miércoles, 29 de abril de 2020

Los Benito de La Peraleja

Los Benito fueron una de las muchas familias que consolidaron la base de una pequeña burguesía agrícola rural, encargada de fortalecer la modesta estructura económica del enclave en el que se asentaron. Siguiendo la misma senda que una parte de sus vecinos, el linaje practicó un conjunto de políticas matrimoniales, que giraban alrededor de determinados grupos familiares, que con el trascurso de escasas generaciones darían sus frutos.

Su asentamiento está documentado como mínimo desde la segunda mitad del siglo XV, momento en el que nace el apellido, como resultado del labrador Benito Saiz, y cuya prole adoptará como signo de pertinencia con su progenitor. Ese será el caso de Martín o su hermano Miguel de Benito, quien casaría con la señora Magdalena Ribatajada y Ayllón (apellidos sospechosos de un pasado converso, especialmente en el caso del segundo, pues existían pruebas más que suficientes que apuntaban en esa línea).

Decir que los Benito llegarán a ostentar una escribanía, relacionándose con personalidades del mismo gremio, lo que obviamente fomentó su proyección a pequeña escala. Ya desde generaciones tempranas enlazarán con una de las familias más rica del lugar (los Jarabo), concentrando un patrimonio agrícola, que se manifestó en la creación de fundaciones, como sería el caso de una capellanía. Sus promotores fueron Juan Benito junto con su esposa Francisca de Carboneras (éste último era vástago de los antes mencionados Miguel y Magdalena).

Juan vivió un reconciliamiento con el clero de su pueblo, previo encontronazo con el Santo Oficio, del que da fe el fondo del Archivo Diocesano de Cuenca, tras haberle abierto una causa. Para fortuna del acusado, el linaje ya había entablado buenas alianzas, que le permitirían salir airoso de aquel episodio. Sin ir más lejos, su hijo Asensio Saiz de Carboneras, casó con la bien posicionada María Saiz-Mateo de la Oliva, una de las familias con mayores recursos en Saceda del Río, y que como bien sabemos, se movía en el entorno del que poco después sería Obispo de Coria, don Pedro García de Galarza.

Volviendo al proceso de Inquisición, nuestro protagonista Juan de Benito Saiz fue investigado en 1570, tras un comentario obsceno que dañaba gravemente los preceptos de la moral cristiana. Intuimos que éste tenía mucho más a su favor que en contra, cuando en el proceso se le define como “un hombre de bien”. Y es que el problema no sólo era la idea que Juan tenía sobre lo que era ética o moralmente correcto, sino que había de sumarse su visión personal sobre la salvación del individuo ante la muerte. En este sentido, diferentes vecinos denunciaban como el peralejero pregonaba que cuando alguien fallecía, era inútil efectuar una inversión económica en el pago de misas. Al respecto, Pedro del Rabel incidía en como el señor Benito se jactaba de argumentar que “el pago de misas sólo servía para lucirse”.

Amigos de La Peraleja

La denuncia de este testigo desde la perspectiva social resulta de enorme valor, pues nos refleja la importancia que para muchas personas suponía aquella costumbre católica. Podemos percibir por la concepción de la época, que este tipo de actos guardaban una imagen dual, donde además de conseguirse la salvación del purgatorio, se demostraba de cara al populacho la cantidad de recursos de los que disponía el difunto en el momento de efectuar sus mandas. No obstante, aquello no sería el único comentario que dañaba su imagen, pues otros vecinos como Alonso de Tudela, especificaban que Juan alardeaba de “no pagar medio real” en menesteres de aquella clase.

Finalmente, ante las acusaciones del Santo Oficio, el miembro de los Benito argumentó que tales difamaciones se produjeron por encontrarse “fuera de su juicio tras haber bebido tres veces sin comer”, declarando que “no recordaba haber dicho tales cosas”.

La capellanía que formó conjuntamente con su esposa, y el pago de 170 misas tras fallecer en 1609, evidencian que la desafortunada acción en la que se vio inmerso fue un hecho puntual, del que obviamente se acabaría arrepintiendo. El perfil social de los Benito del siglo XVI, se mueve dentro del seno de una familia de labradores con propiedades, que comienzan a adquirir bienes desde una fase inicial, en la que la pequeña burguesía local disponía de oportunidades con las que poder medrar. Benito Saiz era labrador, como lo fue su hijo Miguel, y el referido Juan.

Conocemos los nombres de algunos hermanos del acusado, es el caso de Miguel de Benito, también labrador, así como Álvaro de Benito. Siguiendo con el modelo socioeconómico de muchas familias de aquella época, el resto de integrantes les auxiliaban en sus labores agrícolas, creando por tanto un círculo de producción cerrado, que siguiendo con la costumbre de no repartir en lotes numerosos los bienes del linaje, aseguraba al menos a varios de ellos la permanencia de un patrimonio con el que vivir dignamente.

La estrategia era sencilla, pues mientras unas líneas de jornaleros servían a las que despuntaban, las más favorables buscaban consolidar su posición mediante el apalabramiento de matrimonios con gentes que les pudiesen ofrecer lo mismo o incluso más. Entrado el siglo XVII, los Benito seguirán dentro de esa senda.

Cabe decir que a diferencia de los Vicente, éstos no buscaron la celebración de enlaces entre miembros con parentescos muy cercanos. Creemos que su acercamiento a los Jarabo, fue decisivo en su fase inicial de crecimiento. Por ejemplo, Isabel Benito en 1640 casaba con Juan Jarabo, al igual que trece años más tarde Ana Benito con Francisco Jarabo. Otra de las familias con las que estrecharon lazos fueron los Rojo, un linaje que no por designios del azar, realizaría asimismo muchos cruces conyugales con la élite jarabiana.

Dentro de su política hermética, hemos de decir que los Benito si celebraron algunas bodas con familias asentadas en municipios de los alrededores, así sucederá con los Chamorro de la Ventosa, o con el caso de los Martínez de Sepúlveda, quienes procedían de Gascueña, pero se movían a medio camino entre su localidad natal y La Peraleja. El hecho de contar con una capellanía, y posteriormente una escribanía, eran credenciales más que suficientes, con las que poder llegar a obtener interesantes acuerdos de tipo matrimonial con linajes de similares características sociales.


David Gómez de Mora


Bibliografía:
*Archivo Diocesano de Cuenca, fondo de Inquisición, legajo 249, nº 3353
*Archivo Diocesano de Cuenca, libro I de matrimonios de La Peraleja (1564-1690), Sig. 30/10, P.811
*Archivo Gómez de Mora y Jarabo. Apuntes sobre linajes de la Peraleja. Inédito

davidgomezdemora@hotmail.com

Mi foto
Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).