El catastro del Marqués de la
Ensenada es una fuente de datos muy precisa para tratar los diferentes aspectos
de tipo socioeconómico que existían en las villas donde se produjo su
elaboración.
A pesar de las similitudes y
cercanía guardada entre las localidades de Saceda y La Peraleja, si analizamos
con detenimiento algunas de sus características económicas en el pasado, apreciaremos
ciertas diferencias, por lo que concibe a la producción y explotación de animales.
Al respecto, ya es sabida la
importancia que adquirió para una sociedad ruralizada como la nuestra, el
trabajo desempeñado por los muchos labradores que faenaban en sus campos,
siendo este el verdadero músculo de aquella producción local, que configuró las
señas de esa Castilla profunda, que mientras más se alejaba de los grandes
núcleos de población, todavía agudizaba más si cabe ese perfil socioeconómico.
Ciertamente las referencias
vinculadas con la explotación animal pueden parecer marginales si pretendemos
compararlas con las presentes en otros puntos montañosos, en los que el
pastoreo y la disponibilidad de amplias dehesas, potenciaron con creces una
ingente dedicación entre sus gentes. No por ello debe de perder interés su estudio,
pues dentro de la modesta representación que tendrán, formaron parte de la
estampa de esa impertérrita Alcarria Conquense.
Si nos dirigimos al caso de
Saceda, resulta curiosos leer como los encargados de responder a las preguntas
del catastro, no tienen muy claro que cantidad de cabezas de ganado se movían
en el municipio, quitándole por ello peso al asunto, diciendo que no había un esquilador
propiamente dicho, siendo aquella actividad efectuada de manera individual por
cada uno de los propietarios que controlaran sus respectivas cabezas de ganado.
Entre las especies animales destacarán primordialmente la crianza de ovejas
churras, y que como bien sabemos, sigue siendo una de la más antiguas que existen
en la Península Ibérica.
La falta de una especialización
en este sector, no quitaba que algunos vecinos alimentaran las varias ovejas
que poseían, y de las que más tarde aprovecharan su lana. Por ejemplo, el
presbítero Juan de la Fuente comercializaba con carneros, cabras, borregos,
ovejas, yeguas y mulas cerriles. Incluso conocemos detalles sobre los precios
finales que éste conseguía, así, en el caso de las mulas podían llegar hasta
los 800 reales, mientras que con las yeguas se obtenían unos 300 reales.
Imagen:
amigosdelaperaleja.org
Obviamente habría que añadir otra
serie de explotaciones, tales como la cría de cerdos y pollinas, especialmente entre
los habitantes que disponían de corrales o una parte baja de la vivienda en la
que hubiese espacio para un pajar. La utilidad de aquella producción podía ser útil
para consumo propio o comercializarla.
Los animales del párroco sacedero
eran arrendados, llevándose a pastorear a dos montecillos ubicados dentro del
mismo término (el conocido como del “llano”, y otro que se denomina del “prado”).
El encargado de desplazarse con sus varios centenares de cabezas era el pastor
Pedro Romero.
Como decíamos al inicio del
artículo, en La Peraleja la historia era un poco diferente, pues sus cifras eran
más precisas, pudiendo contabilizarse un total de 440 ovejas, 383 borregos, 400
carneras, 407 corderos y 55 pares de mulas de labor. Reseñar que como
curiosidad la familia Molina será la que mayor cantidad de colmenas tenía en la
localidad. Estos números nos ilustran de manera detallada la cantidad de especies
animales, que difícilmente encontraban zonas buenas para el pasto, en unos
terrenos yesosos acompañados por una fuerte erosión, en los que era todo un logro
su mantenimiento.
Un dato que esta localidad compartía
con Saceda, era el de que el clero peralejero, participaba activamente dentro
de ese tejido económico, al ejercer como un activo propietario, que desempeñaba
el papel de arrendador.
Este tipo de modelo, también lo
apreciaremos en otros enclaves cercanos, sucediendo así en Caracenilla, donde
por ejemplo había 751 ovejas, 219 borregos y borregas, 15 carneros, 476
corderos y corderas, 33 cabras, 59 cerdos de cuchillo (para consumo propio), 25
mulas y machos cerriles, junto 55 pares y medio de mulas y machos de labor, sin
olvidar otras especies dedicadas al comercio de ferias de ganado, y que conjuntamente
eran mantenidas en los pastos comunes con los que contaba la villa.
David
Gómez de Mora
Bibliografía:
* Catastro del Marqués de la Ensenada (1750-1754). Poblaciones
de Caracenilla, La Peraleja y Saceda del Río.