La historia de los diferentes
linajes que se irán asentando en Peñíscola, es una cuestión que hasta la fecha
no ha sido tratada a fondo. El caso que vamos a presentar, es sólo un ejemplo
más de otros tantos que involucrarán a las élites del municipio, y sobre las
que siguen existiendo dudas vinculadas acerca de su origen y parentescos
genealógicos.
Entre la documentación del Arxiu
del Regne de València, pudimos consultar un legajo de la sección de escribanías
de cámara, fechado en 1785, a colación de un pleito entre los escribanos
peñiscolanos José Luís Ayza y don Gabriel de Llaudís.
En el mismo se aportan reseñas
sobre el patrimonio y riquezas que tuvo la familia de don Gabriel junto con su
hermana doña Antonia. Ello nos revela un conjunto de información valiosísima, que permite
aproximarnos al estilo de vida, posesiones y día a día de la gente que
integraba la pequeña nobleza del lugar.
Los Llaudís poseían una vivienda
en la plaza de San Roque, y que según se indica, pertenecía a la referida doña
Antonia, a pesar de que luego acabaría entrando en una subasta pública. En la
documentación se reflejan variadas operaciones inmobiliarias que se extendían por
distintos municipios de la zona.
Al respecto, Gabriel y su mujer
doña Vicenta Ortiz vendieron una heredad en el término de Vinaròs a don Juan
Bautista Lasala y Locella, se trataba de una finca situada en la partida del
Portell, y que ocupaba una extensión de 6 jornales en viñas y algarrobos. La
propiedad en realidad era de doña Vicenta y su hermano, al heredarla por su
costado materno, tras haber residido durante años la familia en Vinaròs.
Don Gabriel y doña Antonia eran
hijos de don Juan de Llaudís y doña Rosa Martín, una reconocida saga de
escribanos ennoblecida en 1709 por demostrar su fidelidad al rey Felipe V.
Sobre la descripción del escudo que se le adjudicará, nos proporciona
información gráfica Joan Roig, quien lo describe en su trabajo -“Hidalguías” a Peníscola
i la Jana al 1709-: “de plata, tres chevrones
de gules con tres roques cada uno, entre los chevrones dos armiños de sable i
otro en la punta del escudo”. El privilegio de nobleza fue concedido a don
Gabriel de Llaudís, quien se cree pudo ser el abuelo de Gabriel y Antonia, y
que en el momento de su donación ejercía como notario escribano de Peñíscola.
Por otra parte, doña Vicenta
Ortiz, era la hija de un abogado peñiscolano, don Pedro Ortiz. Una familia que
enlazaba estratégicamente con la saga de los Llaudís, y que sin duda alguna
representarán a los linajes mejor posicionados de la localidad. No sabemos si
por falta de dinero, o bien por no llegar a explotar la inversión de aquel
patrimonio que quedaba lejos de su residencia, éstos optarían por deshacerse de
distintas propiedades. Doña Vicenta y don Gabriel residían en una casa que había
en la calle del mesón, acumulando un valor patrimonial que ascendía a una
cuantía de 2834 reales de vellón.
Entre la documentación del pleito
apreciamos reseñas de interés, pues aparecen descritos diferentes objetos, que nos
reflejan el mobiliario como el menaje que había en la casa. Al respecto, merece
nuestra atención doce sillas verdes, elaboradas con madera de pino y fabricadas
en València. Incluso se precisan detalles sobre las mismas, como el de que estaban
decoradas con pomos dorados, además de acompañarse con una mesa de pino que
presentaba cierto desgaste.
Recordemos que los Ortiz serán una
de las familias más destacadas que había en el municipio, así por ejemplo durante
aquel año el Abogado de los Reales Consejos era el señor don Tomás Ortiz, sin
olvidar que el hermano de Vicenta (don Juan Bautista Ortiz) era regidor del
ayuntamiento, así como doctor en derecho del mismo modo que su padre don Pedro
Ortiz.
Armas
de los Llaudís de Peñíscola (Roig i Vidal)
Entre los objetos de decoración que
poseía el matrimonio se citan (fol 6 v., ARV) “seis láminas con marcos de diferentes advocaciones, un espejo con
guarnición, doce platos de obra de Génova y Teruel, un arca de pino sin
cerradura ni llave (con ropa de doña Vicenta Ortiz)” (…) junto diferentes
piezas de calidad procedentes de la Alcora, entre las que se hallaban “seis mancerinas con seis jiqueras (…) un
barreño con tres medidas de guixas (…), un plato de peltre, seis ollas obradas
en Catalunya y cuatro candiles hechos en Traiguera” (fol 6-v y 7, ARV).
Obviamente la descripción de los
bienes nos informa de como la familia tenía posibles, al haber adquirido objetos
de importación y calidad. Los platos de Génova (de los que tenía una docena y
estaban valorados en cinco sueldos) junto con otros tantos de Teruel, serán sólo un ejemplo que se complementaba con el
juego de media docena de mancerinas y jícaras que habían obtenido de la Real
Fábrica del Conde de Aranda. Recordemos que la mancerina era una bandeja en la que se servía chocolate. Las que conocemos de la Alcora son
una especie de plato dispuesto con una abrazadera circular en el centro donde se
disponía la taza, denominada jícara, y que iba a juego con el mismo.
Mancerina
de la Real Fábrica de la Alcora (museualcora.es)
El consumo de chocolate a finales
del siglo XVIII era un claro distintivo de estatus, que sólo estaba al alcance
de las familias adineradas, pues no era fácil su obtención. Cabe añadir al
listado de bienes “dos botellas de vidrio
negro, dos vasos de vidrio mediano y una sopera obra de la Alcora” (fol. 9,
ARV).
Igual de interesante será el
menaje procedente de los talleres de Traiguera y que como bien sabemos gozarán
de muy buena reputación: “dos tinajas
obra de Traiguera con cabiente de 1 a 2 cántaros de agua, un casco de colar
obra de Traiguera y un barreño de Traiguera” (fol. 9, ARV). Recordemos que
la escasa distancia y buena conexión entre las dos localidades, propiciaba que
hubiese mucha demanda de esta cerámica, que no por ello dejaría de tener
importancia, pues siempre las grandes casas de la comarca intentarán adquirir ejemplares
para sus hogares, ya que sus talleres de alfarería estaban considerados como
uno de los mejores habidos en estas tierras.
Cántaro
de Traiguera (barrosconalma.com)
A la vista de algunos aspectos
sociales que convirtieron a este linaje en uno de los más distinguidos del
municipio, no cabe duda que sus integrantes ostentaron cargos de peso dentro de
la corporación local, tal y como sucederá con don Gabriel de Llaudís, síndico y
procurador del ayuntamiento como mínimo desde el año 1766 (AMP).
A lo largo del tiempo veremos
personajes de la familia, que siguiendo con la tradición, recogerán el guante para
seguir desempeñando el mismo puesto. Así sucede con Antonio Llaudís desde 1776
hasta 1804. Durante el gobierno de 1818, el diputado que quedaba por
debajo del Gobernador don Carlos Ulman era el señor don Antonio Llaudís. En
1820 el síndico personero elegido en el municipio fue Narciso Llaudís.
Estos apuntes son sólo pequeños
ejemplos, de como el linaje siempre estaría cerca de aquellas familias y
puestos políticos, que obviamente le daban categoría y nombre, además de
conformar una burguesía local con formación académica, que ocupaba un destacado
espacio de poder, en coalición con las casas de propietarios agrícolas que
había en la población.
David
Gómez de Mora
Bibliografía:
* Arxiu Gómez de Mora. Apunts
genealògics de Peníscola
* Arxiu Municipal de Peníscola.
Libro de elección de Diputados y Síndicos hechos desde 1766
* Arxiu del Regne de València.
Escribanía de Cámara, año 1785, nº63
* Roig i Vidal, Joan. “Hidalguías”
a Peníscola i la Jana al 1709, C.E.M.