Entre la documentación del
Archivo Municipal de Huete, encontramos verdaderas joyas dentro de sus referencias testamentarias. Durante el año 1593 un
vecino llamado Alonso de Hernán-Saiz, decidió expresar sus últimas voluntades ante
el escribano Simón Sánchez. Para ello dejó claras una serie de peticiones (pagos
de misas, lugar de enterramiento…), así como la donación de diferentes bienes,
entre los que nos interesan un conjunto de prendas de ropa, que otorgará de
forma exclusiva a su hija Isabel, quien parece ser estuvo curándole y
asistiéndole tras haber enfermado.
Por aquel entonces Isabel era una
joven soltera de La Peraleja, que muy probablemente todavía viviría con sus padres, pues no
será hasta siete años más tarde cuando celebrará sus nupcias. Las prendas que
como muestra de favor recibe, son todas de mujer, pudiendo proceder de su
madre, Catalina Muñoz. No obstante, tampoco habríamos de descartar que algunas
incluso fuesen de sus abuelas, pues era habitual la trasmisión de ropa intergeneracional,
siempre y cuando por su calidad y estado llegaran a conservarse de forma
aceptable.
La situación social de Alonso de Hernán-Saiz no era del todo mala, pues éste pertenecía a una de las muchas casas de labradores que vivían desahogados por los recursos que le daban sus tierras. Se trataba en realidad de familias de la pequeña burguesía rural, que siguiendo con la costumbre de la época intentaban proyectarse, además de adoptar hábitos que les permitieran mejorar su imagen, pues aunque hoy pueda parecernos extraño, incluso en estos enclaves de la Castilla profunda, las modas también llegaron hasta las casas más apartadas.
La situación social de Alonso de Hernán-Saiz no era del todo mala, pues éste pertenecía a una de las muchas casas de labradores que vivían desahogados por los recursos que le daban sus tierras. Se trataba en realidad de familias de la pequeña burguesía rural, que siguiendo con la costumbre de la época intentaban proyectarse, además de adoptar hábitos que les permitieran mejorar su imagen, pues aunque hoy pueda parecernos extraño, incluso en estos enclaves de la Castilla profunda, las modas también llegaron hasta las casas más apartadas.
Raffaello
Sanzio. Mujer con unicornio (detalle)
Entre los atuendos que Alonso
entrega a su hija, apreciamos bienes adicionales, como sucede con una cama de
madera y su banco, que para aquella época era todo un lujo, pues muchas
personas habían de conformarse con cualquier cosa que se asemejara a este
mueble, si antes no dormían sobre montones de pajas y cañas, que
temporalmente iban cambiando. Aquellas prendas, integrarían parte de su
“armario personal”, y que como sucedía en muchos casos, se guardaban en arcas
de madera de pino, de las que se citan un par en el testamento.
Para situarnos en el contexto
sobre el que se movía esta familia, Alonso de Hernán-Saiz era marido de
Catalina Muñoz, éste cuando murió solicitó enterrarse en la sepultura de su madre,
y que se situaba en la capilla mayor de la Iglesia de La Peraleja. Pidió por
ello 100 misas, además de otras voluntades, sobre las que aquí no vamos a
detenernos.
Éste era hijo de Pedro de
Hernán-Saiz y María de Santacruz. Sus vástagos se llamaban Alonso, Francisco,
Catalina e Isabel, habiendo fallecido otro varios (Quiteria, María y Ana). La
familia no pasaba apuros, pues poseían bienes, y sus matrimonios con gentes del
lugar no estaban del todo mal. Por ejemplo la heredera de los atuendos, había
casado en 1600 con Gaspar Rojo Sainz, de cuyo enlace nacerá Magdalena de la
Roxa, esposa del bien posicionado Miguel Jarabo y Vicente-Campanero, nieto del
rico labrador Bonifacio Jarabo, y que sería el progenitor de este linaje en la
localidad (Gómez de Mora).
Sobre ese contexto social, será
en el que se situarán diferentes familias de enclaves como al que nos
referimos, donde la vida era mucho más gentil con aquellos propietarios que
disponían de patrimonio. Adjuntamos por ello a continuación un listado, con
breves explicaciones, en el que se describen de modo un poco más detallado los ropajes
que Alonso donará a su hija (AMH, 1593):
-Unas mangas de ruán amarillo de
tercio pelo colorado y otras de color azul. Sobre este tipo de pieza, hemos de decir
que se extendieron con bastante intensidad durante aquella centuria, resultando
muy comunes en multitud de retratos femeninos de la época. En realidad, se
trataba de un conjunto de mangas falsas, que bien atadas a la prenda del
vestido que caía por los hombros, ayudaban a combinar y darle más color a la
ropa.
-Un conjunto de cinco mantas (tres
blancas y dos prietas), ideales para afrontar los fríos inviernos a los que anualmente
se ven sometidas estas tierras. Cabría sumar la donación de una frazada (una
manta más gruesa y peluda, que se empleaba para echarse sobre la cama, impidiendo
así que ésta se enfriara).
-Un cintero verde oscuro.
-Tres sayas (una blanca, otra
colorada con ribetes negros y la restante leonada con tonalidad amarilla). Esta
pieza es sin lugar a dudas un precedente de lo que hoy conocemos como la falda.
Las
de esta época eran cerradas y bastante largas, yendo desde la cintura hasta los
pies.
-Un paño verde para un cuerpo sin
mangas, junto con un pedazo de paño azul palmilla.
-Una faja enroscada con partes
amarillas y azules, así como otra de paño verde procedente de Cuenca. Venía a
ser una especie de corsé con dimensiones más reducidas, que se ajustaba sólo a
la zona de la cadera.
-Tres mandiles (uno de colores
verdes, otro azul y el restante prieto de color blanco y amarillo). Se trataba
de un delantal empleado para labores, pues su finalidad primordial
era salvaguardar el vestido que quedaba debajo, evitando así que se estropease.
-Dos pañuelos (uno blanco con
lienzo carmesí y otro de lienzo vizcaíno).
-Dos tocados vizcaínos (uno
labrado con colores y otro sin repujo de tonalidad amarillo). Era una especie
de gorro corniforme que cubría la cabeza, y cuyo uso estaba extendido en las
tierras del norte peninsular, donde alcanzaría bastante fama, especialmente a finales del
Medievo.
-Por último se menciona una
camisa de cuerpo con falda y mangas de seda negra, así como otra de cuerpo y
mangas blanca de seda con sus respectivos puños.
David
Gómez de Mora
Bibliografía:
*Archivo Gómez de Mora y Jarabo.
Apuntes genealógicos. Inédito
*Archivo Municipal de Huete.
Libro II de protocolos notariales de La Peraleja, años 1593-1594. Simón
Sánchez.