Sin lugar a dudas los Graciano
fueron una de las familias más influyentes que residieron a lo largo de la historia de
este desaparecido enclave alcarreño. Sus lazos con los Sánchez de Amoraga atestiguados
a través de diferentes apadrinamientos que veremos reflejados en las
referencias sacramentales del municipio, son sólo una muestra de cómo el linaje
iba adquiriendo importancia con el trascurso del tiempo.
Como muchos miembros del estado
noble, los Graciano consiguieron demostrar su hidalguía, aunque para ello falsearan
sus orígenes, tal y como también solían hacer muchas de las casas que pretendían
adquirir aquel preciado distintivo social. En este sentido, si analizamos con
detalle el pleito que mantuvieron con Huete durante el siglo XVII, éstos en un
claro ejercicio de blanquear su pasado religioso, tirarán de raíces vascas,
invocando a un capitán vizcaíno llamado Juan Graciano, pero que nada más lejos
de la realidad, era otro de los tantos judíos conversos que proliferaron en el
lugar. No hemos de olvidar que la ciudad de Huete, y con especial intensidad el
Barrio de Atienza, sería el caladero idóneo para la instalación de familias que
reunían aquel conjunto de características sociales e ideológicas (dinero y un
pasado religioso que el Santo Oficio constantemente miraba con lupa).
Mientras tanto el linaje
entroncaría con diversas de las familias conversas de la ciudad, una política
habitual en una comunidad amedrantada y perseguida, que además de reforzar sus
lazos económicos, mejoraba su situación a la hora de consolidar una posición
política, siempre y cuando se hubiese pasado página de aquellas
raíces religiosas, y que tanto pesaban en las aspiraciones de cualquier persona
que pretendiera llegar lejos. Al respecto, véanse las acusaciones que salen a colación en un documento
para ingresar en la Orden de Santiago, en las que se implican a muchos de los
apellidos que gozan de hidalguía en Huete (AHN, 1676). Las alianzas con linajes como los Nieto, y
posteriormente con otros de mayor renombre como los Parada, les garantizaron
una posición acomodada de cara a tiempos venideros.
Escudo
de los Graciano en Huete (con su águila explayada), acompañado por las sierpes
aladas que lo rodean y que las veremos en las armas de los Parada, siendo propias de Juan Antonio de Parada, tal y como indica en su bibliografía optense
don Manuel de Parada.
Durante el siglo XVI la casa
selló lazos con estirpes conversas como los Díaz de Cuenca, Figueroa y Ayllón,
y que sin ninguna duda les ayudarían a medrar, para posteriormente ir
ingresando dentro del clero local, hasta finalmente adquirir una reputación
intachable en el seno del círculo de los caballeros optenses. No nos cabe la
menor duda que su reconocimiento como hidalgos enalteció más sus miras, marcando
un punto de inflexión entre aquellos Graciano del siglo XVI, que estrechaban
nexos con los Amoraga, pero que también seguían siendo cercanos con los
labradores y renteros de Carrascosilla, pero que entrada la segunda mitad del
siglo XVII, se fueron acercando a las familias más influyentes de la zona.
En este sentido, sus nombres
aparecerán entre los apadrinamientos de linajes de la pequeña nobleza como los
Gaona. Por ejemplo, Francisco Graciano y su esposa Ana Nieto asistían como
padrinos al sacramento del bautismo en 1587 de María de Gaona, del mismo modo,
dos años después, Juan Graciano repetiría idéntica operación con Isabel de
Gaona. Probablemente, dentro de las políticas matrimoniales que se planificaban
en aquellos tiempos a años vista, emerge un indicio en el hecho de que
Francisco y Ana fuesen casualmente padrinos en 1594 de Martín Rodríguez. Este
personaje, será quien en 1616 casará con María de Gaona, prima hermana de las
antes referidas.
El otro hermano de Martín,
llamado Juan Rodríguez, tendrá también por padrinos a Francisco Graciano y Ana
Nieto tras celebrarse su bautizo en 1589. Sobre los Culebras poco hay que
añadir en cuanto a su estrecha relación desde los primeros momentos. Recordemos
que más adelante figurarán como renteros de sus propiedades agrícolas, residiendo
en la casona familiar que los Graciano poseían en Carrascosilla (Gómez de Mora,
2020).
En el año 1588, Antonio Graciano
era el padrino de María de Culebras, cuya hermana Catalina casaría en 1605 con
el labrador Gregorio Felipe. Cuando falleció otro de sus hermanos (Martín de
Culebras), los cabezaleros serían precisamente Francisco Graciano y Gregorio
Felipe, una muestra más de las relaciones sociales establecidas entre este
conjunto de linajes locales.
David
Gómez de Mora
Bibliografía:
* Archivo Eclesiástico de Huete.
Libro I de bautismos, matrimonios y defunciones de Carrascosilla (1550-1693)
* Archivo Histórico Nacional. Pruebas para la concesión del título de caballero de la Orden de Santiago de Juan Antonio de Parada y Graciano. Natural de Huete. Año 1676, expediente nº 6223. Órdenes Militares, Caballeros de Santiago.
* Gómez de Mora, David (2020).
“Relaciones de poder en Carrascosilla siglos atrás”. En:
davidgomezdemora.blogspot.com
* Parada (de) y Luca de Tena,
Manuel. Bibliografía sobre la Noble y Leal Ciudad de Huete