Hace unos años, con motivo de la
celebración de las fiestas de San Juan Evangelista, publicábamos en el librillo
anual del Barrio de Santa María de Atienza, un listado sobre diferentes linajes
pertenecientes a la histórica parroquia del municipio, que como bien sabemos,
en el pasado adquirieron un peso muy importante dentro de lo que será el
vecindario de esta circunscripción optense.
Es por ello que en el presente
artículo desearíamos ampliar más información (además de mucha adicional que en
un futuro iremos mostrando), vinculada con las estrategias de proyección social
e influencias que algunas familias de este lugar irían efectuando.
Interesante es el caso del linaje
Barajas, una casa con presencia en Huete desde tiempos del medievo, y que a
partir del siglo XVI comienza a despuntar en alguna de sus líneas, lo que les
llevó a entroncar con miembros de la nobleza local. Así sucedió en 1634 cuando
doña Petronila de Barajas casó con don Marcos de Parada Peralta e Hinestrosa, nieto
paterno de don Alonso de Parada, hermano del tercer Señor de Huelves (Parada,
2004, 703).
Los Parada, junto con varias
decenas de familias asentadas en Huete, formaban parte del conglomerado
nobiliario que ya estaba afincado en el municipio, y que empezó a cobrar
protagonismo súbitamente a partir de la primera mitad del siglo XV. Como otras
tantas estirpes del lugar, entroncaron con familias que arrastraban un conocido
pasado converso, fenómeno más normal de lo que hasta la fecha podría parecer, y
que paulatinamente la historiografía nos va revelando.
Sabemos que la esposa de don
Marcos era hija de Juan Bautista de Barajas y Catalina de Miranda. Ambos casaron
en 1602, concretamente en la parroquia de San Nicolás de Medina. Se trataba de
una familia que comenzaba a ascender, y que veía como su riqueza e influencias
nada tenían que ver con la atesorada por algunos de sus ancestros. Conocemos el
caso de la madre de Petronila, quien descendía de una familia con solera, que ya
había establecido vínculos con algunos de los hidalgos asentados en la villa.
Ésta era hija de Martín de Miranda y Catalina de Lara.
Por el costado paterno, Juan de
Barajas era vástago de Miguel de Barajas y Jerónima López. El cura que ofició
la boda de su hija fue el clérigo Juan de Lara, y entre los presentes se cita a
don Juan de Sandoval, don Juan de Daza y Juan de Miranda. Respecto a los
apellidos vinculados con la casa de los Barajas, observamos como el de Lara
aparecerá en repetidas ocasiones. Se trataba en realidad de otro linaje de la
pequeña burguesía local, que por aquellas fechas ya había conseguido medrar,
teniendo miembros encabezando el clero municipal, con influencias más allá del
área de Santa María de Atienza.
Como decíamos, los abuelos de
doña Petronila eran Miguel de Barajas y Jerónima López, quienes sellaron
alianzas en 1572, descendiendo a su vez de Miguel de Barajas y María Ximénez, como
de Martín López e Inés de Campos respectivamente. Miguel y Jerónima tuvieron
diferentes hijos, de los que tenemos constancia por algunos bautismos, es el
caso de Manuel de Barajas (1580) o Juan de Barajas (1584). Una hermana de éstos,
llamada Juana, casó en 1582 con Juan Centenero de Lara. Además, en la misma
parroquia, existían otras líneas, buen ejemplo será la de Alonso de Barajas y
María de la Torre.
Entre los Barajas de San Nicolás
de Medina, veremos celebraciones matrimoniales con linajes conocidos, volviendo
a manifestarse vínculos muy estrechos que los relacionaban con Santa María de
Atienza. Así ocurrió con Juana de Barajas, hija de Juan de Barajas y Catalina
Escudero, que celebró sus nupcias en 1611 con Tomás Aterido, hijo de Miguel
Aterido y Juana Galana.
Por esas fechas Juan Aterido
Galana, también casará con Catalina de Lara, fruto de cuyo enlace vino al mundo
Jacinto Aterido de Lara, y quien de nuevo vuelve a repetir idéntico tipo de política
matrimonial, al casar en 1632 con Quiteria de Lara. Este entramado unía por varios
lados las sangres de los Barajas, Lara y Aterido. Un mecanismo hermético que
retroalimentaba sus esfuerzos por mejorar su posición, fundamentado en el
sacrificio de pequeños y medianos propietarios agrícolas, que no dividían sus
bienes y en los que cada generación iba aumentando su radio de influencia, además
de insertar a algunos de sus hijos dentro del clero local, lo que propiciaría
un nombre y la consiguiente gestación de enlaces conyugales con familias de la
nobleza municipal. Sin lugar a dudas un catalizador social que les permitirá
integrarse entre las élites.
Por norma general, este sector no
ostentaba oficios pomposos, por lo que siempre eran vistos con desaprobación
desde el “establishment nobiliario”, pues muchos de los integrantes solían ser labradores
que gestionaba sus propias tierras además de ejercer profesiones artesanales, considerándose
pues como meros oficios mecánicos, obviamente mal valorados desde los sectores acomodados,
a pesar de que en origen casi todas las familias los habían desempeñado. Al
respecto y enlazando con lo dicho, una de las preguntas que solían realizarse
en los interrogatorios sobre las limpiezas de sangre y que leemos en los
expedientes de Inquisición, era la de si el investigado o su familia habían
ejercido un oficio vil o mecánico. Una sandez (probablemente explicada por la
mentalidad de la época), y que como bien saben muchos investigadores, obedecía
más a una serie de formalismos por los que se regía aquel protocolo
informativo, en lugar de la realidad histórica que se estaba maquillando.
Como relatábamos, entre esos
linajes que conformaban la modesta élite del pequeño barrio de Santa María de
Atienza, hallaríamos muchos agricultores independientes, que junto con familias
insertadas en el ámbito artesanal, consolidarán un conjunto de gente que al fin
y al cabo era el que movía las riendas y riqueza de la economía municipal.
Veremos como muchos conseguirán
incluso ennoblecer tiempo más tarde, a pesar de las pruebas que arrastraban por
su conversión religiosa (es el caso de los Zeza, entre otros). Recordemos que apellidos
como Barajas, Lara y Aterido, además de sus enlaces, ya tenían en común el haber
representado a través de algunos cofrades, las filas del Cabildo de San Juan
Evangelista, consiguiendo insertar dentro del clero local algunos de sus
familiares. Buen ejemplo serán los Lara, tal y como hemos apreciado en el
capellán que ofició la boda de Petronila y Marcos, aunque como decimos sin
llegar a ser los únicos, pues tenemos más casos. Recordemos que el Bachiller Lorencio
de Aterido, fue enterrado en la Iglesia de Santa María de Atienza en 1559. Un par de años después, en 1561,
presumiblemente debido a que residía en esta zona o bien por su familia que
guardaba relación directa con el barrio de Atienza, otro clérigo llamado
Cristóbal de Aterido, mandó que su cuerpo reposara en la Iglesia de San Pedro.
David
Gómez de Mora
Referencias:
* Apuntes genealógicos de la
familia Gómez-de Mora y Jarabo (inédito).
* Gómez de Mora, David (2017). “Breves notas sobre la burguesía optense en
el barrio de Atienza. Familias de las pequeñas élites rurales de la segunda
mitad del siglo XVI y primera mitad del siglo XVII”. Librillo de fiestas de
San Juan Evangelista.
* Parada (de) y Luca de Tena,
Manuel (2004). “Huete y la guerra contra
Francia. Llamamientos de hijosdalgos en 1635 y 1637”. Anales de la Real
Academia Matritense de Heráldica y Genealogía. Volumen VIII/2, pp. 663-708.