A una altitud de 926 metros sobre
el nivel del mar, se levanta el emblema arquitectónico por antonomasia de esta
localidad. Una construcción ubicada en la zona de transición entre la Manchuela
y los accidentados relieves de las tierras conquenses, que otorgan un
microclima singular a este modesto pero acogedor municipio.
Al respecto, el arquitecto
piquereño José-Ramón Ruiz-Checa, es sin ningún tipo de discusión la persona que
más y mejor ha estudiado a fondo su construcción. La torre de Piqueras tiene
una planta en “forma de rectángulo,
mientras que las dimensiones de sus partes laterales, siguiendo las agujas del
reloj son de 10 metros en la franja orientada hacia el suroeste (que es donde
tiene la puerta de entrada); así como de 8,16 en la zona de noreste; 10,16
hacia el sudeste; y 8,20 en la sección orientada hacia el suroeste. La altura
media de la torre está en torno a los 17 metros, aunque varía en sus diversos
lienzos e incluso a lo largo del mismo, a causa del desnivel del terreno en el
que se ubica” (Salas coord., 2019, 369).
Recordemos que la señoralización del lugar arranca en el
siglo XV, a pesar de que tenemos constancia de como con anterioridad ya hubo
personas que se encargarían de controlar las riendas del municipio. Esto indica
como se aprovecharían desde el primer momento las prestaciones de su
torre-fuerte, y que gracias a los estudios de carbono-14 de Ruiz-Checa, señalan
su surgimiento entre finales del siglo XII y primeras décadas del XIII. Lo que
convertiría el enclave en un punto defensivo desde el periodo de la conquista, reforzando
la línea de Alarcón, donde obviamente la localidad jugaría un papel
indispensable, por ser una zona de transición geomorfológica y por índole de
alto nivel estratégico.
En este sentido no hemos de
olvidar que ya existen referencias en un documento despachado en Cuenca por
Alfonso VIII, fechado a 18 de octubre de 1186, en el que don Nuño Sánchez
ratificaba al monje Pedro López, la heredad situada junto al río de las
Piqueras en la Vega de Valera. Dato que obviamente encaja cronológicamente con
el periodo en el que nacerían construcciones defensivas como la que aquí
estamos tratando.
Imagen
de la torre de Piqueras del Castillo (Ruiz-Checa)
La importancia de la actividad
ganadera entre el área de Barchín-Piqueras, y su consiguiente poblamiento
medieval, obligó a la necesidad de establecer una serie de puntos defensivos,
que fortalecerán el área, garantizando una vigilancia permanente entre los
núcleos que quedaron circundantes a sus alrededores. Por ejemplo, la cuenca
visual de la torre piquereña atisba una superficie total de 1267,45 hectáreas
(Ruiz-Checa, 2012, 260).
En 1455 don Juan Pacheco se haría
con los dominios del lugar tras su compra a don Gómez Manrique (hermano de don
Rodrigo Manrique), (García Moratalla; Ruiz-Checa), no obstante, sería unos años
más tarde, cuando el enclave se afianzará como Señorío. Así sucederá en 1465,
cuando el Marqués de Villena traspasará la localidad a su primo hermano,
Alfonso Téllez Girón, quien sería de manera oficial su primer señor, además de
esposo de una Pacheco.
El parentesco entre ambos procedía
por el padre del Marqués, Alfonso Girón Vázquez de Acuña, quien era hermano de
Beatriz de Acuña Girón (la madre del primer Señor de Piqueras), puesto que ambos
eran hijos de Martín Vázquez de Acuña y María Girón. A partir de ese momento el
territorio cobrará un especial protagonismo, por estar bajo el dominio de una
de las casas más influyentes de toda la región.
Desde Alfonso el señorío se
transmitiría a su hijo Juan de Valencia, quien había recibido el nombre y
apellido de su abuelo paterno. Sabemos por una referencia de nuestros apuntes
extraída del Archivo de los Condes de Cifuentes, que el 30 de septiembre de 1470
se aprobaba un acuerdo matrimonial entre Juan de Valencia y su esposa Beatriz
de Villegas (ésta de procedencia optense), lo que explicará el arraigo de su
hija Guiomar con la tierra de la familia materna.
No es descartable teniendo en
cuenta el peso del judaísmo de ese enclave de la Alcarria Conquense (y ante el
surgimiento de evidentes lagunas en la información genealógica de la familia de
materna), que hubiésemos de relacionar la ascendencia de Beatriz, con variados
de los clanes conversos, tan prolíficos casualmente entre las élites de aquella
ciudad. La falta de información concisa en cuanto a la pertenencia de sus
ancestros, y el hecho de que Huete era indiscutiblemente un refugio apto para la
práctica del criptojudaísmo, no dejan al menos de ser indicativos sospechosos.
Lo que sí sabemos con mayor
claridad, es que tanto Juan como el siguiente señor (su yerno García Ruiz de
Alarcón, por haber casado con su hija Guiomar), estuvieron involucrados en
diferentes trifulcas. Por un lado, Juan de Valencia mantuvo una tensa relación
de enemistad con los Castillo. Además, no olvidemos como durante la guerra del
marquesado éste “intentó entregar la villa a las tropas de los Reyes Católicos,
razón por la cual fue expulsado de Garcimuñoz por el alcaide de Alarcón
Hernando del Castillo al descubrir la trama”
(García Moratalla, 180; en Salas coord., 2019, 371). Igualmente, García le declaró
su guerra particular a los Señores de Valera de Abajo, sin aflojar en sus tensas
relaciones con el clero catedralicio.
No había duda alguna de
que Piqueras era un entorno modesto, pero que interesaba a cualquiera que
pretendiera establecer un punto de control sobre la zona septentrional del
entorno de la fortaleza de Alarcón, y eso lo sabría el Marqués de Villena cuando
le hacía entrega del lugar a su primo hermano. Por otro lado, un personaje que
desconocíamos, y del que Ignacio de la Rosa nos proporcionó una reseña de
interés, es Mosén Miguel Zarzuela, quien parece ser ya tenía como objetivo el
control de la torre de Piqueras, antes de querer tomar posesión de Alarcón,
durante los convulsos tiempos de la segunda mitad del siglo XV nadie discutía el
valor estratégico del enclave. Con un acceso anexo en lo alto del pueblo, junto
al camino que va a Valera de Abajo, del que sólo dista a 8 kilómetros,
ubicándose sobre un cerro rocoso desde el que se controlaba el curso del arroyo
de Piqueras (Ruiz-Checa).
Modelización
de la Torre-Fuerte de Piqueras del Castillo (Ruiz-Checa, 2012, 409)
Por otro lado, habría
que añadir una característica de esta obra, que otorgaba mayor importancia al edificio,
y esa era su función como espacio residencial (más allá del militar que ejercía
permanentemente por ser un punto de vigilancia). Una información que se nos da
en un pleito de la Real Chancillería de Granada, fechado en el año 1556,
alusivo al linaje de los Zamora, y que ejercieron como fieles servidores de su
señor, y que también hemos comprobado como ha sido estudiado en el blog de
investigación histórica parroquiasierranevada.blogspot.com
Los datos que nos
proporciona el documento son interesantes, especialmente en lo que se refiere a
las declaraciones que aportan algunos de sus vecinos, pues de ellas se
desprende que la torre era un lugar donde se podía hacer vida normal,
encontrándose en su interior su respectivo alcaide, quien ejercía como criado, al
menos en tiempos de Juan de Valencia.
El piquereño que
prestaba sus servicios era Juan de Zamora, una persona que llegaría al
municipio durante el siglo XV, y que don Juan de Valencia como muestra de
agradecimiento acabará ennobleciendo. El solitario Señor de Piqueras, compartiría
muchas horas con su sirviente, tal y como se desprende por los datos atestiguados
de varias personas, tras la realización del interrogatorio sobre el origen
hidalgo de los Zamora. Así lo leeremos en las declaraciones de Andrés Sánchez,
o de Juan Lucas, quien comentaba como Juan de Zamora había vivido en Piqueras al
ejercer de alcaide en la fortaleza del lugar. Gaspar Cano, de 74 años, iba más
allá y afirmaba como éste vivía en la torre,
pues hasta allí el testigo acudía para suministrarle el pan
que le compraba, para
inmediatamente encerrarse en el edificio, donde servía de criado a su Señor.
Cuenca visual de la torre de Piqueras del Castillo (Ruiz-Checa,
2012, 256)
El poder de los
Zamora desde finales del siglo XV hasta la entrada del XVI fue una realidad,
que veremos en la posesión de algunas alcaldías, donde representaban una de las
figuras más importantes del enclave, hasta la emersión de la línea bastarda de
los Ruiz de Alarcón, y que será la que ocupará parte de su espacio de poder. La
integración de los Zamora como miembros de la pequeña nobleza local, con motivo
de su vasallaje, sería trascendental para comprender los mecanismos de
proyección que podían producirse en vecindarios tan pequeños como el que estamos
comentando.
Los Zamora, siguiendo
la misma estela que la familia del Señor, engrandecieron su genealogía,
haciéndose descender de reyes. Pero, ¿y qué era de la ascendencia de Juan de
Valencia?, ¿eran ciertos los orígenes regios que se le atribuían?, hemos de
partir de que su esposa llevaría probablemente una alta carga de ancestros
conversos, así como que su hija había casado con una de las familias más
castigadas por el Santo Oficio precisamente por aquel tipo de motivos. Si a
esto le sumamos la confusión que presentaba la genealogía de sus abuelos
maternos, fundamentada en parte por las acusaciones que acechaban a los
Pacheco, partimos por lo tanto de un escenario que evidencian los problemas con
los que el Señor de Piqueras se podía ver expuesto.
Juan escogió el
apellido Valencia, aunque sin perder la memoria de su padre, permitiendo que su
hija Guiomar fuese portadora de ambos (Girón de Valencia), un ejercicio práctico
que sellaba la historia de las dos primeras generaciones de la familia que
dominó el señorío.
El Girón le venía por
la madre de su abuela paterna, Beatriz de Acuña, quien sabemos era hija de
Martín Vázquez de Acuña y María Girón. Ahora bien, hemos de destacar que este
apellido es probablemente uno de los más importantes con los que contaba el
linaje, pero del que no hacía un alarde promocional, al contrario de lo que si efectuará
con el de los Valencia. Muy probablemente por el simple hecho de que este
último era el que usaba.
Al respecto, la citada
María era hija de Juan Alfonso Téllez Girón y Teresa Sánchez. Por ahora sabemos
que Teresa era hermanastra de la hija de Sancho IV, así como que doña Beatriz
de Castilla, cita en su testamento por sobrina a una María Girón, tal y como
apunta Costa Gomes (2008). No cabía duda de que este apellido lo enlazaba con
las dinastías reales, ahora bien, que sepamos por el momento este argumento
nunca llegaría a emplearlo, invirtiendo como decíamos todos sus esfuerzos en la
historia de los Valencia.
Sabemos que su abuelo
paterno era Juan de Valencia, marido de Beatriz de Acuña Girón, éste a su vez
vástago de Fernando Alfonso de Valencia, personaje que por la fecha en la que aproximadamente
fallece (1384), junto con la forma en la que se produce su nacimiento, y la
falta de información respecto a su conyugue, harían saltar las alarmas,
alimentando todo tipo de sospechas sobre la presencia de ancestros conversos que
resultaran incómodos en los anales de la historia familiar.
Hemos de incidir que
las raíces regias de la familia partían de que la nieta de Alfonso X el Sabio,
Violante Sánchez del Castillo, había dejado por hija a Juana Fernández de
Castro, quien habría tenido dos hijos con Alfonso de Valencia. Las casualidades
hicieron que ésta pariera dos gemelos póstumos, entre los que estaba el citado
Fernando, junto con un hermano, que se llamaría Alfonso Fernández de Valencia,
y que tenemos documentado como Obispo de Zamora. Ahora bien, ¿qué hay de cierto
en la maternidad de sendos hermanos?, y mejor aún, ¿quién es la esposa de ese Fernando
que se omite en la documentación? Este conjunto de interrogantes, encuadrados
en una fecha cercana a la primera purga del pueblo judío hacia finales del
siglo XIV (que es cuando se dice que viviría su hijo Juan), plantean determinados
interrogantes en la historia genealógica del clan, quedando abierta la
posibilidad de si éstos tuvieron que rellenar parte de la misma con un conjunto
de datos que no se pueden demostrar de manera rigurosa. Al menos la
historiografía se ha pronunciado en dar respuesta a la última pregunta, pues se
cree que la mujer de Fernando pudo ser una hija ilegítima de la casa real
portuguesa, no obstante seguimos estancados en la misma cuestión, por no haber
pruebas convincentes, que señalen directamente su identidad. ¿Tal vez sea
cuestión de tiempo?
Por otro lado,
debemos romper una lanza a favor de las tesis que fundamentan la relación de
los Valencia con la casa real, cuando leemos la información que nos aporta un
artículo Guillermo Pérez Castañeda (2006), quien explica como Alfonso de
Valencia (el Obispo de Zamora), fue “fundador
de la capilla de San Bernardo, en dicha Catedral, en la que está enterrado, tal
y como indica una lápida sepulcral colocada frente al altar Mayor de la misma,
que dice: Aquí yace el muy honrado Obispo de Zamora, don Alfonso, nieto del muy
noble Señor Infante don Juan, Señor que fue de Valencia e bisnieto del rey don
Sancho de Castilla”.
Armas de los Valencia (Fernando Alfonso de Valencia). Wikipedia.org
De ser coetánea esa
referencia escultórica con el momento de la muerte del Obispo, y no haberse
efectuado tiempo después para engrandecer el nombre de la familia, la historia
del linaje sería cierta. Dentro de esta línea nos encontramos con un dato
procedente de la obra de Herrero Jiménez (1995, 474), donde su autor nos
transcribe un texto en latín, que por otro lado reforzaría de nuevo la tesis
del origen regio de los Valencia, concretamente a través de una referencia
presente en uno de los obituarios de la Catedral de León, en la que se
mencionaba el siguiente aniversario para
el día 30 de agosto en memoria de Alfonso de Valencia (el obispo), hermano del
bisabuelo de Juan de Valencia, Señor de Piqueras:
“eodem die, sub era millesima trecentesima quinquagensima quarta,
obiit famulus Dei dommus Alfonssus, filius nobilissimi infanti domni Iohannis,
qui dimisit capitulu pro fabrica decem mila morabetinorum, por anniversario suo
de quibus fabricata fuit quedam bolta in claustro, ubi sunt ar()a sic posita;
et capitulum debet celebrare misam de requie cum capicis sericis quolibet anno
in die obitas sui” (Herrero, 1995, 474).
Esta reseña podría
despejar toda duda, no obstante, siguen latentes muchas preguntas por lo que
concibe a la línea colateral, donde el vacío de nombres, hacen un flaco favor
al esclarecimiento de una genealogía más opaca de lo que atestigua la tradición
familiar, y que como es lógico, alimentaría las sospechas de que la casa de los
Valencia, portaba entre sus ancestros la sangre de más de un linaje con
ascendencia conversa.
Valgan pues estas
líneas como un trabajo preliminar para tratar a fondo una cuestión, sobre la
que genealógicamente hasta la fecha no se ha profundizado excesivamente, y con
la que pretendemos despertar el interés de futuras investigaciones, que nos
ayuden a esclarecer los interrogantes aquí esbozados.
David Gómez de Mora
Bibliografía:
* Archivo de la Real Chancillería
Granada. Probanza de hidalguía de Jorge de Zamora. Signatura: 4882-06. (También
encontramos parte de la información desglosada en el enlace: http://parroquiasierranevada.blogspot.com/2014/01/piqueras-del-castillo-valera-de-yuso.html).
* Archivo Gómez de Mora y Jarabo.
Apuntes genealógicos. Inédito
* Costa Gomes, Rita (2008). The
Making of a Court Society: Kings and Nobles in Late Medieval Portugal (Alison
Aiken, trad.). Cambridge University Press
* García Moratalla, Pedro José.
Archivo Histórico de la Nobleza, Frías, Caja 699, Doc.6.
* Herrera Jiménez, Mauricio
(1995). Colección documental del Archivo de la Catedral de León (Tomo X):
Obituarios medievales (1era Edición), León
* Pérez Castañeda, Guillermo
(2006). “El linaje del apellido Valencia o Balencia”
* Rosa Ferrer (de la), Ignacio
(2020). “El proceso inquisitorial contra Juan León (II)”
* Ruiz-Checa, José Ramón (2012).
Torres exentas en el ámbito del Júcar medio (Cuenca). Implantación territorial
y caracterización constructiva. Tesis. Universitat Politècnica de Valencia.
* Salas Parrilla,
Miguel -coord.- (2019). Cuenca, castillos y fortalezas. Autores: Miguel Salas
Parrilla, Rafael Moreno García, José Luis Rodríguez Zapata, José Antonio
Almonacid Clavería, Michel Muñoz García, Miguel Ángel Valero Tévar, Santiago
David Domínguez-Solera, Marino Poves Jiménez, José Ramón Ruiz Checa, David
Gallego Valle, Juan Ramón Arcos Conde, Jaime García-Carpintero López-Mota,
Miguel Romero Sáiz, Agrimiro Sáiz Ordoño, Miguel Ruiz Bricio, Jorge Jiménez
Esteban, Miguel A. Castillo Sepúlveda, 576 pp.