Poco a poco vamos acercándonos a
la realidad histórica que nos esconde la antigua trama urbana de la ciudad de
Huete. Al respecto, quien más ha indagado en esta línea ha sido el historiador
José María Sánchez Benito, y que al abordar en diversas publicaciones detalles sobre
su viario durante los siglos XIV y XV, nos ha aproximado en la medida de los
posible a los usos y funcionalidades de alguno de sus recovecos hoy ya
desaparecidos.
No obstante, y a pesar de la ingente
cantidad de reseñas que su autor nos aporta, siguen existiendo cuestiones que
en este artículo nos gustaría tratar, en las que se entremezclan alusiones
entre la devoción a San Juan y su respectivo barrio, donde como mínimo y
partiendo de un hito documental (hace más de cinco siglos atrás), se desencadenó
un fervor religioso que continúa presente a día de hoy.
Antes que nada, para comprender
de forma detenida lo que estamos esbozando, es necesario partir del contexto
histórico que existía en Huete, pues como destacada ciudad de su tiempo, era un
crisol de culturas, debido a la variada presencia de judíos como musulmanes
entre su población cristiana.
Se nos debe de quitar de la
cabeza la idea de una sociedad optense cimentada en la figura de un cabildo de
caballeros hidalgos de la conquista, pues los expedientes de la Inquisición del
Archivo Diocesano de Cuenca hablan por sí solos, siendo precisamente en este
asunto donde radica parte de la cuestión que vamos a vincular.
Desde la purga de finales del siglo
XIV muchos judíos de la actual provincia se instalarán en su judería (a ello
habría que sumar los que ya estaban asentados, y que como se sabe no eran pocos,
puesto que así nos lo aporta una referencia censal de finales del siglo XIII). La
mayoría lo harán en el Barrio de Atienza, pues ese será el foco donde se asimilará
su nicho natural, además de como era lógico su correspondiente lugar de culto. Los
motivos que llevarían a tomar esta decisión desde un primer momento es otra de
las variadas cuestiones que se nos escapan, ¿pudo ser su proximidad a la
antigua alcazaba de Wabda, y que como sabemos era el principal foco de poder
del municipio?
Atienza era un enclave cerrado, descaradamente
criptojudío y plagado de familias que irían proyectándose, incluyéndose muchas
de las que luego aparecerán súbitamente como miembros del estado noble en el
municipio. La necesidad de demostrar un compromiso con la fe cristiana se tenía
que materializar de algún modo, pues la práctica oculta del judaísmo era un
secreto a voces, y obviamente con la creación de capellanías o mandando hijos a
que se formaran como curas ya no era suficiente…, de ahí la necesidad de crear
agrupaciones religiosas como la del Cabildo de San Juan Evangelista, donde se
reflejará la idea un compromiso de fiel adhesión a la religión cristiana.
Ábside
de la Iglesia de Santa María de Atienza de Huete. Elarteenuenca.es
Por otro lado, además de los
focos en los que residirían judíos, como especialmente cristianos viejos, también
nos encontraremos con antiguos seguidores de la religión islámica y que con el
paso del tiempo irían abrazando la fe católica.
A medida que trascurrirían las
generaciones, se cree que éstos pudieron tener una dispersión más heterogénea,
de ahí que estuvieran presentes en variados puntos de la geografía urbana
optense, aunque no por designios del azar, con un lugar predilecto, y que
estaba configurado en el área del barrio de San Gil, donde siguiendo con el
mismo ejercicio de profesión al cristianismo, se escogería como festividad
devocional el culto a Santa Quiteria.
El recelo entre los dos sectores
era notorio, básicamente por el hecho de que los judíos conversos se harán con
el poder en el municipio. Pues desde finales de la Edad Media serán quienes controlarán
las riendas. Sobre el Cabildo de San Juan, tal y como ya habíamos indicado, se
sabe que éste como mínimo arrastra más de cinco siglos de historia. Respecto a
Santa Quiteria se ha divagado bastante, aunque por ahora no hay una referencia
historiográfica precisa que nos detalle el momento de su culto en su respectiva
barriada.
Sabemos que Santa Quiteria, encarnara
parte de esa tradición católica que nos conducirá hasta las tierras de Francia,
a la que se adherirían las familias moriscas del municipio. Desde luego razones
no nos faltan para justificar que tejido social se agrupó en el barrio, y es
que será preciso recordar que el Común de la tierra de Huete se reunía en esta
zona, sin olvidar que además en el lugar se encontraba un importante foco de la
antigua población musulmana. La toponimia que se ha conservado en alguno de
esos puntos se encarga de hacernos recordad su presencia desde hace muchos
siglos atrás, tal y como sucede con la calle y travesía Zacatín. Tampoco hemos
de olvidar que este arrabal se encuentra en las afueras de la población, tal y
como por norma general sucedía con las morerías que veremos instaladas en
muchas de las ciudades de nuestra geografía.
Aquello obviamente producirá una
tensión dual entre los antiguos judíos y sus convecinos de raíces musulmanas, donde
habría que sumar la presencia de cristianos, y que también llegarían a
extenderse dentro del círculo Juanista. Esta polarización nos conducirá a la catalogación
general y que todavía sigue extendida entre mucha gente de la localidad, en la
que se enfatiza como los viejos judíos representaban al sector Juanista,
mientras que los antiguos musulmanes quedarán agrupados en la demarcación del sector
Quiterio.
Una idea vaga, donde habría que
incluir multitud de matices, pero que explican el porqué de un arraigo
religioso entre ambos barrios de la histórica ciudad optense.
David
Gómez de Mora