miércoles, 15 de abril de 2020

El dominio en el campo de batalla. La lanza de los invencibles

Designada de diversas formas, la lanza del Vaticano es uno de los varios nombres con el que conocemos a la punta de la pica que portaba en sus manos uno de los soldados romanos, cuando éste la clavó a Jesús en su costado, después de haber sido torturado en la cruz.

La acción se desarrolla justo cuando Cristo ya había fallecid0, por lo que uno de los milicianos allí presentes, para intentar certificar su defunción, clavó la lanza en una de sus costillas. Las sagradas escrituras recuerdan como al instante, de aquella herida brotó agua y sangre, símbolos sacramentales del bautismo y la eucaristía.

Al respecto hemos de realizar algunas reseñas, necesarias para comprender que hay de todo esto entre las páginas de la Biblia. Primeramente, el nombre que le ha dado tanta fama a lo largo del mundo a esta arma, es el conocido con el distintivo de lanza de “Longinos”, pues se dice que así se llamaba la persona responsable de incrustársela al Hijo de Dios. No obstante, hay que advertir que esta fuente de información procede de un texto apócrifo, ya que la única referencia que nos ha llegado a través de la Biblia, no precisa la identidad del citado soldado.

Si seguimos las sagradas escrituras, veremos como la única fuente de información alusiva, es la indicada por el Evangelio de Juan, concretamente en el pasaje (19: 31-37):

“Como era el día de la Preparación de la Pascua, los judíos no querían que los cuerpos quedaran en la cruz durante el sábado, pues aquel sábado era un día muy solemne. Pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas a los crucificados y retiraran los cuerpos. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas de los dos que habían sido crucificados con Jesús. Pero al llegar a Jesús vieron que ya estaba muerto, y no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le abrió el costado con la lanza, y al instante salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio. Su testimonio es verdadero, y Aquél sabe que dice la verdad. Y da este testimonio para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: "No le quebrarán ni un solo hueso". Y en otro texto dice: "Contemplarán al que traspasaron".

Representación de la lanza del Vaticano

Igualmente, la lanza con el paso del tiempo sería considerada como una de las reliquias cristianas más valoradas, pasando por un largo periplo, que tanto la historiografía como la arqueología bíblica ha ido reconstruyendo.

Parece ser que ésta se fragmentó en dos partes. Una porción es la que se menciona en el Brevario de la Iglesia del Santo Sepulcro, al describirla como uno de los tesoros guardados con mayor celo por parte de sus encargados (esto sucedía durante el siglo V d.C.), posteriormente, en el año 615, la lanza fue tomada por las hordas persas, para inmediatamente dejarse en la Iglesia de Santa Sofía, hasta que en el siglo XIII fue adquirida por Luis IX, rey de Francia, guardándola junto con la reliquia de la corona de espinas en la Sainte Chapelle de París.

Aquella fracción del arma, fue trasladada durante la revolución francesa a la Bibliothèque Nacionale, donde por desgracia acabó desapareciendo. Sabemos que Luis IX (primo hermano de Fernando III el Santo), estimaba con mucho entusiasmo la reliquia, pues estaba extendida la creencia de que su portador, jamás conocería la derrota en el campo de batalla.

Hay que recordar que la pieza tenía otra parte más grande, y que a diferencia de la anterior nos ha llegado a través de una crónica muy precisa donde se describe su destino. Su origen es el mismo que el de la anterior (la Iglesia del Santo Sepulcro), de donde saldría hacia Constantinopla durante el siglo VIII. Un dato de interés, es que en el año 1357, un noble declaraba haber visto tanto la pieza parisina, como la que seguía en Constantinopla, validando así la existencia de las dos partes por separado.

Tras la caída de la ciudad por obra de los turcos en 1492, el sultán Bayaceto, sabiendo del aprecio y valor que tenía para muchos de los monarcas católicos, prefirió enviar la reliquia al papa Inocente VIII, a cambio de que éste continuara teniendo preso a su hermano Zizim, pues podía resultarle una grave amenaza en su llegada al trono. Con aquel favor, la cristiandad recuperaba una parte de la valiosa reliquia.

A mediados del siglo XVIII, se elaboró un dibujo sobre la punta de la lanza guardado en París, junto con el que el pontífice tenía en el Vaticano, dictaminándose por comparativa de ambas piezas, que la reliquia que ahora estaba custodiada en la Basílica de San Pedro, encajaba perfectamente con la otra parte presente en la capital francesa.
David Gómez de Mora

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 20 libros entre 2007-2023, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).