sábado, 9 de mayo de 2020

Notas sobre el clero de La Peraleja durante el siglo XVIII

En la gran mayoría de municipios, el clero era uno de los grupos de poder que ejercía una fuerte presión en sociedades rurales como la que estamos estudiando. Ya hemos comentado en varias ocasiones, que los modelos de proyección social se apoyaban en su figura, hecho que explicaría la importancia que tenía para una familia que alguno de sus miembros obtuviera una plaza como capellán en la parroquia del pueblo. Una posibilidad codiciada, que abría las puertas a todo un linaje, y que conllevaba un indiscutible prestigio para sus integrantes.

Las capellanías eran suculentas tanto para aquellas familias que deseaban medrar, como para las que ya gozaban de una buena posición económica. Al respecto veremos casos en los que se pactaban políticas matrimoniales, que tenían como propósito permitir un entronque entre linajes, que luego facilitará a futuros descendientes su acceso a unos estudios religiosos. En este territorio hemos apreciado esta estrategia social en el caso de la familia León, una casa de la pequeña nobleza rural, con asentamiento originario en Valdemoro del Rey, pero que en cuestión de un par de siglos (entre el XVII y XVIII), se harían con el control de fundaciones de este tipo, como sucederá en Saceda del Río o especialmente en Caracenilla.

Iglesia de San Miguel Arcángel de La Peraleja (verpueblos.com)

Recordemos que disponer de un clérigo en el seno familiar ya no sólo era un punto a favor para la imagen de la familia, sino también en lo vinculante a la parte religiosa o de fe, pues aquello incrementaba las posibilidades de la salvación de las almas de sus seres queridos, ya que el difunto podía disponer de una mayor dedicación a la celebración de misas y rezos que ayudaran a abandonar el tan temido purgatorio, y en el que las cofradías de cada municipio invertirán una cantidad considerable de misas con tal de acelerar su redención.

El número de curas que había en La Peraleja a mediados del siglo XVIII comprendía un total de cinco. La información alusiva a las capellanías puede consultarse entre la documentación eclesiástica del Archivo Diocesano de Cuenca (P. 820), y que aquí brevemente vamos a esbozar, para una mejor comprensión de los linajes que las crearon, así como quienes las aprovecharon, además de los bienes que las componían.

Una sería la fundada por el maestro Baltasar Domínguez, y que en 1751 estaba en posesión de Miguel González, hermano de Juan González, quien ejercía como mayordomo administrador de las capellanías de la localidad. No olvidemos que ambas familias destacarán entre los grupos de poder que consolidaron las élites locales del lugar.

Los Domínguez fueron una de las varias casas de la pequeña burguesía local, y que siguiendo con la costumbre de acrecentar su nombre, adjuntaron sus bienes a una capellanía compuesta por varias fincas que sumaban una producción de unos 24 almudes de trigo, además de un viñedo con 800 cepas. Asimismo, aquel lote se acompañaba con otras tantas propiedades, como varias casas de morada, ubicadas en la ciudad de Huete. Más concretamente, en una calle que daba a la bajada del Convento de San Francisco, y que lindaban con la residencia del noble capitán don Juan de Vidaurre y Orduña (Gómez de Mora, 2020, a). Como era costumbre, la fundación sería aprovechada por otros linajes de la localidad, siendo este el caso de los González-Breto, una estripe de la nobleza local, y que históricamente había gozado de una buena reputación tanto en el municipio, como en sus alrededores.

La segunda capellanía que veremos citada fue la creada por Gerónimo de Hernán-Saiz (esposo de Inés González), junto con Ana de Hernán-Saiz (mujer de Alejandro Parrilla), y que en 1751 estaba en posesión de Silvestre de Hernán-Saiz, que por ser menor la administraba su padre Miguel de Hernán-Saiz. En total los bienes adscritos englobaban más de 90 almudes de trigo repartidos en una veintena de fincas, junto viñedos, casas y corrales.

A continuación, la tercera fue la creada por Tomás González y su mujer María Herráiz. Siguiendo nuestros apuntes genealógicos sabemos que ambos casaron en 1649. En el año 1751 la fundación estaba en posesión de don Pedro Muñoz, cura de la villa de Peñalba, componiéndose por siete fincas en las que se generaban más de 70 almudes combinados entre trigo y cebada.
La siguiente se encontraba en manos de la familia Benito, más concretamente en don José Benito, párroco de Carrascosa, y sobre cuyo linaje ya dedicamos un artículo en el que se explicaba su historia familiar (Gómez de Mora, 2020, b).
Una última fundación compuesta por una treintena de fincas, haría referencia a la que conocemos como de las ánimas y que a mediados del siglo XVIII estaba en posesión de don Juan José Vicente de la Peña, representante de dos linajes de labradores con bastante solera, que en el caso del segundo había adquirido su reconocimiento como miembro del estado noble en algunos puntos de lo que hoy sería esta comarca.
David Gómez de Mora

Referencias:
*Archivo Diocesano de Cuenca, La Peraleja. Sig. 30/20. P-820
*Gómez de Mora, David (2020, a). “Los Domínguez de La Peraleja”. En: davidgomezdemora.blogspot.com
*Gómez de Mora, David (2020, b). “Los Benito de La Peraleja”. En: davidgomezdemora.blogspot.com

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 20 libros entre 2007-2023, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).