En bastantes ocasiones hemos
abordado la importancia que tenían las políticas matrimoniales, pactadas entre
linajes del ámbito local, meramente por intereses de tipo social, que permitieran
el control de determinadas actividades o cargos en la población.
Como en otros muchos lugares de
la geografía conquense, ese modelo vuelve a repetirse en Caracenilla, donde un
conjunto de familias, y que se reducirían básicamente al entorno de los Alcázar,
Medina y Garrote, fueron cobrando cierto protagonismo.
A lo largo de la segunda mitad
del siglo XVI, Diego de Alcázar-Montoya es un personaje clave en la vida de su
pueblo. Sabemos que ejerció como familiar del Santo Oficio, consiguiendo que sus
descendientes no se desvincularan fácilmente del cargo. Tiempo después, uno de
los suyos (con mismo nombre y apellido), será el encargado de ejercer como abogado
para la Inquisición. Su función era la de defender a los reos en cuestiones vinculantes
con la causa que se les había imputado.
La muestra de Caracenilla, sirve
para evidenciar de que manera funcionaba la estructura jurídica del organismo, pues
dentro de una misma casa, podíamos ver tanto al que promovía las denuncias y
acusaciones, como al encargado de defender a los señalados delante del
Tribunal.
No cabía duda que este tipo de
funciones favorecían al conjunto de la familia, teniendo en cuenta que en su
seno se conocería de primera mano, muchos de los secretos, sambenitos y demás
cuchicheos que se estaban estudiando en las salas del tribunal conquense.
Por otro lado, sabido es que los responsables encargados de estas funciones, juraban no revelar ningún tipo de información, siendo bastante cautos, especialmente en pueblos pequeños como los de la Alcarria, donde a la mínima cualquier rumor podía extenderse como la pólvora. Aquellos datos en realidad eran un arma de doble filo, que seguramente explicarían la prosperidad que alcanzó este linaje en su localidad, pues tratos de favores no faltarían, además de orquestadas políticas matrimoniales, exclusivamente entre los miembros encargados de controlar aquella red de informantes en la zona.
Escudo del Santo Oficio. Imagen de
cervantesvirtual.com
Diego el viejo descendía por
línea materna de la casa de los Arcas, un linaje de la pequeña nobleza optense,
con asentamiento en varios municipios de la comarca. Éste era familiar del
Santo Oficio, y como tal, sus funciones eran las de informar de todo lo que
resultara de interés dentro de Caracenilla, como en otros enclaves de alrededor.
Hasta la fecha faltan datos que
nos puedan confirmar su relación con las líneas de Alcázar asentadas en otros
puntos de la tierra Huete, en la que algunos de sus integrantes se dedicaban a idénticos
menesteres. No sabemos si es sólo un hecho casual, pero la coincidencia no deja
al menos de ser un tanto curiosa. Los familiares se beneficiaban en muchos
aspectos, pues en ocasiones podían ser comprados. Además, estaban protegidos
por las altas instancias, ya que enemigos obviamente no les faltarían.
Recordemos que el nombre de los acusadores no era público, motivo por el que
todavía gozaban de mayor poder y respeto dentro del pueblo.
Las familiaturas eran cargos que
ayudaban sustancialmente a medrar, de ahí que gente procedente de la burguesía
rural, como miembros de la pequeña nobleza, verán en su desempeño una clara
posibilidad de mejorar su estatus social.
Como decimos, Diego sabía lo que
se hacía, pues su hijo Juan de Alcázar-Montoya, había casado con una mujer de
la casa de los Garrote, otro linaje recién instalado y de reputado nombre en el
municipio, con raíces en Villar del Horno, donde también controlaban la
familiatura.
Los Garrote son un linaje que
prosperará desde el primer momento, y que obviamente necesitaba el apoyo de los
Alcázar. Se trataba de una situación recíproca, alimentada por puro interés.
Sin ir más lejos, Diego casó a tres de sus hijos con tres vástagos de Pedro Garrote.
Precisamente, averiguamos que la
hija de uno de ellos, María de Alcázar-Montoya y Garrote, lo haría con Juan
Alonso de Medina y Garrote, otro personaje que no podemos pasar por alto,
puesto que era hijo de Bartolomé de Medina y Juana Garrote. Bartolomé era
“casualmente” el familiar del Santo Oficio en Villar del Horno, aunque sus
raíces le venían de la localidad de Villarejo-Sobrehuerta, donde su familia
también gozaba de las mismas influencias que él en Caracenilla.
No cabía ninguna duda de que
estos movimientos entre las localidades, y los estrechos enlaces de sus
representantes, se deben a políticas matrimoniales perfectamente planificadas,
donde el objetivo principal era juntar a sus descendientes con gentes de un
mismo rango social y profesional, que les aseguraban en aquellos núcleos un
poder indiscutible.
Si analizamos sus partidas de
defunción y referencias testamentarias, es fácil resaltar la riqueza que
algunos habían acumulado, hecho que nos sirve para garantizar como aquel cargo eran
un seguro de vida.
David
Gómez de Mora
Bibliografía:
* Archivo Gómez-de Mora y Jarabo. Genealogía familiar. Inédito