lunes, 11 de mayo de 2020

Familias de la pequeña burguesía en la Peñíscola de la segunda mitad del siglo XIX

Poco sabemos sobre la Peñíscola de la segunda mitad del siglo XIX, en lo que concibe a familias con disponibilidad de bienes o que pudieran vivir de manera desahogada. En este sentido, un indicador que nos sirve para poder acercarnos a este tipo de cuestiones, es el listado de vecinos que se registraban en el censo electoral, y que en nuestro caso hemos tenido la suerte de poder hallar entre el fondo del Arxiu Municipal de Vinaròs. Convirtiéndose en una fuente informativa de enorme valor, que nos acerca al tipo de oficios como ganancias que varios de sus habitantes poseían.

Sabemos que la legislación seguía siendo muy restrictiva al respecto, a pesar de que se resaltaba de los avances en concesiones que ampliaban el abanico de participación, si se tenían en cuenta los requisitos establecidos en períodos anteriores.

El artículo 15 de la Ley Electoral del 18 de julio de 1865 dejaba bien claro que: Tendrá derecho a ser inscrito como elector en las listas del censo electoral de la sección de su respectivo domicilio todo español de edad de veinticinco años cumplidos que sea contribuyente, dentro o fuera de la misma sección, por la cuota mínima para el Tesoro de 20 escudos anuales por contribución territorial o por subsidio industrial. Para adquirir el derecho electoral, ha de pagarse la contribución territorial con un año de antelación, y el subsidio industrial con dos años”.

Obviamente este rasero no ofrecía una cifra muy representativa de la localidad, si partimos de que sólo 62 vecinos podían acceder, teniendo en cuenta que todas las mujeres quedaban fuera (pues no tenían derecho a voto), así como el resto de varones menores de 25 años.

Entre el grupo de afortunados veremos como el sector más representativo estará encabezado en su inmensa mayoría por el colectivo de los labradores. La parte restante la conformaba el clero, el médico-cirujano de la localidad, abogados, así como también algún marinero, además del herrador, el cirujano, el tabernero, algún tejedor, el panadero o el carpintero, junto otros oficios de la pequeña burguesía local, y que a continuación vamos a ir tratando con mayor detenimiento.

Al respecto, nos resulta llamativo el caso de Agustín Blasco i Balaciart, de profesión marinero y casado con la peñíscolana Bonifacia Salvador i París, hija de Miguel Salvador y Bonifacia París. Entre sus hijos conocemos a Cristóbal Blasco i Salvador, quien siguiendo nuestros apuntes genealógicos casó con Manuela Castell i Ayza. Su hermano Antonio Blasco i Salvador selló alianzas matrimoniales con Melchor Sanz i Castell. Familia que nos resultará conocida por ser éste hijo de Gabriel Sanz i Bayarri junto Josefa María Castell i París. Unos apellidos que podrían relacionarse parentalmente con los de don Francisco Sanz i Bayarri y don Juan Bautista Sanz i Bayarri, consideradas como personas bien posicionadas en el municipio, pues aparecen registradas en el censo electoral con derecho a voto, al figurar como los propietarios que abonaban la segunda y tercera contribución más elevada del municipio.

Ciertamente puede parecernos extraño apreciar el nombre de gente dedicada a las labores del mar participando en unos censos electorales tan clasistas. No obstante, hemos de tener en cuenta que dentro del sector marinero, hubo propietarios que disponían de pequeñas flotillas que les ayudaban a complementar sus ganancias con otras pertenencias agrícolas, que bien por familiares, trabajadores o ellos mismos, aportaban un conjunto de beneficios extra, que se habían de sumar al del empleo que oficialmente ejercían.

Recordemos por ejemplo como Gabriela Guzmán (esposa en primeras nupcias de Agustín Bayarri i Martorell), residía en una casa de la calle mayor (una de las mejores zonas del municipio), siendo hija de un pescador llamado Pedro Guzmán, quien también poseía una flotilla (Gómez, 2018). Los comerciantes de pescado en Peñíscola podían conseguir ingresos nada despreciables. Obviamente el oficio suponía un enorme sacrificio, lo que para algunos no resultaba impedimento en vivir con cierto acomodo.

Conocemos casos de personas involucradas en el sector, que en ciudades como Barcelona llegaron a disponer de lujos sólo al alcance de los más poderosos, uno podía ser la adquisición de un lugar de enterramiento privilegiado en la Basílica de Santa María del Mar o en Santa María del Pi, y que ante la falta de un escudo de armas con el que dejar constancia de su paso por el mundo de los mortales (tal y como haría cualquier noble), se valían de un icono que representara su quehacer diario. La pesca y comercialización de este tipo de productos podía en ocasiones aportar grandes beneficios para la familia. Sin ir más lejos en Vinaròs llegaremos a ver referencias de un “ciutadà honrat” que desempeñará esta misma actividad. Obviamente la clave residía en la capacidad de producción, comercialización y disponibilidad de embarcaciones adscritas a un mismo propietario.

Detalle de la lápida de un comerciante de pescado. Basílica de Santa María del Mar de Barcelona (imagen del autor).
El herrador será otro oficio con participación en el censo electoral, representándose en este caso por Agustín Balaciart i Pauner. Un apellido que nos resulta familiar, por relacionarse con el linaje del anterior marinero, pues entre ambos guardaban un evidente nexo de consanguinidad.
Recordemos que en este trabajo las principales labores consistían en herrar los caballos, burros y mulas. Y es que los animales de carga eran por aquellos tiempos el único medio de transporte y de faena que se podía emplear, de ahí la abundancia de ocupación con la que habitualmente se encontraría gente de este gremio, especialmente en un enclave tan ruralizado como la Peñíscola de aquellos tiempos.
Para su ejercicio era necesario que el profesional observara previamente la uña del animal, tanto quieto como en movimiento, para a continuación extraer las herraduras viejas, escogiendo una idónea de acorde a sus proporciones, que una vez colocada, era importante garantizar si se había adaptado de forma correcta, pues su movilidad debía ser equilibrada. Agustín el herrador era esposo de Mariana Ayza i Castell, e hijo de Agustín Balaciart y Antonia Pauner. Su hermana Margarita casó en 1847 con el peñíscolano Tomás Albiol.
Detalle de la lápida de un herrero (año 1708). Basílica de Santa María del Pi de Barcelona (imagen del autor).
Otro de los oficios que no se nos debe pasar por alto, y del que sabemos de primera mano que en muchos lugares tuvo miembros que prosperaron económicamente, fueron los taberneros. Tengamos en cuenta que en el caso de Peñíscola como en el de tantísimos municipios de similares características demográficas, podía haber perfectamente un único establecimiento para atender la demanda de varios centenares de personas.
Conocemos dichos populares que nos reflejan la idealización económica que se tenía del tabernero: “Taberna de buen vino, al tabernero hace rico”. Y es que en aquellos establecimientos la gente no sólo acudía a beber o ahogar sus penas, sino que también se ofrecía hospedaje, además de la venta de productos alimenticios, que iban más allá del consumo de bebidas.
Esto obviamente siempre que se dispusiera de una clientela permanente generaba ganancias considerables, lo que explicaba que el tabernero se hallara entre las personas que superaban el umbral de las contribuciones económicas que marcaba el estado. El nombre del peñíscolano que se cita en el censo con esta profesión es don Rafael Salvador i París, hijo de Miguel Salvador y Bonifacia París, casado en 1843 con Catalina Martí i Martorell. Su hermana, Bonifacia Salvador, era la esposa de Agustín Blasco (marinero y comerciante de pescado), lo que de nuevo mostraba esos nexos parentales entre este conjunto de familias que poseían un estatus similar, y que mutuamente iban fortaleciendo la pequeña burguesía del enclave.
Lápida de un tabernero (año 1728) en la Basílica de Santa María de Barcelona (imagen del autor).

La proliferación de esta serie de familias que administraba sus negocios con las tierras que poseían, retroalimentada por una política parental bastante cerrada, ayudaba con creces a que mejoraran su calidad de vida. Otro de los empleos que aparecerán señalados con el privilegio de poder ejercer su derecho a involucrarse en las elecciones serán los carpinteros.
Concretamente en el del año 1865 veremos los nombres de José Llopis i Martorell junto con Ventura Roig i Ayza. Quienes no nos cabe la menor duda de que disponían de recursos en sus entornos familiares. El hermano de José era el labrador y tonelero don Mateo Llopis i Martorell, popular en el lugar por ser quien pagaba la contribución más elevada de todos los censados en el municipio, y que acabaría sumando un total de 78 escudos.
Su familia gozaba de buena posición en la localidad, saliendo de su seno alcaldes y estudiantes que irían ocupando los cargos más ilustrados del municipio. Así lo veremos con don Cayetano Llopis (hermano de los anteriores), quien ejercía como maestro de letras y había casado en 1844 con Rosa Miralles i Martorell. El padre de todos ellos era don Cayetano Llopis (agrimensor) y marido de Josefa María Martorell.
Detalle de una lápida donde yace un maestro de carpintería. Basílica de Santa María del Pi de Barcelona (imagen del autor).
Tampoco deberíamos olvidar a los panaderos, gestores de los hornos en los que se elaboraba una de las principales materias de consumo más demandada por la inmensa mayoría de los habitantes, de ahí que no nos sorprenda que uno de los presentes es este censo sea don Romualdo Tomàs i Albiol y que junto con su familia, durante varias generaciones controlaría la venta de este producto.
David Gómez de Mora

 Bibliografía:
* Arxiu Gómez de Mora. Apunts genealògics. Inédit.
* Arxiu Municipal de Vinaròs. B. O. E., 18-11-1865
* Gómez de Mora, David (2018). Històries dels meus cinquens avis. En: davidgomezdemora.blogspot.com

davidgomezdemora@hotmail.com

Mi foto
Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).