lunes, 20 de abril de 2020

La ganadería en la zona de Saceda del Río y La Peraleja a mediados del siglo XVIII

El catastro del Marqués de la Ensenada es una fuente de datos muy precisa para tratar los diferentes aspectos de tipo socioeconómico que existían en las villas donde se produjo su elaboración.

A pesar de las similitudes y cercanía guardada entre las localidades de Saceda y La Peraleja, si analizamos con detenimiento algunas de sus características económicas en el pasado, apreciaremos ciertas diferencias, por lo que concibe a la producción y explotación de animales.

Al respecto, ya es sabida la importancia que adquirió para una sociedad ruralizada como la nuestra, el trabajo desempeñado por los muchos labradores que faenaban en sus campos, siendo este el verdadero músculo de aquella producción local, que configuró las señas de esa Castilla profunda, que mientras más se alejaba de los grandes núcleos de población, todavía agudizaba más si cabe ese perfil socioeconómico.

Ciertamente las referencias vinculadas con la explotación animal pueden parecer marginales si pretendemos compararlas con las presentes en otros puntos montañosos, en los que el pastoreo y la disponibilidad de amplias dehesas, potenciaron con creces una ingente dedicación entre sus gentes. No por ello debe de perder interés su estudio, pues dentro de la modesta representación que tendrán, formaron parte de la estampa de esa impertérrita Alcarria Conquense.

Si nos dirigimos al caso de Saceda, resulta curiosos leer como los encargados de responder a las preguntas del catastro, no tienen muy claro que cantidad de cabezas de ganado se movían en el municipio, quitándole por ello peso al asunto, diciendo que no había un esquilador propiamente dicho, siendo aquella actividad efectuada de manera individual por cada uno de los propietarios que controlaran sus respectivas cabezas de ganado. Entre las especies animales destacarán primordialmente la crianza de ovejas churras, y que como bien sabemos, sigue siendo una de la más antiguas que existen en la Península Ibérica.

La falta de una especialización en este sector, no quitaba que algunos vecinos alimentaran las varias ovejas que poseían, y de las que más tarde aprovecharan su lana. Por ejemplo, el presbítero Juan de la Fuente comercializaba con carneros, cabras, borregos, ovejas, yeguas y mulas cerriles. Incluso conocemos detalles sobre los precios finales que éste conseguía, así, en el caso de las mulas podían llegar hasta los 800 reales, mientras que con las yeguas se obtenían unos 300 reales.

Imagen: amigosdelaperaleja.org

Obviamente habría que añadir otra serie de explotaciones, tales como la cría de cerdos y pollinas, especialmente entre los habitantes que disponían de corrales o una parte baja de la vivienda en la que hubiese espacio para un pajar. La utilidad de aquella producción podía ser útil para consumo propio o comercializarla.
Los animales del párroco sacedero eran arrendados, llevándose a pastorear a dos montecillos ubicados dentro del mismo término (el conocido como del “llano”, y otro que se denomina del “prado”). El encargado de desplazarse con sus varios centenares de cabezas era el pastor Pedro Romero.
Como decíamos al inicio del artículo, en La Peraleja la historia era un poco diferente, pues sus cifras eran más precisas, pudiendo contabilizarse un total de 440 ovejas, 383 borregos, 400 carneras, 407 corderos y 55 pares de mulas de labor. Reseñar que como curiosidad la familia Molina será la que mayor cantidad de colmenas tenía en la localidad. Estos números nos ilustran de manera detallada la cantidad de especies animales, que difícilmente encontraban zonas buenas para el pasto, en unos terrenos yesosos acompañados por una fuerte erosión, en los que era todo un logro su mantenimiento.
Un dato que esta localidad compartía con Saceda, era el de que el clero peralejero, participaba activamente dentro de ese tejido económico, al ejercer como un activo propietario, que desempeñaba el papel de arrendador.
Este tipo de modelo, también lo apreciaremos en otros enclaves cercanos, sucediendo así en Caracenilla, donde por ejemplo había 751 ovejas, 219 borregos y borregas, 15 carneros, 476 corderos y corderas, 33 cabras, 59 cerdos de cuchillo (para consumo propio), 25 mulas y machos cerriles, junto 55 pares y medio de mulas y machos de labor, sin olvidar otras especies dedicadas al comercio de ferias de ganado, y que conjuntamente eran mantenidas en los pastos comunes con los que contaba la villa.
David Gómez de Mora
Bibliografía:
* Catastro del Marqués de la Ensenada (1750-1754). Poblaciones de Caracenilla, La Peraleja y Saceda del Río.

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 20 libros entre 2007-2023, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).