Sobre uno de los agrestes
acantilados que moldean la geomorfología litoral de la Serra d’Irta, se emplaza
una torre de vigilancia realzada durante el siglo XVI con unas evidentes raíces
anteriores, y que su propia toponimia ya delata. Hace más de treinta años, el
erudito peñiscolano Alfred Ayza (1982), advertía de las reminiscencias
musulmanas de esta construcción. Recordemos que ésta presenta una planta
circular de un diámetro de 5’75 metros, con una altura de 11 metros.
Las sucesivas obras de
restauración, y el desgaste al que se veían sometidos edificios de esta
tipología (por exponerse en zonas donde proliferan abundantes agentes naturales
que las van castigando), hacen que nada sepamos sobre sus orígenes más
primigenios. No obstante, es lógico pensar que por su ubicación, bien pudo
estar integrando parte del área defensiva del hisn de Banískula, o en su
defecto, funcionar como un punto de apoyo que reforzaba las posición trasera
del Castillo de Xivert.
Es por ello que este tipo de
construcción cabría encuadrarlo dentro del entramado castrense que los
musulmanes desarrollaron en la zona, y que creemos que del mismo modo pudo
haberse proyectado en el área vinarossenca de Sòl de Riu, donde tiempo atrás se
alzaba una torre de características similares, y que probablemente corrió la
misma suerte que la peñíscolana, tras readaptarse a las necesidades de la
época.
A estas alturas ya casi nadie
discute la pericia y habilidad de la cultura musulmana en la construcción de
obras defensivas, de ahí que la inmensa mayoría de veces cuando eran ocupadas a
medida que avanzaba la conquista, los cristianos valorarán su presencia,
haciendo a lo sumo pequeñas modificaciones, que les permitían seguir adecuándolas
a sus usos, hasta el extremo, y que como veremos en el caso que nos
ocupa, sin ni tan siquiera mutar el distintivo toponímico con el que fueron
bautizadas, pues al fin y al cabo eran hitos geográficos de un territorio, que hasta
el enemigo acababa respetando.
Su funcionalidad como cualquier
torre de vigilancia costera se apoyaba en labores de comunicación, al estar
visualmente conectada con la plaza de Banískula. Pensamos que la torre formaría
parte del cinturón de fortines que los musulmanes emplazaron a lo largo de los
diferentes puntos donde se asentaron, y entre los que obviamente había razones
más que fundadas en el caso al que nos referimos, por encontrarse a escasa
distancia de uno de los principales baluartes militares de la zona litoral
septentrional del Xarq-al-Ándalus. Y es que sólo hemos de ver el fracasado
asedio del Rey Jaume I en su intento por tomar la plaza de Banískula (contra un
reducido contingente y que según se cree podría ni tan siquiera contar con más
de dos centenares de hombres), como una muestra más de la importancia que
suponía preservar enclaves de estas características, así como de la necesidad
de levantar puntos intermedios, desde los que atisbar la llegada de cualquier enemigo.
David
Gómez de Mora
Bibliografía:
*Ayza i Roca, Alfred (1982). «La Madum. Piratería y
defensa del litoral valenciano». Revista Peñíscola,
nº55