Coronado y Martos y de su esposa doña María Josefa de Parada. Su familia establecerá lazos estrechos con el carlismo, al igual que otras líneas del mismo apellido, donde florecieron varios oficiales.

Poco años antes del estallido de la última guerra carlista, en la tierra de Huete siguieron produciéndose algunos amagos de insurrectos, que a modo de prolegómeno, comenzaban a extenderse con fuerza por otros puntos de la geografía comarcal. Obviamente la prensa conquense con un claro tinte Isabelino, minorizaba el riesgo de preocupación, aunque sin esconder la innegable presencia de facciosos que clamaban por la entronación del pretendiente don Carlos.

Franja meridional de la Alcarria Conquense con seguidores carlistas y comités católico-monárquicos. Mapa mudo adaptado de www.mapasdeespana.com, con fuente de los datos geográficos CNIG/2016. Incorporando las referencias de Higueras (2012, 11).

Valdemoro del Rey, medio siglo antes, con poco más de sesenta y pico viviendas, contaba con tres sacerdotes. Tenemos constancia de que el carlismo fue vitoreado en más emplazamientos, como en el caso de Saceda del Río, y que en la segunda mitad del siglo XVIII disponía de noventa hogares, pero con presencia de ocho curas.
A través de los datos que proceden de los partes recibidos de la secretaría del Estado y del Despacho de la Gobernación, se nos informa de como en este tipo de emplazamientos se producen acciones aisladas, y que alertaban del riesgo de los insurrectos. Por ejemplo, en Valdemoro del Rey “una facción con la fuerza de 30 á 40 caballos sorprendió en el día de ayer al municipio, y por instigación de un vecino del mismo que se había unido, asesinaron inhumanamente al Alcalde Constitucional, cuyo cadáver dejaron en medio de la plaza, dirigiéndose hacia la Peraleja” (BOE, nº1001).
Este parte que data del día 25 de agosto de 1837 fue firmado don Ramón del Exido, Excmo. Secretario de Estado. La desamortización y las políticas seculares potenciaron un ideario, en el que jornaleros y labradores locales ejercieron una acción proteccionista, que respaldada desde el clero local (con el que en muchas ocasiones guardaban un estrecho parentesco), supuso un fuerte ideológico que permaneció hasta pasado el conflicto a finales del siglo XIX.

 David Gómez de Mora

 Bibliografía:
-Diario de las sesiones del Senado en la legislatura de 1837. Madrid.
-BOE, Gaceta de Madrid, nº1001, año 1837, 28 de agosto.
-GÓMEZ DE MORA, David (2019). “El linaje de los Martínez de Unda en Saceda del Río”. En: davidgomezdemora.blogspot.com
-GÓMEZ DE MORA, David (2019). “La fuerza del carlismo en las zonas rurales de Cuenca. Cuestiones y dudas por esclarecer”. En: davidgomezdemora.blogspot.com
-GÓMEZ DE MORA, David (2019). “Notas sobre acciones carlistas en puntos de la provincia conquense”. En: davidgomezdemora.blogspot.com
-HIGUERAS CASTAÑEDA, Eduardo (2012). “La participación política carlista durante el Sexenio Democrático: el caso de Cuenca”. Homenatge al doctor Pere Anguera, vol. I, Història local. Recorreguts pel liberalisme i el carlisme, Barcelona, 13 pp.
-PARADA Y LUCA DE TENA, Manuel (de) (2012). “Títulos Austracistas concedidos durante la Guerra de Sucesión en la tierra de Huete”, ARAMHG, XV, 2012, 63-177
-PARADA Y LUCA DE TENA, Manuel (de). Apuntes para una bibliografía sobre la noble y leal ciudad de Huete. Ayuntamiento de Huete. En: Huete.org

davidgomezdemora@hotmail.com

Mi foto
Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).