Entre las familias de labradores
con las que contó La Peraleja, la de los Muñoz será una de las más populares y
numerosas, debido a la notable descendencia que dejaron, y que podemos seguir
de forma precisa a través de los libros parroquiales del municipio, como
resultado de sus políticas matrimoniales, y que se enfocarán mayoritariamente
entre personas de dentro del municipio.
Al tratarse de un apellido
bastante común, en La Peraleja presenciamos dos líneas, y que a priori nada
tienen que ver una con la otra. Por un lado estarían los descendientes de Lope
Muñoz, y que tras entablar su hijo Juan nupcias con Juana de Segovia, veremos cómo
algunos de los descendientes solaparán sendos apellidos bajo la forma Muñoz de
Segovia. De aquí surgirá una rica descendencia que entroncará con familias bien
posicionadas. Entre los personajes más destacados tenemos el caso de Juan Muñoz
de Segovia, quien falleció en 1688.
Labrador
con mujer sembrando patatas, de Vincent van Gogh. Nuenen, septiembre de 1884,
óleo sobre lienzo, 70,5 x 170 cm, Wuppertal, Museo Von Der Heydt.
Otra línea tenía sus raíces en
Verdelpino, procediendo del matrimonio entre Francisco Muñoz y su esposa Juana
Martínez de Villanueva, quienes tuvieron varios hijos, de los que queremos
destacar a Catalina, quien falleció en 1602, fundando un vínculo con pago de 93
misas. Una operación casi idéntica a la de su hermano Francisco (y que murió en
1601). La descendencia siguió aglutinando parte del patrimonio a través de
Alonso (que casó en 1605), y cuya hija María Muñoz fundará otro vínculo al fallecer
en 1681.
No cabe duda de que los Muñoz
controlaron cargos importantes a nivel municipal, además de incluso obtener una
familiatura del Santo Oficio, tal y como se desprende del expediente de
universidades, 390, nº 72 de Miguel Muñoz de Espada, presente en el Archivo
Histórico Nacional. El referido Miguel nació en 1672, y éste era hijo de Miguel
Muñoz López, nieto de Pedro Muñoz de Amores, bisnieto de Juan Muñoz Parrilla y
tataranieto de Miguel Muñoz. Parece ser que su abuelo Pedro, fue también familiar
del Santo Oficio, además de alcalde y regidor en diferentes ocasiones.
Desde luego el linaje estaba bien
acomodado en la localidad, por lo que no le preocuparía excesivamente sellar
políticas conyugales que quedaran lejos de sus confines. La cosa desde luego no
les salió mal, puesto que curas, labradores desahogados, alcaldes y gente con
estudios portarían con honor este apellido.
David
Gómez de Mora