Los libros parroquiales son una
fuente de estudio indispensable para conocer y reconstruir parte del pasado de un
municipio, especialmente si queremos ceñirnos a características de tipo social
o histórico, mediante las cuales irán dibujándose un conjunto de estrategias
familiares, que marcarán las riendas del crecimiento y evolución de ese lugar.
Esto se convierte en un valor añadido, cuando la documentación de tipo
notarial o de otra índole apenas ha aflorado por tratarse de enclaves con
baja presión demográfica.
Sabemos que en Carrascosilla a
finales del siglo XVI, familias como los Amoraga, Graciano y Jarabo disponían
de amplios dominios agrícolas, en los que concentraban sus tierras de labor, y
que estaban regulados bajo la figura del mayorazgo. No obstante, si algo tenían
en común, era el hecho de que éstos no residían en el municipio, a pesar de contar
con una vivienda para ello.
Por los datos que hemos estado
trabajando, vemos que los Amoraga y los Graciano desarrollaron una parte de su
vida en Huete. Por otro lado, los Jarabo optarían por moverse en entornos
tranquilos, como sucedió con el rico terrateniente Juan Jarabo en la aldea de Uterviejo. Pero, ¿y qué era del resto de casas
de labradores y renteros que vivían permanentemente en Carrascosillla?, ¿guardaban
un estrecho vínculo con sus vecinos?, sabemos que en este municipio existieron
varias familias de propietarios que sí lo hicieron (los Gaona y los Rodríguez).
Altar
de la Iglesia de Carrascosilla. Imagen de Faustino Calderón
(lospueblosdeshabitados.blogspot.com)
En el primer volumen de la
parroquia de Carrascosilla (donde se aglutinan bautismos, matrimonios y
defunciones), se señala que el 25 de agosto de 1604 fallecía Martín Rodríguez,
quien de acuerdo a su partida de defunción, estaba censado como vecino en la
localidad. Sabemos que éste dejó por heredera a su mujer Teresa de la Peña,
además de efectuar un pago superior a 100 misas.
Lo cierto es que mandó enterrarse
en La Peraleja, por tener allí su padre una zona de sepultura. No obstante,
tanto él como su hijo mientras vivieron optaron por quedarse en la pequeña
aldea. Al respecto, su vástago Martín -el mozo-, sería quien en 1616 casaba con
doña María de Gaona. Su suegra doña María Tamayo, y mujer de Juan de Gaona, fallecería
el mismo año, mandando alrededor de 145 misas, además de una donación de 500
maravedís.
Poco tiempo después lo haría su
hijo, don Gaspar de Gaona y de Tamayo, quien solicitó enterrarse en la
sepultura familiar, y que se hallaba en las gradas del altar del templo,
acompañando su último descanso con una petición total de 360 misas. Su esposa
Francisca Nieto moría a la corta edad de 23 años. La situación de la familia
favoreció a Martín, puesto que éste se acabaría convirtiendo en el heredero de
la casona familiar de los Gaona. El problema es que no siempre desempeñó sus obligaciones,
entre las que estaba el pago de una serie de misas por la familia de su esposa,
y que de no realizarlas, podían apartarlo de la herencia recibida (previa
excomunión). Decir que los Gaona poseían un mayorazgo, lo que nos llevaría a
considerarlos como una de las casas más ricas del lugar.
Otro de los linajes que se
asentaron en el municipio durante generaciones fueron los Culebras. Sabemos que
Elvira García fue la esposa de Martín de Culebras, a quién ésta nombrará como
heredero universal, tras un pagó de unas 150 misas. Más adelante, el libro nos
informa de que Martín falleció, efectuando un pago de 200 misas, e interviniendo
como cabezaleros don Francisco Graciano y Gregorio Felipe.
En 1630 Catalina Lucía, fue la hija
bautizada de Francisco de Culebras y Catalina de la Cuesta, teniendo por padrino
a don Fernando Ruiz de Alarcón, caballero de la Orden de Santiago y Regidor de
Murcia. Entre otros datos curiosos leemos el caso de Bartolomé de Molina,
fallecido en 1638 con un pago de 174 misas, y quien a su vez era hijastro de
Francisco de Culebras (hijo de Martín de Culebras y Librada de Miguel). Otra
mención indica que en 1657 fallecía Sebastián de Culebras, solicitante de un
pago de 150 misas, y que acabó enterrándose en el coro de la Iglesia.
El linaje había comenzado a
consolidarse, y a éste le acompañarían casas de renteros, que intentarían ubicarse
de manera estable: los Arana y los Cantero. Siendo los encargados de controlar
los principales puestos del lugar. En 1674 el alcalde ordinario era Juan de
Arana al recibir su nombramiento por el Corregimiento de Cuenca, mientras
tanto, el cargo de alguacil mayor recaía en Francisco de Arana, junto con el de
regidor por parte de Sebastián Cantero. Este último fallecerá en 1684 con un
pago de casi un centenar de misas. Recordemos que el progenitor de los Arana llegó
desde Canalejas durante el siglo XVII, (Asensio de Arana), casando con María
Cantero. Una política matrimonial entre renteros, que como veremos con el paso
de los años fue dando sus frutos.
David
Gómez de Mora
Bibliografía:
* Archivo Eclesiástico de Huete. Libro
I de bautismos, matrimonios y defunciones de Carrascosilla (1550-1693).