viernes, 15 de mayo de 2020

Topónimos pecuarios en Piqueras del Castillo

La importancia de la ganadería en Piqueras del Castillo ha sido una cuestión que hemos esbozado a lo largo de diferentes artículos, en un intento por querer plasmar lo que sin duda se convertiría en el suplemento económico con el que muchos de sus habitantes vivirían más dignamente.

Sabemos que el pastoreo fue una actividad con presencia en este pueblo a lo largo de su historia. Su explotación todavía la presenciaríamos activamente a mediados del siglo XIX, llegando a inmiscuir una cuarta parte de sus habitantes. Para algunos se trataba de una dedicación a tiempo completo, así como para otros un ejercicio laboral que complementaba sus ganancias con las tierras de cultivo dedicadas a gramíneas, y que seguían siendo la principal fuente de ingresos que alimentaba a muchas de las casas.

Ciertamente quedan en el aire bastantes interrogantes por esclarecer sobre el papel que esta actividad tuvo en el pasado. Hecho que en su tesis Ruiz-Checa (2012) toca de pleno al destacar el papel geoestratégico jugado por los diferentes municipios del área, y su consiguiente relación con las torres de vigilancia, desde las que se regularía y divisaba el flujo trashumante que desde los tiempos del medievo iría marcando la mesta. Mientras tanto, en los cuarenta y cinco kilómetros cuadrados de término municipal, se irían prolongando variados enclaves, que estarán asociados a la vida pecuaria, y que la toponimia ha conseguido fosilizar, con una serie de designaciones con las que se irán bautizado cañadas y zonas de pasto, que ignorando su verdadera antigüedad, se extendían a lo largo y ancho del municipio, conectando en algunos momentos con el mismo casco urbano, tal y como sucedía con el “callejón de las cabañas”, por donde se cree que transitaba la mesta.

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Analizando a fondo el trabajo de Evelio Moreno (2013), apreciamos la mención de múltiples topónimos, que revelan parte de una funcionalidad económica, y que hasta no hace tanto tiempo estuvo perviviendo entre sus gentes.
A grosso modo, si apreciamos la distribución del terreno piquereño, veremos cómo las zonas de pasto se sitúan en lo que hoy son los entornos dominados por densos pinares y matorrales, más concretamente en el linde con Barchín del Hoyo, donde todavía se verá la influencia de la Sierra del Monje como de las dehesas que cubrirán la superficie ganadera que controlaba la pedanía de Alcol.
Conocida es la partida de los Arenosillos, y que veremos en el norte del término. Una parcela que es propiedad del ayuntamiento, con más de 235 hectáreas, de la que Evelio Moreno (2013, 462) ya informaba de cómo se aprovechaba por parte de los pastores además de sus corrales para el ganado.
Del mismo modo, percibiremos otros puntos del término que conservan restos de este conjunto de construcciones, que si bien en muchos casos han alcanzado un estado de ruina irreversible, en ocasiones permanecerán impertérritos por las referencias toponímicas que nos hablan de su existencia, tal y como sucederá con el Corral de la Alejandra.
El termino cañada, junto con su designación diminutiva, llegaremos a apreciarlo otras tantas veces: el “Cañadizo la Cañadilla”, “la Cañadilla” o “Canaílla Mateo”, sin olvidar “el Arroyo de la Cañada”, “la Cañada Gorda”, “la Cañada del Corno”, “Cañada Lengua” o “el Cañadizo de la fuente del Dado”. Éste último un espacio cercano al nacimiento de otro accidente geomorfológico y cuyo topónimo vuelve a enmarcarse dentro de la misma familia: “la Rambla de la Otra Cañada”. Otro enclave será el “Quintanar” (en la zona sureste), o “los pastos de la Sima”, ubicados en el extremo opuesto, justo en la línea noroeste del término que limita con Valera de Abajo.
Tampoco faltarían terrenos húmedos en los que crecía hierba apta para las explotaciones pecuarias: el “Pradillo”, “los Pradillos de la Sierra”, “los Prados de la Cruz”, “la Pradalarga”, “la Pradera de los Espinos”, sin olvidar otros focos como “la Nava”, “Navacerro” y “la Navilla”, caracterizados por ser áreas nada aptas para el desarrollo agrícola debido a la propensión con la que se inundan.
Al respecto, muy probablemente la raíz etimológica del Navodres barchinero, deba buscar su etimología en esta misma formación geomorfológica, que hacían de estos lugares un entorno más provechoso para el uso animal. Es de destacar que esta franja entre los lindes de Piqueras y Barchín, es precisamente donde se asentará la aldea de Alcol, hábitat que irá aglutinando bastantes topónimos ganaderos.
No se nos debe pasar por alto la zona bautizada con el nombre de “la dehesa”, una superficie en la que aflora un rico tapiz herbáceo, que históricamente le ha dado un uso pastoril. Finalmente mencionar “la vacariza”, donde antaño se llevaba a los rebaños, además de ser el área en la que se curtían las pieles de animales.
Por desgracia no sabemos en que momento se comienzan a establecer la mayoría de los nombres aquí comentados, aunque es muy probable que una parte pueda remontarse a los tiempos del medievo. Tengamos en cuenta la permanencia de algunos de ellos como sucederá en el caso del “Llano de Don Juan” y las “Peñas de Don Juan” (éste último un hito que funciona como linde del municipio), en alusión posiblemente al que fuera Señor de Piqueras durante la segunda mitad del siglo XV, don Juan de Valencia.
Desde luego esto no sería un caso aislado, pues la famosa Sierra del Monje, y que cubre una parte importante del término municipal, además de ejercer como uno de los enclaves con más uso para la explotación animal, estaría haciendo alusión a los primeros propietarios de los que tenemos noticias.
No hemos de olvidar que el monje Pedro López recibía de Alfonso VIII, un documento despachado el 18 de octubre de 1186, en el que se recogía una ratificación de la donación efectuada por don Nuño Sánchez “de la heredad situada junto al río de las Piqueras en la vega de Valera”, de ahí que probablemente el control de toda esa sierra que estaría haciendo alusión a sus dominios, dividiría sus tenencias con las del resto de municipios, tal y como tres siglos después volvería a reseñarse con don Juan de Valencia.
David Gómez de Mora

 Bibliografía:
* Moreno Chumillas, Evelio (2013). Crónica de Piqueras. Bubok Publishing S. L.
* Ruiz-Checa, José Ramón (2012). Torres exentas en el ámbito del Júcar medio (Cuenca). Implantación territorial y caracterización constructiva. Tesis. Universitat Politècnica de Valencia.

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).