La importancia de la ganadería en
Piqueras del Castillo ha sido una cuestión que hemos esbozado a lo largo de
diferentes artículos, en un intento por querer plasmar lo que sin duda se convertiría
en el suplemento económico con el que muchos de sus habitantes vivirían más
dignamente.
Sabemos que el pastoreo fue una
actividad con presencia en este pueblo a lo largo de su historia. Su explotación
todavía la presenciaríamos activamente a mediados del siglo XIX, llegando a
inmiscuir una cuarta parte de sus habitantes. Para algunos se trataba de una dedicación
a tiempo completo, así como para otros un ejercicio laboral que complementaba sus
ganancias con las tierras de cultivo dedicadas a gramíneas, y que seguían
siendo la principal fuente de ingresos que alimentaba a muchas de las casas.
Ciertamente quedan en el aire
bastantes interrogantes por esclarecer sobre el papel que esta actividad tuvo
en el pasado. Hecho que en su tesis Ruiz-Checa (2012) toca de pleno al destacar
el papel geoestratégico jugado por los diferentes municipios del área, y su
consiguiente relación con las torres de vigilancia, desde las que se regularía y
divisaba el flujo trashumante que desde los tiempos del medievo iría marcando
la mesta. Mientras tanto, en los cuarenta y cinco kilómetros cuadrados de
término municipal, se irían prolongando variados enclaves, que estarán
asociados a la vida pecuaria, y que la toponimia ha conseguido fosilizar, con
una serie de designaciones con las que se irán bautizado cañadas y zonas de
pasto, que ignorando su verdadera antigüedad, se extendían a lo largo y ancho
del municipio, conectando en algunos momentos con el mismo casco urbano, tal y como
sucedía con el “callejón de las cabañas”, por donde se cree que transitaba la mesta.
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Analizando a fondo el trabajo de
Evelio Moreno (2013), apreciamos la mención de múltiples topónimos, que revelan
parte de una funcionalidad económica, y que hasta no hace tanto tiempo estuvo
perviviendo entre sus gentes.
A grosso modo, si apreciamos la
distribución del terreno piquereño, veremos cómo las zonas de pasto se sitúan
en lo que hoy son los entornos dominados por densos pinares y matorrales, más
concretamente en el linde con Barchín del Hoyo, donde todavía se verá la
influencia de la Sierra del Monje como de las dehesas que cubrirán la
superficie ganadera que controlaba la pedanía de Alcol.
Conocida es la partida de los
Arenosillos, y que veremos en el norte del término. Una parcela que es
propiedad del ayuntamiento, con más de 235 hectáreas, de la que Evelio Moreno (2013,
462) ya informaba de cómo se aprovechaba por parte de los pastores además de sus
corrales para el ganado.
Del mismo modo, percibiremos otros
puntos del término que conservan restos de este conjunto de construcciones, que
si bien en muchos casos han alcanzado un estado de ruina irreversible, en ocasiones
permanecerán impertérritos por las referencias toponímicas que nos hablan de su
existencia, tal y como sucederá con el Corral de la Alejandra.
El termino cañada, junto con su designación
diminutiva, llegaremos a apreciarlo otras tantas veces: el “Cañadizo la
Cañadilla”, “la Cañadilla” o “Canaílla Mateo”, sin olvidar “el Arroyo de la
Cañada”, “la Cañada Gorda”, “la Cañada del Corno”, “Cañada Lengua” o “el
Cañadizo de la fuente del Dado”. Éste último un espacio cercano al nacimiento
de otro accidente geomorfológico y cuyo topónimo vuelve a enmarcarse dentro de
la misma familia: “la Rambla de la Otra Cañada”. Otro enclave será el “Quintanar”
(en la zona sureste), o “los pastos de la Sima”, ubicados en el extremo
opuesto, justo en la línea noroeste del término que limita con Valera de Abajo.
Tampoco
faltarían terrenos húmedos en los que crecía hierba apta para las explotaciones
pecuarias: el “Pradillo”, “los Pradillos de la Sierra”, “los Prados de la
Cruz”, “la Pradalarga”, “la Pradera de los Espinos”, sin olvidar otros focos como
“la Nava”, “Navacerro” y “la Navilla”, caracterizados por ser áreas nada aptas
para el desarrollo agrícola debido a la propensión con la que se inundan.
Al
respecto, muy probablemente la raíz etimológica del Navodres barchinero, deba
buscar su etimología en esta misma formación geomorfológica, que hacían de estos
lugares un entorno más provechoso para el uso animal. Es de destacar que esta
franja entre los lindes de Piqueras y Barchín, es precisamente donde se
asentará la aldea de Alcol, hábitat que irá aglutinando bastantes topónimos
ganaderos.
No se nos debe pasar por alto la
zona bautizada con el nombre de “la dehesa”, una superficie en la que aflora un
rico tapiz herbáceo, que históricamente le ha dado un uso pastoril. Finalmente mencionar
“la vacariza”, donde antaño se llevaba a los rebaños, además de ser el área en
la que se curtían las pieles de animales.
Por desgracia no sabemos en que
momento se comienzan a establecer la mayoría de los nombres aquí comentados,
aunque es muy probable que una parte pueda remontarse a los tiempos del medievo.
Tengamos en cuenta la permanencia de algunos de ellos como sucederá en el caso
del “Llano de Don Juan” y las “Peñas de Don Juan” (éste último un hito que funciona
como linde del municipio), en alusión posiblemente al que fuera Señor de
Piqueras durante la segunda mitad del siglo XV, don Juan de Valencia.
Desde luego esto no sería un caso
aislado, pues la famosa Sierra del Monje, y que cubre una parte importante del
término municipal, además de ejercer como uno de los enclaves con más uso para
la explotación animal, estaría haciendo alusión a los primeros propietarios de
los que tenemos noticias.
No hemos de olvidar que el monje
Pedro López recibía de Alfonso VIII, un documento despachado el 18 de octubre
de 1186, en el que se recogía una ratificación de la donación efectuada por don
Nuño Sánchez “de la heredad situada junto al río de las Piqueras en la vega de
Valera”, de ahí que probablemente el control de toda esa sierra que estaría haciendo
alusión a sus dominios, dividiría sus tenencias con las del resto de municipios,
tal y como tres siglos después volvería a reseñarse con don Juan de Valencia.
David
Gómez de Mora
Bibliografía:
* Moreno Chumillas,
Evelio (2013). Crónica de Piqueras. Bubok Publishing S. L.
* Ruiz-Checa, José
Ramón (2012). Torres exentas en el ámbito del Júcar medio (Cuenca).
Implantación territorial y caracterización constructiva. Tesis. Universitat
Politècnica de Valencia.