sábado, 16 de mayo de 2020

Alcol y el linaje de la Orden

A mediados del siglo XIX Alcol seguía siendo una aldea con un puñado de casas donde no había residiendo más de varias decenas de habitantes. Un refugio para pastores, leñadores y carboneros, además de bandidos y carlistas, en el que se podía disfrutar de una vida apacible, donde nadie despreciaba sus prestaciones cinegéticas.

Los principales topónimos que se encuadran en las variadas zonas de Barchín, vuelven a evidenciar la importancia que la actividad pastoril ostentó en tiempos pasados por todo aquel territorio: “Las Vaquerizas”, “El Corral de Fanega”, “El Corral del Maestro”, “El Corral del tío Acha”, “El Corral del Pájaro”, “La Dehesa”, “Los Rincones de la Dehesa”, “La Majada de la Vaca”, serán sólo una pequeña muestra.

No muy lejos de los dominios de Alcol, aflorarán unas formaciones geomorfológicas de notable interés. Concretamente en la franja bautizada con el nombre de “Los Navodres”, y que no dejan de ser en realidad las características navas o charcas endorreicas de infiltración, sobre las que en periodos concretos del año cuando abundan las precipitaciones, su seco suelo acaba adoptando la formación de un ecosistema de humedal, que obviamente imposibilita su explotación como zona agrícola, y que como es lógico, favorece las prestaciones de uso ganadero. Una cuestión que ya en su día esbozó Ignacio de la Rosa (2018), con motivo de los diferentes choques de intereses entre linajes y vecinos del entorno.

Aldea de Alcol (Barchín del Hoyo). Imagen proporcionada por Alicia Izquierdo Lapeña

Alcol contaba en sus alrededores con una superficie de aproximadamente 900 hectáreas, donde se agruparán espacios con idénticos usos como “La Dehesa de Alcol”, “Cañada Luenga”, “Los Navazos”, “La Dehesilla” y el referido “Navodres”. Su posicionamiento en la franja más septentrional del término de Barchín, favorecido por las características del relieve, hicieron del sitio un enclave apto para la explotación ganadera. Y es que a diferencia del resto del municipio, la propia geomorfología del terreno, era idónea por ser menos accidentada, al alejarse de la influencia que ejercía la Sierra del Monje, propiciando así una disponibilidad de pastos. Y es que las navas y las dehesas alternarán un hábitat donde la cría de animales sería mucho más cómoda, cosa que como podemos suponer los Ruiz de Alarcón sabían de primera mano.

Al respecto, entre las referencias de la documentación suelta que hemos hallado en el Archivo Diocesano de Cuenca, merece la pena destacar el traslado de una carta de censo del año 1546, de la Señora de Piqueras y Albaladejo del Cuende, doña Guiomar Girón, y que extiende a su hijo don García Ruiz Girón de Alarcón, respecto a la posesión de la heredad de Alcol. El documento está trascrito por el escribano del Piqueras, Pedro de Villareal, a fecha del 3 de agosto de 1596, ante Melchor Gil, Miguel de la Orden y Mateo de la Orden, todos vecinos del municipio. En el mismo se intuyen los intereses que guardaban los Señores de Piqueras, por estar sus dominios conectados con esta franja concreta de Barchín.

Entre las hojas que lo componen, leemos como Guiomar, ya viuda de su esposo don García Ruiz de Alarcón, entrega a su vástago don García como a -vuestros sucesores-, “toda la heredad que yo tengo y poseo y me pertenece por tener en Alcol, término y jurisdicción de la villa de Barchín, con todas sus entradas y salidas y usos y costumbres, derechos y servidumbres”. Una línea muy importante de la familia, y que como ya hemos publicado en diversas ocasiones, será la rama bastarda que descubrimos cotejando diferentes referencias, que pueden leerse tanto en el propio testamento del capellán, así como a través de un pleito establecido entre sus hijos.

El heredamiento de Alcol suponía el pago de una libra diaria para la lámpara de aceite de la Iglesia de Piqueras además de 24 libras anuales. En la referida carta se dejan claras las responsabilidades que conllevaba su tenencia, por lo que se detallará una cláusula, que tanto el cura como sus sucesores habrán de aceptar. Entre los puntos estaba el de mantener en buen estado la heredad para que ésta no se arruinara, además de que los bienes que la integraban no se podían vender, trocar, cambiar o enajenar con la Iglesia, como tampoco con monasterios u hombres poderosos. Eran las normas propias de una especie de mayorazgo, que muy probablemente pesaron mucho a la familia, por no llegar a tener un control completo del municipio.

Para nosotros queda muy claro que los Ruiz de Alarcón poseían el mando de esta parte del término, siendo en parte una prolongación de sus dominios de Piqueras, pero que en cuestión de poco tiempo acabarían disipándose, ante el fracaso de unas aspiraciones geopolíticas que como hipótesis alcanzaron su punto más álgido en los tiempos de don García Ruiz de Alarcón y doña Guiomar Girón de Valencia.

Alcol pudo ser sólo una pequeña pieza del engranaje que explicará el ambicioso proyecto que durante la primera mitad del siglo XVI García y Guiomar tenían en mente. Un último intento por ampliar la presión de un dominio señorial que sus descendientes asentados en Piqueras ya no volverán a ver nunca más.

Si allí los Zamora fueron los hombres de confianza en tiempos de Juan de Valencia, a partir de las generaciones venideras, en el lugar de Alcol, el poder basculará alrededor la familia de la Orden. Un linaje de ganaderos, además de propietarios agrícolas, que como veremos comenzará a contar con miembros que intentarán proyectarse dentro del modesto ámbito territorial en el que se movían. Hecho que se manifiesta en el expediente de información genealógica solicitado para la admisión a beca en el Colegio Mayor de San Ildefonso de Alcalá de Henares, por parte de Juan de la Orden Quijano (AHN, 1614).

Aquello sólo era una muestra de como las líneas de Piqueras y Barchín no estaban únicamente conectadas por nexos parentales, de ahí que algunos vean como algo normal el establecimiento de una vida itinerante entre ambos municipios, potenciando de este modo el nombre de la familia, un entorno en el que confían en su capacidad para medrar.

A través de nuestros apuntes genealógicos (AGdM) conocemos muy de cerca la política que sus gentes probarían durante el siglo XVII. Un hecho que se vería reflejado con el trascurso de los años en el acomodo de algunos de sus integrantes, y que finalmente acabarían residiendo de forma permanente en Piqueras. Sabemos por ejemplo que Pascual de la Orden (vecino de Alcol), y que fallece en 1681 con pago de 301 misas, no sería el único que pasaría sus últimos años de vida en el municipio, pues siete años más tarde también lo haría Bartolomé de la Orden, quien a pesar de ser natural de Barchín, cita a su hermano Pedro de la Orden como a su padre Miguel de la Orden, quienes del mismo modo también vivieron a caballo entre las dos localidades. Bartolomé solicitó un pago total de 450 misas. Poco tiempo después, en 1691 Pedro de la Orden, y que figura como vecino de Alcol, morirá con una manda de 100 misas.

Línea de la familia de la Orden de Piqueras en el siglo XVII (elaboración propia)

A medida que trascurría el tiempo, el linaje acumuló poder, practicando una estrecha política endogámica que comenzaría a darle sus frutos. Recordemos que Pedro de la Orden celebrará nupcias en 1652 con Dorotea de la Orden. Ambos eran primos no muy lejanos, guardando concretamente un tercero con cuarto grado de consanguinidad. Los padres de Pedro serán Miguel de la Orden y Catalina López (ambos vecinos de Alcol), y que según parece se moverían entre la aldea y Piqueras. Por otro lado, los de Dorotea (quien ya era natural de Barchín, y falleció en 1683 con pago de 1060 misas), se llamarían Miguel de la Orden y Catalina López, sorprendentemente, con idéntico nombre y apellido que el de sus consuegros.

La suerte que correrá cada una de sus líneas genealógicas será diferente, por ejemplo la piquereña se acomodaría en el municipio celebrando enlaces con diferentes casas de labradores locales, mientras que sus parientes de Barchín, optarán por una salida más original que les reportará una enorme reputación como artesanos, muestra de ello son los órganos de la Epístola y del Evangelio de la Catedral de Cuenca, obra del maestro don Julián de la Orden.


David Gómez de Mora


Bibliografía:
* Archivo Diocesano de Cuenca. Legajo I de papeles varios de Piqueras del Castillo. Sig. 130-22. P-2602
* Archivo Gómez de Mora. Apuntes genealógicos. Inédito.
* Archivo Histórico Nacional. Juan de la Orden Quijano. Universidades, 531, Exp. 13, 1613-1614.
* Gómez de Mora, David (2019). “Los secretos de la familia Ruiz de Alarcón en Piqueras del Castillo”. En: davidgomezdemora.blogspot.com
* Rosa (de la) Ferrer, Ignacio (2018). “Navodres en Barchín del Hoyo o las limitaciones de la roturación de nuevas tierras”. En: historiadelcorregimientodesanclemente.blogspot.com

davidgomezdemora@hotmail.com

Mi foto
Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).